Antonio Merino, bailaor: «Tenía pánico a conducir, el Señor me llevó a trabajar a Almería y en mis viajes rezaba. Gracias a la oración, he superado mi fobia»

* «La oración para mi es todo; es mi mejor herramienta para estar anclado al Padre; es mi ‘pozo de sabiduría’ del cual bebo continuamente. La oración está presente en mi día a día: por la mañana oro al Padre, a mediodía a María, ‘madre de la Esperanza’ y por la noche hago mi acción de gracias al Padre por todo lo vivido, recibido y sentido. La Oración es una de las cosas más maravillosas que nos dejó el Padre, con la oración siempre estás protegido, hace que te sientas cerca de Él, es también un modo de iluminar tu vida, de poner color y amor con ella. La recomiendo porque la siento como una divina serenidad sostenida»

Camino Católico.-  Antonio Merino es bailaor y ha participado en el Festival del Espíritu junto a la banda de Zamarrilla. Está convencido de la fuerza de la oración y a ella dedicó su Trabajo Fin de Grado en Pedagogía de la Danza Española, con un estudio sobre la danza en las Sagradas Escrituras. Reconoce que tiene pánico a conducir y este año ha vivido una experiencia que le ha hecho crecer: «el Señor me llevó a trabajar a Almería y todos mis viajes comenzaban con la invocación al Espíritu Santo, continuaban con la Santa Misa en Radío María y concluían con mis conversaciones con la Virgen de la Esperanza; y gracias a la oración, he superado mi fobia», asegura a Encarni Llamas Fortes en Diócesis de Málaga.

«En casa siempre se ha vivido un ambiente de oración», explica Antonio, «recuerdo de pequeño a mamá rezando conmigo en la cama la oración de los cuatro angelitos. Era un niño muy miedoso y eso me calmaba. También recuerdo acompañar a papá a Misa y cómo, mientras rezábamos a su nazareno, me cogía de la mano. Y no me olvido de mi abuela a la que recuerdo en los días de tormenta como me animaba a que le rezáramos a santa Bárbara para que parasen los truenos. Sería difícil decir quién fue quien me inició, ya que la oración ha estado en mi vida desde siempre».

Y es que, la oración para él es «todo; es mi mejor herramienta para estar anclado al Padre; es mi “pozo de sabiduría” del cual bebo continuamente. La oración está presente en mi día a día: por la mañana oro al Padre, a mediodía a María, “madre de la Esperanza” y por la noche hago mi acción de gracias al Padre por todo lo vivido, recibido y sentido».


Antonio reconoce que, en todos los momentos se ha agarrado a la oración: «en los buenos, en los dulces, en los de despedida, en los momentos de dar gracias y en los más duros de mi vida, como la pérdida de mi padre. Es un “chollo” el que tenemos los cristianos en la fuerza de la oración».

La danza en la Sagrada Escritura

Su trabajo fin de grado versó sobre la danza en la Sagrada Escritura y es que, en palabras de Antonio, «orar es hablar con Dios y meditar es escuchar a Dios; y para poder bailar tienes que meditar y estar en ti. Desde ese estado, yo conecto con el Padre, lo escucho y le ofrezco mi oración en forma de baile. ¡Cuántas veces me ha salvado la danza en oración! Siempre que bailo le digo al Señor: recuerda que cada vez que suba mis brazos al cielo es para decirte que te quiero, cada vez que me envuelvo en el mantón es como si enviara flores a María y los repiqueteos de castañuelas son vítores al Señor.

Ya los primeros Padres de la Iglesia nos hablaban de baile y oración. También encontramos la danza en los salmos: Salmo 30, 11, ‘has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría’, Salmo 149, 3 ‘¡alaben su nombre con la danza, con tamboril y cítara salmodien para él!’».


Antonio recomendaría la oración a alguien que no la tuviera presente en su vida porque «sin duda, es una de las cosas más maravillosas que nos dejó el Padre, con la oración siempre estás protegido, hace que te sientas cerca de Él, es también un modo de iluminar tu vida, de poner color y amor con ella. La recomiendo porque la siento como una divina serenidad sostenida».

Para él es difícil elegir sólo una oración: «no puedo pasar sin la invocación al Espíritu Santo, al rezar el rosario se me eriza la piel con las letanías a María y el Ángelus es imprescindible para mí».


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