Diego Pisani: «Un tumor cerebral llevó mi corazón a Jesucristo»

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diego_pisani.jpg29 de septiembre de 2010.- ( Diego Pisani / Escuchar la Voz del Señor ) Si bien toda mi vida fui católico, antes de enfermarme vivía ajeno a la influencia de Dios. Me encontraba sumergido en las cosas cotidianas de la vida. Trabajaba mucho, veía poco a mi familia y trajinaba sin un rumbo marcado en lo que respecta a los asuntos espirituales. Estaba descuidando el Alma, que es un tesoro que todos tenemos y poco cuidamos. Mis objetivos eran trabajar, prosperar, y ganar dinero para poder dar a mis hijos y a mi mujer una vida digna y sin privaciones. No percibía que me estaba perdiendo la infancia de mis hijos y el amor de mi mujer. El tumor me llevó a vivir el día a día y con prioridades diferentes. En la actualidad paso mucho tiempo con la familia y estoy cerca de Dios, alimentado de fe y esperanza. Dios me sostiene vivo y yo decidí devolverle lo que Él hizo por mí, tratando de ayudar a los demás.

Un domingo de septiembre de 2006 me acosté a dormir ya que el lunes tenía que ir a trabajar. En la madrugada abrí mis ojos y con un desconcierto total veo a mi querido viejo, Fernando y a otro de mis amores, mi mujer Alejandra, ambos con una cara de entre preocupación y desesperación que imponía miedo. No comprendía nada de lo que ocurría, estaba acostado en la cama boca arriba todo mojado (me había orinado), y con una Doctora a mi lado que me hacía preguntas del estilo, como te llamás, cuantos años tenés, cuantos hijos y otras preguntas que no recuerdo. Había tenido una convulsión generalizada, según me enteré después.

Me sacan de mi casa en una silla de ruedas hacia una ambulancia que estaba en la puerta. Me hicieron una tomografía computada, cuyo resultado aparentaba ser normal, me dieron una orden de derivación a neurología y me enviaron a mi casa. A los pocos días fuimos a ver a una Neuróloga. Había que hacer una Resonancia Magnética a fin de determinar si existía alguna lesión en el cerebro.

Yo estaba convencido que había sido del stress. Tenía dos trabajos y muchos proyectos. He ahí la eterna sabiduría de Dios, porque del otro lado tenía a mi familia para los que el tiempo no me alcanzaba. Tenía 27 años. Creía que a mi nada me podía pasar.

Me hicieron la Resonancia y el Doctor que hizo el informe detalló que no se detectaba nada anormal. La Neuróloga, leyó el informe y cuando levantó las placas hacia la luz nos dimos cuenta que el Doctor de la resonancia tenía serios problemas en la vista. Hasta yo veía lo que se asemejaba a una pelotita de ping pong en la zona parietal izquierda de mi cerebro. La Doctora me derivó a un Neurocirujano.

Simultáneamente yo seguía con los dos trabajos y todo lo demás. El único problema era que el anticonvulsivo que tomaba me daba somnolencia, cabeceaba sobre el volante de mi auto, puesto que dormía 4 o 5 horas por día,
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Fui a dos neurocirujanos en distintos Sanatorios y coincidieron en tomar una muestra de la pelotita de ping pong, cosa que no me convencía para nada. Sinceramente prefería una craneotomía y ver con exactitud lo que tenía. Me habían hablado del Instituto Fleni, un lugar de excelencia en todos los aspectos neurológicos. Fui porque quería saber que era lo que tenía. El neurocirujano sospechaba que era un tumor y me derivó a la neurooncóloga. Luego de ver las imágenes dijo “pareciera ser un oligodendroglioma”, y las opciones eran operación a cielo abierto para sacarlo, o controles mensuales o cada dos meses mediante resonancias, dado que mi estado de salud general era muy bueno. La decisión era sólo mía y resolví esperar. El oligodendroglioma era un tumor maligno.

En Marzo de 2007, luego de unas lindas vacaciones en unas termas de Entre Ríos, volvimos a la agitada vorágine de Buenos Aires.Ttrabajando el brazo derecho dejó de funcionar por un minuto. Habían comenzado las convulsiones parciales. Desde ese día hasta julio que finalmente me operaron, tenía 3 o 4 convulsiones parciales (brazo derecho) todos los santos días. Seguí trabajando como hasta el 10 de Julio, que se realizó la intervención quirúrgica. Mis allegados me decían “Diego, pedile a Dios que Él te va a ayudar”. Yo estaba en mi mundo y creía que Dios no tenía nada que ver en este tema, y como hacía mucho que no rezaba ni lo visitaba, no quería ir en ese momento que lo necesitaba. Me sentía un hipócrita. Dios estuvo siempre conmigo, solamente estaba esperando que yo me decidiera a invocarlo.

