Ainhoa Arteta, soprano, ante la pandemia del coronavirus: «Ahora es tiempo de mirar adentro, ser humildes, aceptar la penitencia y buscar a Dios para encontrar la verdad»

*  «Rezo el rosario todas las noches. La oración personal me alivia muchísimo. Estoy en varios grupos de Whatsapp en los que rezamos en grupo y valoro cada vez más su fuerza y potencia. Nuestra cultura mediterránea nos lleva a vivirlo todo externamente, pero ahora hay que promover la introspección, volver a la esencia de lo que somos como personas y como católicos, hasta dónde y cómo nos acogemos a la figura de Cristo y retornar a la esencia de la cristiandad. No estamos solos, pero tenemos que ser más humildes para dejarnos interpelar y descubrir que es Dios el único que nos puede ofrecer una verdadera respuesta ante todo lo que está pasando»

En el vídeo Ainhoa Arteta, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, dedica la canción “Aleluya” de L. Cohen a todo el personal del Hospital 12 de Octubre de Madrid: “os quiero agradecer con toda mi alma vuestra labor”

Camino Católico.-  Dígame el nombre de una soprano española. Ainhoa Arteta. Sin dudarlo. La soprano española. Dama en el escenario. Fuera de él, madre de familia entregada y mujer de fe alimentada en lo cotidiano. Desde que falleció su ‘ama’, le acompañan constantemente las mariposas blancas. “Cuando murió, necesitaba una señal para saber que estaba bien. El día de la primera comunión de mi hija, entró una mariposa en la habitación, revoloteó a nuestro alrededor y se fue. El mayor deseo de mi madre era acompañarla aquella jornada y sé que estuvo”, explica Ainhoa Arteta José Beltrán en la revista Vida Nueva Digitalen una entrevista en la que habla de su fe ante la pandemia del coronavirus que estamos viviendo.

A ellas las mira también ahora, en plena crisis del COVID-19, que, para Ainhoa Arteta, como para cualquier cristiano, es tiempo de Pascua. Es tiempo de resucitar: “Su metamorfosis, su color y su echar a volar me dicen mucho de cómo vamos a ser después del coronavirus. La mariposa es el renacer a la belleza y a la libertad, de reinventarse en la vida. Estoy convencida de que esta va a ser una primavera llena de mariposas”.

– El Papa se plantea un plan para resucitar…

– No podía haber un mejor Papa para esta crisis. Vivo con él todas las celebraciones y tengo grabado el urbi et orbi extraordinario, con Francisco y ese Cristo de san Marcelo mojándose literalmente por todos, en la inmensa soledad de San Pedro, a la intemperie, como lo estamos todos. Le veo afectado, porque la sonrisa forma parte de su ser y estar. Le percibo, más que preocupado, ocupado en buscar soluciones, muy comprometido con la realidad. El sacrificio que hizo Jesucristo fue el resurgir de una nueva humanidad y noto que el Papa mira al Crucificado para hallar respuestas.

Nos da una lección cada vez que habla o escribe en estas semanas de por dónde debemos caminar y dar sentido a lo que estamos padeciendo. Estoy viendo un Papa humilde que nos ofrece una reflexión justa para que no caigamos en la desesperanza. A menudo, hay quien compara a Francisco con Benedicto XVI y, precisamente, en ese silencio ante la pasión de Jesucristo, vi la misma profundidad y conexión con Dios de los dos.

– ¿Qué podemos hacer para cumplir ese plan?

– La acción llegará cuando salgamos. Ahora es tiempo de mirar adentro, ser humildes, aceptar la penitencia y buscar a Dios para encontrar la verdad. Rezo el rosario todas las noches. La oración personal me alivia muchísimo. Estoy en varios grupos de Whatsapp en los que rezamos en grupo y valoro cada vez más su fuerza y potencia.

Nuestra cultura mediterránea nos lleva a vivirlo todo externamente, pero ahora hay que promover la introspección, volver a la esencia de lo que somos como personas y como católicos, hasta dónde y cómo nos acogemos a la figura de Cristo y retornar a la esencia de la cristiandad. No estamos solos, pero tenemos que ser más humildes para dejarnos interpelar y descubrir que es Dios el único que nos puede ofrecer una verdadera respuesta ante todo lo que está pasando.

– A Francisco le preocupa el día después…

 Es una guerra que va a dejar secuelas económicas, físicas… y mentales. A los cristianos nos compete lanzar un mensaje de resurrección a los que tenemos cerca, mostrarles el camino para ser felices por dentro. Hay que reactivarse, desde el encuentro con uno mismo. Si lo único que buscamos es reactivarnos económicamente en una escalada del tener más, mal nos va a ir.

– ¿Hemos aprendido la lección?

– Confío. Me gustaría que la gente aprendiera a apreciar las cosas simples, a las que casi no hemos prestado atención, embobados por lo gradilocuente. Todo lo hemos tenido fácil y eso hace que no valoremos lo que tenemos. No solo tenemos comida, sino que podemos elegir entre veinte platos o, incluso, no comer. Me daría miedo que, a raíz de esto, nos volviéramos más inhumanos y nos faltara la espiritualidad.

– ¿Ganará el individualismo o la fraternidad?

 La fraternidad. Ya vemos cada día el milagro de los balcones que simboliza la unidad, pero también el del cuidado cotidiano del otro, de las llamadas telefónicas. Vamos a salir con ganas de dar abrazos y besos sinceros, y de preguntar por cómo se encuentran los demás de verdad. Mi puchero de oración cada vez es más amplio con tantos que sufren o dan la vida en Ifema…

– La cultura será la última en volver. ¿Se ve ante una platea medio vacía por las restricciones?

– Nada va a ser igual, pero el ser humano tiene la capacidad de resistir, vencer y transformarse. La victoria está en cómo sepamos convertirnos. Seguiré teniendo trabajo, pero, si no fuera así, no tengo problema en volver al caserío, dedicarme a plantar patatas y cantar en la misa de los domingos con mi padre. El canto es una necesidad y seguiré cantando hasta debajo de la losa.

– Póngale una banda sonora al plan papal para resucitar…

– Cantaría Morgen (Mañana), de Strauss, que dice así: “Nos volveremos a encontrar y, solo mirándonos a los ojos, no tendremos que decirnos nada, porque sabremos lo que hemos pasado”.

– ¿Y si pasado mañana se topa con el Papa?

 Primero, me lo comería a besos y me tendrían que apartar de lo pesada que me pondría. Sería una de las mayores ilusiones de mi vida poder entonar un Ave María con él y para él por todo lo que está haciendo por nosotros.

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