El Papa pide una España y una Europa menos materialistas que no olviden las necesidades espirituales

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Publicamos integramente el primer discurso de Benedicto XVI en el aeropuerto de Santiago de Compostela 

6 de noviembre de 2010.- "Como el Siervo de Dios Juan Pablo II, que desde Compostela exhortó al viejo Continente a dar nueva pujanza a sus raíces cristianas, también yo quisiera invitar a España y a Europa a edificar su presente y a proyectar su futuro desde la verdad auténtica del hombre, desde la libertad que respeta esa verdad y nunca la hiere, y desde la justicia para todos, comenzando por los más pobres y desvalidos". El primer mensaje del Papa Benedicto XVI nada más llegar a Santiago de Compostela, desde el mismo aeropuerto de Lavacolla, ha sido una reivindicación del cristianismo como fuente ideológica, seña de identidad e ingrediente imprescindible de la Europa Democràtica. A las 11.20, a pesar de que la niebla ha obligado a desviar otros vuelos con destino en el aeropuerto compostelano de Labacolla, ha aterrizado el avión que trae a Benedicto XVI a España en su segunda visita a nuestro país, tras la que giró en junio de 2006 a la ciudad de Valencia para el V Encuentro Mundial de las Familias.

A pie de pista le han recibido los Príncipes de Asturias, Don Felipe y Doña Letizia, junto con el vicepresidente primero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. También se encontraban en el aeropuerto, entre otras autoridades, el ministro de Justicia, Francisco Caamaño, el de Fomento, José Blanco, y el embajador de España ante la Santa Sede y ex alcalde de La Coruña, Francisco Vázquez, quien se arrodilló al saludar a Benedicto XV


  Las palabras del Papa en vídeo


 


benedicto_xvi_en_el_aeopuerto.jpgRecibieron al Papa el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, y un buen número de cardenales y obispos españoles.

Tras descender del avión y ser cumplimentado por Don Felipe, se escucharon los himnos del Vaticano y de España, tras los cuales el público asistente, donde abundaban las banderas del Vaticano y de Galicia, vitoreó al Pontífice y a España.

En sus palabras de bienvenida, el Príncipe destacó Galicia y Cataluña como representativas de «la belleza, la diversidad y la hospitalidad de nuestras tierras», y ensalzó la importancia del Camino de Santiago (Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2004) y su universalidad: «Promueve valores y abre los espíritus», afirmó Don Felipe y las peregrinaciones a Compostela constituyeron «el primer proyecto europeo».

Don Felipe ha subrayado que en estos tiempos "la guerra y el terrorismo, el hambre y la pobreza, la injusticia y el dolor, requieren de la firmeza, del compromiso personal y del esfuerzo de los gobernantes de la tierra y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad".

Tras agradecer al papa que visite hoy y mañana España por segunda vez en sus cinco años de pontificado y que tenga previsto hacerlo de nuevo el año que viene para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud, el príncipe de Asturias ha recordado que "desde Santiago, España contribuyó a aunar valores y a ensanchar los horizontes de Europa".

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Siguiendo esa tradición, ha añadido, España también desea ahora, "como país moderno, abierto y democrático, transmitir desde Santiago su voz comprometida y solidaria con los problemas y necesidades de tantos pueblos y seres humanos".

Don Felipe ha explicado al papa, con una frase en gallego, que hacía tiempo que "estas tierras gallegas, de gentes amables y hospitalarias, esperaban vuestra visita", y ha subrayado que la ciudad espera con los brazos abiertos a un pontífice cuya ilusión por orar ante la tumba del Apóstol es conocida.

"Venís como peregrino a transmitir un mensaje de fe, de paz y de esperanza; habéis querido así uniros a la multitud de jóvenes, adultos y mayores que recorren una ruta milenaria para llegar, en este Año Santo, a la imponente Catedral de Santiago".

El Príncipe ha subrayado la "eclosión" del número de peregrinos y caminantes que llegan a Compostela en los últimos años y ha recordado cómo él mismo, junto a la princesa Letizia, recorrieron el pasado mes de mayo uno de los tramos de ese "maravilloso itinerario espiritual y cultural".

Un camino que "se ha convertido en verdadero símbolo de concordia, de fraternidad y de solidaridad", que "promueve valores y abre los espíritus; nos convoca a la reflexión y al reencuentro con nosotros mismos; nos invita a superarnos, a afrontar retos y a alcanzar nuevas metas".

el_papa_leyo_en_el_aeropuerto_su_primer_discurso_en_espana_.jpgEn su respuesta, Benedicto XVI, agradeció sus palabras, «eco entrañable de los sentimientos de afecto al sucesor de Pedro en estas nobles tierras». «El hombre está siempre en camino y en búsqueda de la verdad», dijo el Papa, y la Iglesia le acompaña en ese camino «hacia la plenitud de su propio ser». La misión de la Iglesia es «ser presencia de Cristo, que se ha hecho para nosotros justicia, santificación y redención. Por eso me he puesto en camino, para confirmar en la fe a mis hermanos. Vengo como peregrino. Traigo el mismo amor a Cristo que movía al apóstol Pablo a emprender sus viajes, llegando también a España», proclamó el Papa. Ofrecemos

Benedicto XVI recordó que la labor secular de los peregrinos se ha plasmado en hospitales, monasterios y realizaciones marcadas «por la huella indeleble del Evangelio».

Como parte de esas raíces cristianas que se forjaron al calor del camino, el Papa recordó «el templo de la Sagrada Familia, donde se refleja toda la grandeza del espíritu humano que se abre a Dios», y recordó a algunos de los santos que ha dado España, como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz o San Francisco Javier.