La operación fue exitosa, pero a la pelotita no se la pudo sacar completa. Si la hubiesen sacado me habrían quedado secuelas. Se priorizó la calidad de vida, y me pareció bien. Las convulsiones en el brazo se habían ido. Faltaba el resultado final de la biopsia. El 18 de Julio retire el sobre y cuando lo abrí leí que el informe decía Oligodendroastrocitoma (Glioma mixto) Grado III. Debo confesar que hasta ese momento mantenía la esperanza intacta de que no fuera nada grave. Fue como si me clavaran un puñal en el corazón. Mientras caminaba lloraba desconsoladamente por mis hijos, mi mujer y toda mi familia. Tenía solamente 28 años.

Nunca quise que me vean triste ni llorando. Llegue a casa, puse la mejor sonrisa y le conté a mi mujer asegurandole que todo estaba bien y que enfrentaría esto con todas mis fuerzas. Ella ya sabía todo y mis padres también. En lo más profundo de mi ser sentía una angustia indescriptible. Cenamos y decidí salir al jardín de mi casa y sin que yo lo advirtiera alguien me estaba esperando.

Había tocado fondo, estaba triste, dolorido, abatido, y desesperado. Empecé a hablar a Dios como nunca antes lo había hecho, abrí mi corazón y le hablé no sé por cuánto tiempo. Mientras estaba hablando mirando al cielo sentí en el medio de mí pecho una sensación de paz sublime, un estado de serenidad absoluta del que no quería salir. Nada me importaba. Quería permanecer así para siempre. Yo atribuyo ese estado de paz a Jesús manifestándose en mi corazón. Desde ese día mi vida cambió para siempre. El milagro había sucedido, y no estuvo dirigido a curar mi enfermedad, sino más bien a fortalecer mi salud espiritual. Qué difícil es transmitir una experiencia tan hermosa como esa. Dios se manifiesta de diversas maneras. Es cuestión de fe.

Si todo esto no me hubiese pasado seguiría por la vida completamente ciego, persiguiendo fines materiales, y dejando de lado la perla más hermosa que tenemos: LA FE. Luego hice radioterapia y aún continúo con quimioterapia cinco días al mes, concluyendo en el mes de Octubre, si Dios lo permite. Mi vida está en las manos de Dios y todo mi ser a su disposición para poder cumplir humildemente lo que me pida. Sí no me pasa nada mejor. Y si me pasa Dios me va a ayudar. “Señor mi vida está en tus manos: hágase tu voluntad, porque tú sabes, tú conoces, tú eres la verdad, yo estoy para aceptar todo lo que de tu parte venga, ya sea el dolor, el sacrificio o la paz, la serenidad y el amor. Así es que yo, una pequeña hormiga entre millones de hormigas, me entrego a tu inmensidad”.

san_agustin_387.jpgLa carga de una situación así es demasiado pesada para llevarla uno mismo. Gracias a Dios y a la Virgen, acepté rápido lo que me ocurría y también le encontré un sentido a la enfermedad. Mi carga ya pesa menos, porque decidí compartirla con Jesús. Si no estaría con tratamiento psiquiátrico y seguramente medicado. Yo sólo no podía. Si tengo que aconsejar a alguien le diría abra su corazón y hablen con Dios. Es muy común que confiemos más en un psicólogo o psiquíatra, que en Dios. No tengo nada en contra de estos profesionales, pero lo que Dios tiene para nosotros no lo tiene nadie.

Hace unos días mi mamá Liliana, a la cual amo, me regalo un papelito con la siguiente frase de San Agustín que quiero compartirla con ustedes. “Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas”.

Si eligen hacer terapia con Dios pueden suceder dos cosas, la primera que les sane el cuerpo. O sea un milagro para intensificar la fe del enfermo. Y la segunda que los acompañe en el dolor y les haga la carga menos pesada. Obviamente que si Dios quiere nos puede curar el cuerpo en un abrir y cerrar de ojos, pero lo que a Él le interesa es ayudarnos a sanar nuestras almas. Quizás para que intensifiquemos nuestra fe haga milagros para devolverle la salud a nuestro ropaje terrenal. En mi caso particular Dios me enseño el camino para mejorar como persona. Mi enfermedad está en sus manos. No es que no me interese curarme, pero lo más importante que tengo, que es mi alma, ha mejorado una enormidad.

Espero de todo corazón que las personas que lean esto puedan intensificar su relación con Dios y recuerden que estamos en esta tierra tan solo por un tiempo limitado y que depende exclusivamente de nosotros entrar por la puerta estrecha que conduce a la gloriosa eternidad. Acumulen sus tesoros en el cielo, sean más caritativos. Créanme que se puede vivir con muy poco.

Diego Pisani

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