David Sánchez Ramos, sacerdote de Toledo que ha superado el coronavirus: «Pensaba en la muerte, pero comulgar todos los días, y la fe en el Señor me dio fortaleza y confianza»

*  «A quienes afrontan ahora la enfermedad les a la confianza, a que sepan que no están solos, que es verdad que una de las cosas que esta enfermedad genera es esa soledad, pero que tienen mucha gente en torno a ellos que les quieren, que les acompañan, que confíen también en el gran trabajo que están llevando a cabo los sanitarios, y confíen en el Señor y en la Virgen, porque Ella es madre, y otra cosa no, pero cuidar sabe. Confiar en ellos, en el Señor y en la Virgen, y que vivan con esperanza»

Camino Católico.- David Sánchez Ramos (Talavera, 9 de abril de 1984), fue ordenado sacerdote el 6 de julio de 2008. Desde el año 2017 es el Delegado diocesano de la Pastoral de Adolescencia y Juventud y Director del Secretariado de Pastoral Universitaria de la Archidiócesis de Toledo. Desde el mismo año es sacerdote adscrito a la parroquia de Santa Teresa, de Toledo. Tras superar el coronavirus, el sacerdote ofrece su testimonio para trasladar a quienes pasan por esta situación que no están solos, que confíen en el Señor y en la Virgen y no pierdan la esperanza. Lo ha entrevistado Lola Morán Fdez. en La Tribuna de Toledo.

Este año se le ha confiado la predicación de la novena de la Virgen del Prado, ¿qué siente como talaverano al recibir esta responsabilidad?

Pues ante todo, primero me hace mucha ilusión, porque desde pequeñito, primero acompañando a mi madre al rezo de la novena o por distintas experiencias, un abuelo mío falleció en el templo, pues digamos que ha marcado mucho mi vida sacerdotal la Virgen del Prado. Siempre que volvía del Seminario pasaba por allí, entonces me ha hecho mucha ilusión y, luego también, responsabilidad y de no saber si estaremos a la altura o no, porque nadie es profeta en su tierra, y en este caso te toca predicar a tus paisanos y no es fácil. Pero sobre todo el sentimiento que me brota es de ilusión, porque también como una acción de gracias a la Virgen por todo lo que ha sido mi vida junto a Ella.

Este año la festividad estará marcada por los protocolos sanitarios por la pandemia del coronavirus. Usted ha superado esta enfermedad, ¿cuándo pasó por esta situación y cómo fue el proceso?

-Empecé a notarme síntomas febriles el 20 de marzo. Entonces me puse en contacto con el número que facilitaron de la Junta, me dijeron que me aislara porque probablemente sí que fuera, estuve así tres o cuatro días, y el 25 de marzo, la Encarnación, empecé a tener esputos hemoptoicos, volví a llamar y ya sí que me dijeron que tenía que ir a Urgencias porque podía ser grave. Marché, me hicieron la radiografía, vieron que tenía neumonía bilateral y me hicieron la PCR resultando positivo. En principio iban a ingresarme pero luego vieron que podía pasarlo mejor en casa, me dieron el tratamiento que en ese momento recomendaban, que era la hidroxicloroquina, y así estuve cinco días con el tratamiento, y todos los días me llamaba la médica para ver qué tal estaba.

Y bueno, una situación de ansiedad, sobre todo ante lo desconocido, no saber cómo podía evolucionar, insistía mucho en la falta de aire. Lo pasé aislado, solo en mi casa en Toledo, el párroco y mi hermano eran los que me ayudaban con las compras.

¿Qué sentimientos experimentó durante la enfermedad?

Al principio incertidumbre porque no se sabía mucho, no sabías cómo podía ir. Algo de temor a la muerte pues no mucho, porque bueno, eso no me importaba como creyente pero sí mis padres, cómo lo vivirían, entonces esa sensación de angustia, de ansiedad, pero luego también de confianza. Recuerdo que ya después del diagnóstico, al tercer o cuarto día, sí que he percibido como una serie de consuelo, es decir, bueno, pues ya está, confía, y en ese sentido sí que me hizo mucho bien una Novena que hizo don Felipe -(vicario episcopal de Talavera)- por Facebook a la Virgen del Prado.

Quizás los sentimientos que tenía al principio eran de incertidumbre y de ansiedad, de temor sobre todo pensando en mis padres, y luego de confianza. Recuerdo que luego ya fue confiar y en las manos del Señor.

-¿Cómo le ayudó su fe a superar esta situación?

-Gracias a Dios, al poder pasarlo en casa pude celebrar la misa todos los días, que para mi hubiera sido quizás lo que más me hubiera costado, no haber podido celebrar la misa. Y poder recibir al Señor, poder comulgar todos los días fue lo que me dio fortaleza y confianza. No voy a decir que no pensara en la muerte, sí que pensaba, porque bueno, podía venir, como a todos, pero la fe me ayudó mucho a la confianza, incluso a unirme mucho con la Virgen.

