Quique, peregrino de la Providencia, que acompaña al padre Enrique a pie, sin dinero, sin comida…

¿Viajaría usted sin equipaje?
1 de agosto de 2009.-Aunque sea inusual plantear una pregunta en un titular, se lo repetimos al lector: ¿se atrevería
usted a peregrinar desde Aquisgrán (Alemania) hasta Roma, a pie, sin dinero, sin comida, sin reservas de hotel, albergue o similar, sin coche, y con una pequeña mochila como todo equipaje? Pues así es como emprenden camino los jóvenes que acompañan al sacerdote don Enrique González en sus peregrinaciones: abandonados por completo a la Providencia. Quique es uno de ellos.

En la fotografia Quique (segundo por la derecha, de rojo),
con los peregrinos y el padre Enrique (en el centro)

(José Antonio Méndez / Alfa y Omega) Se llama Enrique Rodríguez Lugo, pero sus amigos le conocen como Quique peregrino. Y no es extraño, después de escucharle hablar de las experiencias que ha vivido, desde 2005, junto al sacerdote madrileño Enrique González -el padre Enrique-, en unas peregrinaciones casi inconcebibles. «La pere, como le llamamos cariñosamente, consiste en el abandono total a la Providencia de Dios. Se hacen andando, no llevamos dinero, ni comida, ni alojamiento preparado. Sólo llevamos nuestras mochilas, con una muda de ropa, saco de dormir y esterilla (por si toca dormir en un pórtico, o a la intemperie). Es el abandono de tu vida, durante dos meses, en los brazos del Padre. Es decirle a Dios que confías en Él porque siempre te dará algo, aunque sea poco. En la peregrinación nos hacemos pobres, experimentamos la pobreza extrema, porque no tenemos nada», dice Quique.

Primero, lo primero

El motivo de tan singular modo de viajar está en el Evangelio: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Estas palabras del Señor se cumplen a rajatabla en la peregrinación. Compruebas que, de verdad, si te abandonas y confías en Dios, ves maravillas, auténticos milagros; ves cómo, cuando no tienes nada para cenar ni sitio para dormir, y son las once de la noche, aparece un señor (un ángel, como les llamamos) y te dice: Venid a mi casa, allí podréis cenar y pasar la noche».

A Quique le brotan las situaciones que ha vivido en las peregrinaciones del padre Enrique. «Hace dos añoscuenta-, cuando fuimos por Italia, desde Tréveris a San Giovanni Rotondo, en el pueblo Castel di Sangro, no teníamos comida. Yo estaba junto a César, otro peregrino, que se atrevió a pedir algo per mangiare en una panadería. Le explicamos qué hacíamos y a dónde nos dirigíamos (hacia la tumba del Padre Pío). El dueño de la panadería nos dijo sorprendido: ¿A San Giovanni Rotondo? ¿A piedi? Entonces empezó a besar la cruz que llevaba César y nos hizo pasar a los hornos de la panadería que, para nuestra sorpresa, tenían decenas de estampas del Padre Pío. Volvimos con el resto del grupo, con una sonrisa y cargados de tartas y dulces que el panadero nos había regalado». Y también recuerda «cómo un pueblo entero, en Italia, por medio de su párroco, se movilizó para acogernos de la mejor manera posible, sorprendidos por nuestra llegada y por lo que hacíamos».

Pero, ¿qué es exactamente lo que hacen los peregrinos de la Providencia? Amén, claro, de andar sin más protección que su fe… «Humanamente hablando, esto es una locurareconoce-, pero para quien lo mira con ojos de fe, la peregrinación es un acto de amor a Dios, de penitencia y de reparación por todos los pecados del mundo. Hay días en los que la mochila te pesa una tonelada, el sol es inclemente, tienes cuatro o cinco ampollas en cada pie y te quedan 20 kilómetros por delante. Esos momentos se hacen muy duros, pero a la vez todo se vuelve más bonito, porque Dios te consuela pensando que, por ese sufrimiento, una oveja descarriada puede estar volviendo al redil, como sucedió con mi amigo Michele». Y su ofrecimiento parece que da fruto: «Michele es un chico italiano que, en 2006, ayudó a unas chicas con las que peregrinábamos…, y acabó uniéndose a la peregrinación. Recibió el sacramento de la Penitencia después de 14 años, y ahora vive una vida de fe ejemplar, ¡y en Madrid! Porque dice que con nosotros conoció a unos verdaderos amigos».

¿Quién es el padre Enrique?

Quienes les ayudan en su camino «son un testimonio de caridad, del amor cristiano realizado en el servicio a los demás. El padre Enrique nos dijo una vez que Dios siempre se iba a acordar, en el Cielo, de las personas que nos han ayudado en el camino, aunque sólo fuese dándonos un vaso de agua. Un señor, que no tenía fe, nos dio un vaso de agua, y es muy grande pensar que Dios, sólo por ese acto de amor al prójimo, le premiará», asegura Quique.

En efecto, nada de esto sería posible sin el padre Enrique. Y eso lo saben bien los peregrinos: «Él es quien hace posible las peregrinaciones. La primera la hizo él solo, a Santiago de Compostela, en 1996. Luego se ha ido uniendo gente, hasta llegar a 30 peregrinos». Quique lo define con profundo cariño: «Es una persona muy querida para nosotros. Su manera de vivir el ministerio sacerdotal es por una llamada especial de Dios. Tiene un amor profundo a Jesús Eucaristía y eso se nota cuando celebra la Misa. Su celo por las almas es increíble, se desvive por su rebaño. Es consciente de los sufrimientos de sus hijos y de cómo Jesús, de algún modo, le permite hacerlos suyos. Cuando habla, trata de quitarte el sufrimiento con sus palabras. Su ejemplo de vida es la mejor corrección, porque tiene una profunda intimidad con Dios, y es sencillo y humilde. Hace unos años llevé a un amigo a confesarse con él. Al terminar, me dijo: He visto a Dios actuar a través de un hombre».

Abandonarse a la Providencia, por lo visto, no sólo da lecciones de pobreza. También limpia los ojos del corazón.

Amplia la información sobre la vida del P. Enrique González conociendo su tarea como exorcista leyendo el siguiente testimonio:

P. Enrique González, exorcista: «Hay muchos poseídos; yo paso doce horas al día haciendo exorcismos»

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