Benedicto XVI concluyó su intervención con unas palabras en gallego, y a continuación se retiró con los Príncipes para mantener con ellos un encuentro privado. El texto integro del discuro del papa es el siguiente:


Discurso de Benedicto XVI en el aeropuerto de Santiago de Compostela

Altezas Reales,
Distinguidas Autoridades Nacionales, Autonómicas y Locales,
Señor Arzobispo de Santiago de Compostela,
Señor Cardenal Presidente de la Conferencia Episcopal Española,
Señores Cardenales y Hermanos en el Episcopado,
Queridos hermanos y hermanas,
Amigos todos


Gracias, Alteza, por las deferentes palabras que me habéis dirigido en nombre de todos, y que son el eco entrañable de los sentimientos de afecto hacia el Sucesor de Pedro de los hijos e hijas de estas nobles tierras.

Saludo cordialmente a quienes están aquí presentes y a todos los que se unen a nosotros a través de los medios de comunicación social, dando las gracias también a cuantos han colaborado generosamente, desde diversas instancias eclesiales y civiles, para que este breve pero intenso viaje a Santiago de Compostela y a Barcelona sea del todo fructuoso.

En lo más íntimo de su ser, el hombre está siempre en camino, está en busca de la verdad. La Iglesia participa de ese anhelo profundo del ser humano y ella misma se pone en camino, acompañando al hombre que ansía la plenitud de su propio ser. Al mismo tiempo, la Iglesia lleva a cabo su propio camino interior, aquél que la conduce a través de la fe, la esperanza y el amor, a hacerse transparencia de Cristo para el mundo. Ésta es su misión y éste es su camino: ser cada vez más, en medio de los hombres, presencia de Cristo, “a quien Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención” (1 Co 1,30). Por eso, también yo me he puesto en camino para confirmar en la fe a mis hermanos (cf. Lc 22, 32).

Vengo como peregrino en este Año Santo Compostelano y traigo en el corazón el mismo amor a Cristo que movía al Apóstol Pablo a emprender sus viajes, ansiando llegar también a España (cf. Rm 15,22-29). Deseo unirme así a esa larga hilera de hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos, han llegado a Compostela desde todos los rincones de la Península y de Europa, e incluso del mundo entero, para ponerse a los pies de Santiago y dejarse transformar por el testimonio de su fe. Ellos, con la huella de sus pasos y llenos de esperanza, fueron creando una vía de cultura, de oración, de misericordia y conversión, que se ha plasmado en iglesias y hospitales, en albergues, puentes y monasterios. De esta manera, España y Europa fueron desarrollando una fisonomía espiritual marcada de modo indeleble por el Evangelio.

Precisamente como mensajero y testigo del Evangelio, iré también a Barcelona, para alentar la fe de sus gentes acogedoras y dinámicas. Una fe sembrada ya en los albores del cristianismo, y que fue germinando y creciendo al calor de innumerables ejemplos de santidad, dando origen a tantas instituciones de beneficencia, cultura y educación. Fe que inspiró al genial arquitecto Antoni Gaudí a emprender en esa ciudad, con el fervor y la colaboración de muchos, esa maravilla que es el templo de la Sagrada Familia. Tendré la dicha de dedicar ese templo, en el que se refleja toda la grandeza del espíritu humano que se abre a Dios.

Siento una profunda alegría al estar de nuevo en España, que ha dado al mundo una pléyade de grandes santos, fundadores y poetas, como Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Francisco Javier, entre otros muchos; la que en el siglo XX ha suscitado nuevas instituciones, grupos y comunidades de vida cristiana y de acción apostólica y, en los últimos decenios, camina en concordia y unidad, en libertad y paz, mirando al futuro con esperanza y responsabilidad. Movida por su rico patrimonio de valores humanos y espirituales, busca asimismo superarse en medio de las dificultades
y ofrecer su solidaridad a la comunidad internacional.

Estas aportaciones e iniciativas de vuestra dilatada historia, y también de hoy, junto al significado de estos dos lugares de vuestra hermosa geografía que visitaré en esta ocasión, me dan pie para ensanchar mi pensamiento a todos los pueblos de España y de Europa. Como el Siervo de Dios Juan Pablo II, que desde Compostela exhortó al viejo Continente a dar nueva pujanza a sus raíces cristianas, también yo quisiera invitar a España y a Europa a edificar su presente y a proyectar su futuro desde la verdad auténtica del hombre, desde la libertad que respeta esa verdad y nunca la hiere, y desde la justicia para todos, comenzando por los más pobres y desvalidos. Una España y una Europa no sólo preocupadas de las necesidades materiales de los hombres, sino también de las morales y sociales, de las espirituales y religiosas, porque todas ellas son exigencias genuinas del único hombre y sólo así se trabaja eficaz, íntegra y fecundamente por su bien.

En gallego:

Benqueridosamigos, reitérovosomeuagradecementopola vosaamablebenvida e a vosa presencia neste aeroporto.

Renovo o meu agarimo e proximidade aos amadísimos fillos de Galicia, de Cataluña e dos demais pobos de España. Ao encomendar à intercesión do Apóstolo Santiago a miña estadía entre vós, prégolle a Deus que as suas bendicións vos alcancen a todos. Moitas gracias.

[Queridos amigos, os reitero mi agradecimiento por vuestra amable bienveniday vuestra presencia en este aeropuerto. Renuevo mi cariño y cercanía a los amadísimos hijos de Galicia, de Cataluña y de los demás pueblos de España. Al encomendar a la intercesión de Santiago Apóstol mi estancia entre vosotros, suplico a Dios que sus bendiciones alcancen a todos. Muchas gracias.]

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