¿Qué diría a quienes se enfrentan ahora a este proceso?

Les invitaría primero a la confianza, a que sepan que no están solos, que es verdad que una de las cosas que esta enfermedad genera es esa soledad, pero que tienen mucha gente en torno a ellos que les quieren, que les acompañan, que confíen también en el gran trabajo que están llevando a cabo los sanitarios, y confíen en el Señor y en la Virgen, porque Ella es madre, y de los talaveranos otra cosa no, pero cuidar sabe.

Confiar en ellos, en el Señor y en la Virgen, y que vivan con esperanza, es verdad que en torno a este tema hay mucha negatividad de alguna manera, y hay que tener esperanza porque no están solos, tienen gente que les quiere y les necesita, entonces que vivan con esa esperanza.

¿Para usted qué fue lo más complicado?

-Por el encargo que tengo en la Diócesis me caracterizo por estar haciendo siempre muchas cosas, y supuso pasar de hacer muchas cosas a parar en seco. Esa brusquedad del cambio sí que me costó. Soledad no tanto, además pilló por medio mi cumpleaños, y los chicos de la Universidad y de la Pastoral Juvenil tuvieron un detalle que me emocionó y creo que no fue tanto el sentimiento de la soledad, es quizás más ese sentimiento de angustia, pero con mucha confianza.

¿Y qué mensaje daría a quienes han perdido a seres queridos por esta pandemia?

Les invitaría a que ante la dureza de tener que separarse de un ser querido y además como en aquellas circunstancias, sin ni siquiera poder acompañarle en unas horas de duelo o estar con él, que a ese dolor no añadan más dolor, que intenten unirlo con la esperanza de que un día podrán volverse a reunir con ellos. Y sobre todo que no tengan sentimiento de culpabilidad por cosas que podrían haber hecho o haber dejado de hacer. Creo que en esas circunstancias cada uno ha hecho lo que ha podido, nos hubiera gustado vivirlo de otra manera, pero no hay que resignarse sino vivirlo con la esperanza de que algún día todo eso se podrá volver a juntar para los que tenemos fe en el cielo y en la vida eterna.

¿Cómo sacerdote ha acompañado también a familias en esos duros momentos de despedida?

-Sí, hemos tenido algún entierro en la parroquia de personas que a lo mejor tenían cinco hijos y solo podían pasar tres, y esas situaciones son muy duras. La mayoría de esas medidas han sido durante el confinamiento. Ahora, tras el relajamiento un poco de estas medidas, me ha tocado acompañar algún sepelio y es duro, más que duro es inhumano. Tengo un compañero sacerdote que perdió a sus dos padres a causa de este coronavirus y recuerdo una frase que él decía, que por salvar a la humanidad, perdemos humanidad. Y es verdad, han sido esos momentos de que al dolor añadido por la pérdida de un ser querido se le añade no poder despedirse como a uno le gustaría, eso es muy duro.

Hay quienes se agarran a la fe en momentos duros pero también hay quienes no entiendan que pueda suceder algo así y se apartan de ella, ¿qué les diría a los segundos?

Les diría que incluso es normal volverse contra Dios y más si Dios es tan amor por qué permite esas cosas. Les diría que más que preguntarse el por qué se preguntaran el para qué, la finalidad y para qué todo esto, y que no añadan más sufrimiento al que tienen, porque si al mal le echamos más mal se genera más mal. Es verdad que hay mucho dolor y mucho sufrimiento pero en su corazón tienen algo, que es el deseo de amar, y un amor que ni siquiera la muerte puede apagarles. Entonces les invitaría a que prolonguen esos sentimientos de amor, que ese recuerdo de ese ser querido que han perdido, que ni siquiera un virus puede matar porque aunque haya muerto hace un mes, un año, siguen queriéndole, siguen amándole, pues es el signo de algo mucho más grande, de que ese amor un día podrá volverse a realizar. Por eso les invitaría a que den rienda suelta a ese sentimiento de amor que sienten hacia ellos, que es normal una revuelta hacia Dios y Él lo comprende, pero a lo mejor es la ocasión para encontrar sentido ante tanto dolor y tanto sufrimiento.

¿Se puede decir que a raíz de esta pandemia se valoran más las cosas?

Sí, quizás en estas cosas uno se da cuenta de qué es lo que verdaderamente importa. También nos ayuda a darnos cuenta de que formamos parte de una comunidad y que a lo mejor nos hemos centrado demasiado en nosotros mismos, obviando otros valores que para nosotros son referencia y el virus nos tambalea, para hacernos caer en la cuenta de qué es lo que verdaderamente importa. Creo que nos ayudará a valorar lo que verdaderamente importa, la familia, el vivir para el otro, y que este ritmo tan frenético que llevamos no va a ningún lado.


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