Christy David Pathiala tuvo en Lourdes un extraño encuentro con una mujer y un niño: se curó y años después acabó siendo sacerdote

* «Después de aquel día, tuve la sensación de que ella me estaba diciendo, ‘te estoy llamando para algo’… Mirando hacia atrás, trato de relacionar como Dios me ha guiado a lo largo de mi vida. Intento vivir en el presente y dejar que Dios decida cómo van a ser las cosas»

30 de mayo de 2018.-  (CaminoCatólico.com)  Que las madres hacen grandes sacrificios por sus hijos es algo sabido y compartido. También lo es que a menudo pueden ser la puerta de entrada a la santidad de sus hijos, y esto se ve en que en muchas ocasiones detrás de cada gran santo suele haber una madre orante y creyente.

El sacerdote indio Christy David Pathiala está de acuerdo con ello y fue gracias a la fe de sus padres, y al amor que le enseñaron a la Virgen María lo que luego provocó que acabara siendo sacerdote. Pero mientras tanto, hubo un acontecimiento clave en su vida donde sus dos madres, la que le dio a luz y la propia Virgen, tuvieron un papel primordial.

Vio la muerte muy de cerca

Cuando era niño sufrió una extraña enfermedad que estuvo a punto de costarle la vida. “Estuve en la UCI durante 12 horas y los médicos no tenían esperanzas. No respondía al tratamiento y dijeron a mis padres que se prepararan para mi muerte. Pero ellos no se dieron por vencidos. Las oraciones de mis padres me hicieron mejorar”, relata este sacerdote en Catholic Lane, testimonio que ha traducido Javier Lozano para Cari Filii .

Pudo recuperarse de lo que parecía una muerte segura, pero le quedaron unas secuelas bastante graves, pues le daban una serie de fiebres altísimas que obligaban a sus padres a hacerle baños de hielo. La temperatura de su cuerpo era difícil de regular incluso cuando no estaba enfermo.

Así por ejemplo, no podía comer ni beber nada frío, ni siquiera se podía exponer a un viento frío porque entonces volvían estas fiebres.

La peregrinación a Lourdes

En 1989, cuando Christy tenía 4 años, sus padres decidieron peregrinar al santuario de Lourdes. Su madre había rezado fervientemente por una cura para su hijo, y tenía mucha fe en que de aquella peregrinación volvería sano.

Christy y sus padres nunca olvidarán lo que vivieron aquel día. Ya en Lourdes, de camino al santuario pasaron por una de las heladerías, y el pequeño miró con tristeza los helados expuestos. “Debido a que los helados son fríos no podía comerlos”, cuenta el ahora sacerdote, que recuerda que “cuando mi hermano comía helado, mi padre, por pena, siempre me compraba sólo el cono de galleta”.

“Vi la heladería y supliqué a mi madre que me dejara comer helado”, afirma Christy. “Ella tenía tanta fe que dijo: ‘Primero vamos a los baños (piscinas del santuario), y aunque él muera, tendrá ese helado”.

Una mujer que llevaba a un niño en silla de ruedas

Pese a su corta edad en aquel momento se acuerda de como hacía cola para entrar en una de las piscinas en las que muchos enfermos se sumergen en el agua del manantial de la gruta en la que se apareció la Virgen esperando la curación.

Mientras esperaba su turno, una mujer que empujaba una silla de ruedas que transportaba a un niño se acercó a Christy y a su padre. De manera sorprendente, ella colocó cinco francos en la mano de Christy y dijo: “Vete a tomar ese helado”. Cuando se alejaba, le dijo a su padre: “Reza por mi hijo”.

Cuando su madre volvió, le contaron lo que había sucedido con esta mujer, la buscaron por todos lados pero no la encontraron. Finalmente, este futuro sacerdote fue sumergido en las aguas de Lourdes y luego toda la familia fue a la heladería.

Christy estaba curado

Por fin pudo probar aquellos helados que tanto anhelaba. Uno, después otro, y otro más. Las fiebres habían desaparecido. Estaba completamente sano.

Christy está convencido que aquella mujer era la Virgen María, y que el niño en la silla de ruedas era Jesús. “Después de aquel día, tuve la sensación de que ella me estaba diciendo, ‘te estoy llamando para algo’”.

“Este niño será como yo”

Nunca había pensado en ser sacerdote. Pero él ve ahora algunos signos claros manifestados durante su infancia. En una visita a Roma con su familia, durante una audiencia papal llamó la atención de Juan Pablo II, que se inclinó y le abrazó. En ese mismo viaje, mientras caminaba con su padre un sacerdote se les acercó y señalándose su alzacuellos dijo: “Algún día este niño será como yo”.

“Lo había olvidado, pero mi padre me lo recordó durante mi ordenación. Mirando hacia atrás, trato de relacionar como Dios me ha guiado a lo largo de mi vida. Intento vivir en el presente y dejar que Dios decida cómo van a ser las cosas”, afirma contento.

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