Alberto Pérez ha peregrinado hasta la JMJ de Rio 2013, 2.147 km a pie, para conseguir un corazón para Renzo, niño de 2 años: “Me movió la fe y el amor hacía Dios”

* Se ha preparado “con el evangelio diario, rezando mucho, teniendo una comunicación diaria y aprendiendo lo que el camino te enseña. En el mundo tan materialista como el que vivimos, traté de prepararme trabajando en los grados de humildad. Eso marcó un antes y un después en mi peregrinación”

* “En medio de la tormenta hice preguntas en voz alta, hablando con Dios le pregunté si realmente me estaba escuchando. Su respuesta fue más agua y más viento. Cuando paró la tormenta mi hermana me mandó un mensaje que la llamase urgente. Y cuando conseguí hablar con ella me dijo que el corazón para Renzo había llegado. Fue un momento muy emocionante”

13 de junio de 2013.- (JMJ / Camino Católico) Con tan solo 27 años el argentino Alberto Pérez, en el centro de la imagen superior, ya tiene recorridos 2.147 quilómetros a pie. Y en tan solo 2 meses. El 9 de mayo de 2013 decidió dejarlo todo, incluso su trabajo, para embarcarse en una peregrinación hasta Rio de Janeiro en un encuentro con él mismo y con la naturaleza. En su camino visitó Corrientes, Misiones, Foz de Iguaçú y São Paulo. Un día después de la llegada a la Ciudad Maravillosa, Alberto visitaba el Comité Organizador Local de la Jornada Mundial de la Juventud para encontrarse con el Arzobispo de Rio de Janeiro, Dom Orani João Tempesta e intercambiar algunas de sus experiencias vividas. Su fuerza, voluntad y su lucha demuestran, una vez más, que casos como el de Alberto deberían ser un ejemplo para el resto de mortales. 

-¿Cuál fue el motivo de venir andando hasta Rio de Janeiro, la sede de la JMJ Rio 2013?

-Quería hacer alguna cosa para ayudar a Renzo, un niño de 2 años que estaba mal del corazón y necesitaba un trasplante. Hacía 10 meses que no había donaciones. Y por eso, mi objetivo fue peregrinar hasta Rio y difundir la importancia de la donación de órganos para que en Argentina se tomara consciencia de la problemática.

-¿Cuándo tomaste la decisión de que ibas a emprender este camino?

-El día del cónclave me senté delante de la televisión diciendo “Bergoglio, Bergoglio, Bergoglio”, mi hermana estaba segura de que no iba a ser él el nuevo Papa. Y cuando salió el protodiácono y anunció “Jorge Mario” en aquél momento empecé a llorar. Mi corazón se puso a 10 mil y dentro de mí sentí que tenía que dejarlo todo y hacer algo para ayudar a otros. Aquél mismo día, mi hermana me preparó un mate, y le conté que sentía la necesidad de cambiar la realidad de otras personas en lo que estaba a mi alcance. Así que me senté enfrente del ordenador, tracé la ruta y la fraccioné en etapas. Me di cuenta de que no tenía el equipo necesario y decidí salir igualmente.

-Imagino que tu día a día era un poco rutinario.

-Todo lo contrario. Arrancaba a las 6 y media de la mañana y desayunaba. Los primeros quilómetros eran despacio, a las 2 y media paraba media hora y después seguía hasta las cinco, dependiendo de la hora en la que el sol se ponía. Hacía entre 40 y 70 quilómetros por día, pero nunca sabía dónde me iba a acostar. Dormí 3 veces en una cama, que la gente que me encontraba en el camino me regaló. El resto de días dormía en estaciones de servicio, baños, incluso entre dos tanques de combustible.

-¿Llevaste dinero?

-Entré a Brasil con 3 reales y sin tarjeta de crédito. Y a partir de allí tuve que pedir agua y comida. Cuando paraba a estaciones de servicio y explicaba mi misión, no solo me ofrecían comida y café, sino que juntaban monedas y me las daban.

-¿Pasaste hambre?

-Sí. Hubo 2 periodos largos que estuve sin comer. El último fueron 3 días seguidos. Me alimentaba a base de líquidos. Bebía 9 litros de agua por día.

