P. Rudolf Bosnák, encarcelado : «Los guardias me gritaban e insultaban cuando me santiguaba»
Fue detenido por comunistas checoslovacos y estuvo doce años en la cárcel
(Alex Navajas / ReL) El padre Bosnák fue ordenado en 1942, y ocho años más tarde, cuando los comunistas tomaron el poder en Checoslovaquia, le encerraron. «Me acusaron de traición, pero en 1962, cuando me liberaron, me dijeron: Usted es inocente. No le debieron haber encarcelado », asegura sin perder la sonrisa.
Misa en las minas

Cuando salió de la cárcel no acabó su calvario. La política del Gobierno checoslovaco se decantaba por integrar a la fuerza a curas y monjas en la vida «normal», y les obligaban a trabajar en fábricas y talleres. Al padre Bosnák le tocó la mina. «Allí celebrábamos la misa en lo más profundo de las galerías sin que nos viesen, y la gente nos traía el vino y el pan», explica. «Los soldados sospechaban de nosotros y revolvían todo buscando misales para quemarlos», asegura. No tener los elementos litúrgicos necesarios no era impedimento para celebrar la eucaristía, ya que «como cáliz utilizábamos una cuchara». Para hacer el vino, cogían pasas y las metían en agua durante varios días, y luego lo guardaban en botellas de jarabe.
Cuando el padre Bosnák fue llevado a prisión por primera vez, le confinaron en una celda con un oficial del ejército. Al militar le dijeron que si se autoinculpaba por traición e implicaba a otros, quedaría libre. El oficial se negó y le fusilaron. «Antes de que le mataran, me pidió que le confesara -asegura el sacerdote-. Hace pocos años, sus familiares vinieron a agradecérmelo». No me resisto a preguntarle: «¿Y no perdió la fe en la cárcel? ¿Nunca le echó la culpa a Dios?». Me mira extrañado, casi ofendido. «Al contrario: mi fe se fortaleció más», me responde lentamente. «Fue un tiempo hermosísimo; los mejores años de mi vida», concluye.