Le Blanc, el monasterio que acepta a religiosas con síndrome de Down

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* La comunidad francesa de las Hermanitas Discípulas del Cordero acoge desde hace más de veinte años a religiosas con esta discapacidad

* Son contemplativas, siguen la regla de San Benito y viven felices su vocación junto a las otras hermanas

sindromedownc617x266_042nac21fot1.jpg30 de octubre de 2009.-Hace apenas unos días que un actor con síndrome de Down, Pablo Pineda, ganaba el premio al mejor actor en el Festival de Cine de San Sebastián, con una película («Yo, también») que habla de amor, de ternura y de la capacidad del ser humano para romper barreras. La misma historia que se lleva viviendo desde hace 24 años en el monasterio de Le Blanc, en Francia.  Allí, la comunidad de Hermanitas Discípulas del Cordero acoge a jóvenes con síndrome de Down en su congregación. Una característica atípica en el mundo de las comunidades religiosas, donde las exigencias propias de algunas congregaciones hacen muy difícil esta integración.

(Mar Velasco / Fe y Razón / Escuchar la Voz del Señor) La posibilidad de que una persona con discapacidad pueda formar parte de una comunidad depende de los requerimientos de cada una: «Lo importante es que esta discapacidad no constituya un obstáculo o dificultad insuperable para poder llevar adelante la vida propia de la congregación, orden o instituto. No se trata de una especie de discriminación, sino más bien de un acto de caridad para con estas personas, pues puede ser muy frustrante para ellas el no poder realizar aquello a lo que se han comprometido al emitir los votos», explican desde la web www.vocación.org.  

Pero para las Discípulas del Cordero, no existe impedimento alguno.  Fundada en 1985, su vocación es eminentemente contemplativa, basada en la Regla de San Benito y en el camino de la Infancia Espiritual de Santa Teresa del Niño Jesús, y ofrece a las jóvenes con síndrome de Down la posibilidad de realizar su vocación religiosa,  acompañadas por las otras Hermanas de la comunidad.

Para Dios no hay obstáculos

«Aunque en el ámbito de lo espiritual, los términos de “validez” y de “discapacidsindromedown2c617x266_042nac21fot1.jpgad” deben relativizarse», afirma la hermana Line, responsable de la comunidad. «La discapacidad más grave ¿acaso no es la producida por el pecado, que obstaculiza la vida de Dios en el alma?», se pregunta. «Una persona que acoge plenamente la gracia se construye y se abre también humanamente», asegura.

La vida cotidiana se ajusta al «ora et labora» benedictino: participan en la misa, hacen oración y realizan trabajos de costura, bordados, repostería, etc. La comunidad está asistida por el monasterio benedictino de Fontgombault. Hoy, la comunidad reúne bajo el mismo techo a diez hermanas, felices por igual.  

En estos años, la comunidad ha recibido el apoyo de pastores y numerosas personas, entre ellas Birthe Lejeune, la viuda de Jerome Lejeune, el descubridor del Síndrome de Down. Según recuerda Birthe, que se convirtió en benefactora de las hermanitas, Lejeune pensaba “que la vocación religiosa es una llamada que podría ser para todos, incluyendo a las personas que sufren de retraso mental” y  sostenía que “este camino de encuentro íntimo con Dios, y por lo tanto el desarrollo personal está a disposición de las mujeres jóvenes con síndrome de Down, como muestran con mucha felicidad en esta comunidad”.

La comunidad fue reconocida en 1990 por el entonces Arzobispo de Tours, Mons. Jean Honoré, como una asociación pública de fieles laicos, un estatus confirmado en 1995 por el entonces Obispo de Bourges, Mons. Pierre Plateau. Con ocasión de sus 20 años de fundación, Mons. Plateau animó a las hermanitas a seguir respondiendo al llamado de Cristo y señaló que “porque las ama, Jesús las ha llamado, probablemente porque quiere que su pequeña comunidad muestre a un mundo que puede ser muy egoísta, la ternura de Dios para todos los que lo reconocen y cómo los pequeños son capaces de demostrar mucho amor y probablemente más que otros. Es su manera de proclamar la Buena Noticia”.

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