Papa Francisco en el Ángelus, 7-7-19: «la misión que nos da Cristo es proclamar a todos que Dios nos ama, nos quiere salvar, y nos llama a ser parte de su Reino»

* «La misión se basa en la oración; que es itinerante, no está detenida, es itinerante; que requiere desapego y pobreza; que lleva paz y sanación signos de la cercanía del Reino de Dios; que no es proselitismo sino anuncio y testimonio y que también requiere la franqueza y la libertad evangélica para irse, subrayando la responsabilidad de haber rechazado el mensaje de la salvación, pero sin condenas ni maldiciones»

Video completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Os invito a rezar por las pobres personas indefensas asesinadas o heridas durante el ataque aéreo que golpeó un centro de detención de migrantes en Libia. La comunidad internacional no puede tolerar hechos tan graves. Rezo por las víctimas: El Dios de la paz acoja a los difuntos y sostenga a los heridos. Espero que se organicen de modo extendido y concertado los corredores humanitarios para los migrantes más necesitados. También recuerdo a todas las víctimas de las masacres que ocurrieron recientemente en Afganistán, Mali, Burkina Faso y Níger. Oremos juntos»

7 de julio de 2019.- (Camino Católico)  El Papa Francisco a la hora del Ángelus ha subrayado las características de la misión dadas por Jesús y ha asegurado que la misión se basa en la oración, requiere desapego y pobreza y que no es proselitismo, sino anuncio y testimonio.

 “La alegría de ser discípulos de Jesús” es el tema sobre el que ha reflexionado este mediodía el Pontífice antes de rezar la oración mariana del Ángelus. Se trata – ha explicado – de la alegría de ese “don” que hace de cada discípulo un misionero, también de la alegría de aquel “que camina en compañía del Señor Jesús, que aprende de Él a gastarse sin reservas por los demás, libre de sí mismo y de sus propias posesiones”.

Es un tema con el que, apoyándose en la página del Evangelio de hoy – que presenta como Jesús, además de los doce apóstoles, envía a setenta y dos discípulos en misión – ha explicado ante los fieles presentes la importancia de la misión: “El número setenta y dos probablemente indica todas las naciones. En efecto, en el libro del Génesis se mencionan setenta y dos naciones diferentes. Así pues, este envío prefigura la misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio a todas las naciones”.

Francisco también ha señalado que esta petición de Jesús “es siempre válida” y por tanto, siempre debemos rezar al «dueño de la mies», es decir, a Dios Padre, “para que envíe obreros a trabajar en su campo que es el mundo”. Pero – puntualiza – este rezo debe hacerse “con el corazón abierto” y con “con actitud misionera”, y no debemos limitarnos “sólo a nuestras necesidades”; “una oración es verdaderamente cristiana si también tiene una dimensión universal” ha recordado.

Después el Papa ha recordado las características de la misión dadas por Jesús a los setenta y dos discípulos: “La primera – ya la hemos visto –:  orar; la segunda: ir; y después: no llevar una bolsa, o una alforja…; digan: «Paz a esta casa»… quédense en esa casa… No pasen de una casa a otra; curen a los enfermos y díganles: «El Reino de Dios está cerca de ustedes»; y, si no los acogen, salgan a las plazas y despídanse”.

Por último, el Pontífice explica que estas características muestran “que la misión se basa en la oración”, que es “itinerante”, “que requiere desapego y pobreza” y “que lleva paz y sanación, signos de la cercanía del Reino de Dios”. Aunque también muestran – concluye – “que no es proselitismo sino anuncio y testimonio” y que también requiere “la franqueza y la libertad evangélica para irse, subrayando la responsabilidad de haber rechazado el mensaje de la salvación, pero sin condenas ni maldiciones”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La página del Evangelio de hoy (cf. Lc 10,1-12.17-20) presenta a Jesús que envía en misión a setenta y dos discípulos, además de los doce apóstoles. El número setenta y dos probablemente indica todas las naciones. En efecto, en el libro del Génesis se mencionan setenta y dos naciones diferentes. Así pues, este envío prefigura la misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio a todas las naciones. A estos discípulos Jesús les dice: “La mies es abundante, pero hay pocos obreros. Rueguen pues, al ”¡Señor de la mies que envíe obreros a su mies!” (v. 2).