-¿Físicamente te habías preparado?

-Yo vivo caminando, la primera vez que hice una peregrinación fueron 70 quilómetros hasta Itatí. Pero con esta entendí que una peregrinación no tiene nada que ver con el entrenamiento físico. El cuerpo tiene sus límites. Por mucho que te entrenes llega un momento que el cuerpo te dice hasta aquí llegaste. Y es en este momento que entra en juego la motivación. A mi me movió la fe y el amor hacía Dios. Hubo días que las piernas dolían, la mochila pesaba, pero trataba de pensar en la pobreza que me encontraba por el camino y eso me daba fuerzas para seguir.

-En estos 2 mil quilómetros ¿qué es lo más duro que te pasó?

-Estaba caminando, era oscuro y se me acercaron 3 jóvenes con luces que venían hacia mí. En la ruta no había absolutamente nadie. Cuando estaban a menos de 50 metros, me paré y empecé a rezar en voz alta. Le pedí a Dios que me protegiera. Ellos lo escucharon, se quedaron parados, se dieron la vuelta y se fueron. Hubo otro día que también estuve a punto de tener un accidente. 

-Impresionante. ¿Y el momento más bonito?

-Yo estaba en São Miguel de Iguaçú y me cogió una tormenta tan fuerte que me tuve que parar debajo de un árbol. Por un momento sentí flojera. Pero algo dentro de mí me decía “no te pares y sigue caminando”. Continué mi ruta y cada vez que pasaba por un indicador de quilómetro rezaba para que apareciera un corazón para Renzo. En medio de la tormenta hice preguntas en voz alta, hablando con Dios le pregunté si realmente me estaba escuchando. Su respuesta fue más agua y más viento. Cuando paró la tormenta mi hermana me mandó un mensaje que la llamase urgente. Y cuando conseguí hablar con ella me dijo que el corazón para Renzo había llegado. Fue un momento muy emocionante.

-También hubo cosas que no estaban planeadas y te sorprendieron. ¿Algún ejemplo?

-Una familia de judíos que me hospedaron. Charlando con ellos tuvieron la necesidad de indagar más sobre Dios y la fe porque no podían entender que yo estuviera caminando entregado a las manos de Dios. Me di cuenta que la mayoría de los muros creados en la sociedad los armamos nosotros.

-¿Tienes muchos recuerdos?

-Los he ido apuntando en una libreta. En otra libreta también tengo anotaciones para escribir un libro en el que explique el inicio de un largo camino. Pero los recuerdos más fuertes los tengo en el corazón.

-¿Cómo te has preparado espiritualmente?

-Con el evangelio diario, rezando mucho, teniendo una comunicación diaria y aprendiendo lo que el camino te enseña. En el mundo tan materialista como el que vivimos, traté de prepararme trabajando en los grados de humildad. Eso marcó un antes y un después en mi peregrinación.

-Tengo entendido que tu objetivo es entregarle al Santo Padre un documento con 12 puntos.

-Quiero pedirle al Papa Francisco que lea ese documento y que rece por esos 12 puntos, como por ejemplo pedir una iglesia más humilde, pedir por la gente que está sufriendo, la que está detenida, etc.. Pero sobre todo quiero que difunda el tercer punto que se basa en la donación de órganos.

-¿Qué has aprendido de este viaje?

-A ver la vida desde otra óptica. Una óptica más sencilla, más humilde, encontrar amor en todo, incluso en los momentos que tenía una pequeña discusión o cuando me cerraron las puertas.

-¿Lo volverías a repetir?

-Racionalmente, no. Analizando los peligros y las dificultades, no. Ahora, si lo siento, sí.

¿Qué esperas de esta Jornada Mundial de la Juventud?

-Espero con alegría, ansiedad y emoción que llegue esta Jornada. También tengo ganas de regresar a mi tierra y contar lo vivido. Voy a volver contento, cambiado, como un hombre nuevo. Pero también sé que la respuesta la voy a tener al final de la Jornada. Después de Rio, mi vida va a cambiar y podré estar en condiciones de decir si voy a luchar para ser padre de familia o voy a luchar para seguir al Señor.

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