Antonio, 53 años, sin techo de Barcelona, con traje y corbata: «Todo el mundo puede acabar en la calle»

Vivió un tiempo en la calle después de perder su trabajo. Vive desde hace cuatro años y medio en un piso compartido del Centro de Acogida Asís de Barcelona

* «Generalmente, se piensa que un sin techo es una persona sin recursos personales, sin cultura, atrapada por el alcohol, pero aquí hay , entre otros perfiles, un profesor universitario de matemáticas, un ingeniero agrónomo y dos licenciados en filosofía»

* «Es que no te ven. Eres invisible. Y te sientes tan hundido … Hace un tiempo hice el camino de Santiago y cuando atravesé los Monegros no me sentía tan solo como cuando estaba en medio de la plaza Cataluña»

6 de mayo de 2014.- (Virtudes Pérez / El Punt Avui  / Camino Católico) De vez en cuando , Antonio va a los colegios a dar charlas. Y, sólo con su presencia, pone fin a todos los tópicos que rodean la figura de un sin techo. No va sucio ni tiene una botella de vino al lado. Ni duerme en un mar de cartones. A menudo es él quien consuela a los jóvenes perplejos que le piden disculpas por si lo han ofendido con sus definiciones improvisadas . Está acostumbrado. Su imagen es también una de sus armas. «No piense que me he vestido así para la ocasión. Yo visto así cada día «, subraya . Y sus ojos , tímidos , se cargan de orgullo , un orgullo ganado a pulso que le distancia cada vez más del hombre que hace cuatro años y medio se encontró tirado en plena calle casi sin darse cuenta.

Hoy Antonio, de 53 años, vive en un piso compartido de Asís, un centro de acogida para personas sin hogar  que hay en la calle Isaac Albéniz del barrio de Sarria de Barcelona, entre la ronda de Dalt y la vía Augusta. Soltero, sin hijos, sin familia, sin ingresos ni trabajo asalariado, tiene claro que «todo el mundo puede acabar en la calle». En su caso, el detonante fue la pérdida del trabajo. Administrativo de formación, trabajaba de informático. La crisis le dejó en la calle. “Los ingresos dejaron de entrar y los gastos no paraban de llegar», recuerda. Al principio los amigos le ayudaban. Luego lo fueron olvidando. «Incluso con la familia pasa. Llega un momento que no puede más. Que ya no aguanta . Muchos abuelos están manteniendo hijos y nietos «, asegura.

En el centro ha conocido a mucha gente como él. Mucha gente que nunca habría pensado que se encontraría durmiendo en un banco, mucha gente que todavía no se lo cree, que no lo acepta. «Generalmente, se piensa que un sin techo es una persona sin recursos personales, sin cultura, atrapada por el alcohol, pero aquí hay , entre otros perfiles, un profesor universitario de matemáticas, un ingeniero agrónomo y dos licenciados en filosofía » , relata . Por eso le indignan los tópicos. Y por eso ha decidido luchar. Es una de las razones de su vida, como también lo es compartir la historia de su superación.

“Este mundo no gusta a nadie, pero si la persona es frágil necesita aún más ayuda para salir adelante”.  Tiene claro que la calle es cruel. Destructiva. Y que cuanto más tiempo pasas, peor. “Te destroza la salud mental y cuesta mucho rescatar a la gente que hace mucho tiempo que vive en la calle», dice .

Él sólo pasó un par de meses. Hasta que un cura de una parroquia del barrio de Sants de Barcelona le aconsejó que pidiera apoyo al centro Asís. Llegó con muchos prejuicios. Desconfiaba del proyecto porque estaba en la zona alta de Barcelona. «Pensaba que podía esperar poco de la gente pija. Estaba equivocado. Los más de un centenar de voluntarios que tiene Asís son gente del barrio, gente acomodada que el día 1 de enero a las siete de la mañana están haciendo cola para hacer bocadillos . Me ayudaron muchísimo.»

Dos meses. Sólo. Pero fueron suficientes para entender el significado profundo de la palabra soledad. «Es que no te ven. Eres invisible. Y te sientes tan hundido … Hace un tiempo hice el camino de Santiago y cuando atravesé los Monegros no me sentía tan solo como cuando estaba en medio de la plaza Cataluña».

Por eso es tan importante su discurso. Su ejemplo. «La gente debe entender que si tropiezas has de levantar y que la vida es como una bicicleta . Con subidas y bajadas . Porque , si dejas de pedalear , caes”. Lo dice con una sonrisa que rezuma una cierta sensación de victoria. Y eso que aún es dependiente, que todavía tiene mucho camino por recorrer.

De momento trabaja, y mucho, en el mismo centro Asís. «Intento devolver una mínima parte de lo que me han dado», subraya. Y lo está consiguiendo con creces. Les ha diseñado e instalado una sala con ordenadores, hace de secretario en la Asamblea de Personas Atendidas, lleva el equipo de comunicación, está intentando poner al día las redes sociales, ayuda en la organización de las salidas a la montaña … Y en el ámbito particular tiene una consultoría de mantenimiento informático a domicilio.

Pero no es fácil. «Cuando se ha llegado al fondo, cuesta mucho levantarte». En las dificultades de este proceso, culpa la administración, que, «en lugar de ayudar, pone trabas». «Estoy muy decepcionado. Nadie nos escucha. Te criminalizan. No entienden que si vas sucio es porque no te puedes duchar y si llevas ropa sucia es porque no tienes lavadora y que si orinas en la calle es porque no tienes ningún otro lugar si no vas a una gasolinera, una biblioteca o un mercado público. Y encima te multan con 90 euros”.

Él, que parece todo un empresario , no tendría problemas para recurrir a cualquier bar en caso de urgencia . Ahora no. Y esto que sigue siendo un sin techo. “Como muchos otros bien vestidos que nos cruzamos por la calle «, sentencia.

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