Esta petición de Jesús es siempre válida. Debemos rezar siempre al “dueño de la mies, es decir, a Dios Padre, para que envíe obreros a trabajar en su campo, que es el mundo. Y cada uno de nosotros debe hacerlo con el corazón abierto, con una actitud misionera; nuestra oración no debe limitarse sólo a nuestras necesidades, a nuestras carencias: una oración que es verdaderamente cristiana es también así si tiene una dimensión universal.

Al enviar a los setenta y dos discípulos, Jesús les da instrucciones precisas, que expresan las características de la misión. La primera -ya lo hemos visto-: oren; la segunda: vayan; y después: no lleven una bolsa o una alforja…; digan: “Paz a esta casa”….quédense en esa casa….no vayan de una casa a otra; curen a los enfermos y díganles: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”; y, si no los acogen, salgan a las plazas y despídanse (ver vv. 2-10). Estos imperativos muestran que la misión se basa en la oración; que es itinerante, no está detenida, es itinerante; que requiere desapego y pobreza; que lleva paz y sanación signos de la cercanía del Reino de Dios; que no es proselitismo sino anuncio y testimonio y que también requiere la franqueza y la libertad evangélica para irse, subrayando la responsabilidad de haber rechazado el mensaje de la salvación, pero sin condenas ni maldiciones.

Si se vive en estos términos, la misión de la Iglesia se caracterizará por la alegría. Y como termina este pasaje: “Los setenta y dos regresaron llenos de alegría” (v. 17). No se trata de una alegría efímero, que brota del éxito de la misión; al contrario, es una alegría enraizada en la Promesa que -dice Jesús- “sus nombres están escritos en el cielo” (v. 20). Con esta expresión Él se refiere a la alegría interior e indestructible que surge de la conciencia de haber sido llamado por Dios a seguir a su Hijo. Es decir, la alegría de ser sus discípulos. Hoy por ejemplo: Cada uno de nosotros aquí en la plaza, puede pensar en el nombre que recibió el día de su bautismo: ese nombre está “escrito en los cielos”, en el corazón de Dios Padre. Y es la alegría de este don la que hace de cada discípulo un misionero, uno que camina en compañía del Señor Jesús, que aprende de Él a gastarse sin reservas por los demás, libre de sí mismo y de sus propias posesiones.

Invoquemos juntos la protección maternal de María Santísima, para que ella sostenga en todo lugar, la misión de los discípulos de Cristo; la misión de proclamar a todos que Dios nos ama, nos quiere salvar, y nos llama a ser parte de su Reino.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Si bien han transcurrido algunos días, os invito a rezar por las pobres personas indefensas asesinadas o heridas durante el ataque aéreo que golpeó un centro de detención de migrantes en Libia. La comunidad internacional no puede tolerar hechos tan graves. Rezo por las víctimas: El Dios de la paz acoja a los difuntos y sostenga a los heridos. Espero que se organicen de modo extendido y concertado los corredores humanitarios para los migrantes más necesitados. También recuerdo a todas las víctimas de las masacres que ocurrieron recientemente en Afganistán, Mali, Burkina Faso y Níger. Oremos juntos. [Momento de silencio].

¡Saludo cordialmente a todos vosotros, romanos y peregrinos! Saludo a los estudiantes de la «Scuola Sant’Ignazio» en Cleveland (Estados Unidos), a los jóvenes de Basiasco y Mairago, y a los sacerdotes que participan en el curso para formadores, promovido por el Instituto «Sacerdos» en Roma. Saludo a la comunidad eritrea en Roma: queridos hermanos y hermanas, ¡oro por su gente! ¡Y saludo a los muchos polacos que están aquí delante!

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis orar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Francisco

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