Papa Francisco en el encuentro de oración con Bartolomé I, Shimon Peres y Mahmoud Abbas : «Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra»

«Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: «¡Nunca más la guerra»; «con la guerra, todo queda destruido». Infúndenos el valor de llevar a cabo gestos concretos para construir la paz. Señor, Dios de Abraham y los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos»

8 de junio de 2014.- (Radio Vaticano Camino Católico) El Papa Francisco ha recibido este domingo en la tarde en el Vaticano a los presidentes de Israel y Palestina, Shimon Peres y Mahmoud Abbas para hacer juntos la “invocación por la paz” por Oriente Medio. En el vídeo que encabeza esta información puede verse y escucharse un fragmento de la oración del Papa Francisco.

Los presidentes han llegado puntualmente a la Casa de Santa Marta, residencia del Pontífice. Los presidentes han tenido luego un encuentro privado separadamente con el Papa Francisco. El presidente Shimon Peres ha abrazado el Papa Francisco a su llegada  repitiendo en inglés: ¡Gracias! ¡Gracias! El intérprete del Papa Francisco ha sido el padre Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa. El Papa ha agradecido al presidente Abbas por su presencia  y reconoció que su jornada había sido ajetreada. Abbas ha llegado al Vaticano desde Egipto donde participó a un evento oficial.

El Patriarca Bartolomé I se ha unido al encuentro saludando en la sala de ingreso de la residencia de Santa Marta a los mandatarios, antes de salir los cuatro en un autobús que los ha llevado a  200 metros donde se realizó el encuentro. Los líderes conversaban con naturalidad y cercanía.

El escenario del encuentro entre las delegaciones ha sido los jardines del Vaticano.  Lugar “neutro” para reunir las delegaciones de Palestina e Israel. 

«Estamos reunidos en este lugar, israelíes y palestinos, judíos, cristianos y musulmanes, para ofrecer nuestra oración por la paz, por la Tierra Santa y por todos sus habitantes». Con estas palabras leídas en inglés por una delegada, se hizo la introducción del evento, tras un fondo musical. Papa Francisco se ubicó en la silla central, Shimon Peres a su derecha y Mahmud Abbas a su izquierda.

Las comunidades han hecho una plegaria por la Creación, una petición de perdón y al final han pedido por la paz. La invocación ha seguido un orden cronológico de las tres religiones: hebraísmo, cristianismo e islam. Las oraciones han estado a cargo de diversos representantes, entre ellos, el rabino de la comunidad judía de Estados Unidos, David Rosen, el cardenal Peter Tukson y el Patriarca Bartolomé I. Sucesivemante, el Papa Francisco, Peres y Abbas han hecho un discurso breve para evocar la reconciliación. 

Con un gesto de paz, en el que han participado también, el Patriarca, todos se han dado la mano y después el Papa Francisco los ha acompañado a plantar un olivo, símbolo de la paz. Mientras que los violines sonaban para dar un ambiente solemne y sentimental.

Terminada la celebración los cuatro han permanecido uno al lado del otro mientras las delegaciones han pasado a saludarlos. Sucesivamente, el Santo Padre, los dos Presidentes y el Patriarca se han reunido en la Casina de Pío IV para hablar en privado. Al final, Shimon Peres y Mahmud Abbas han dejado el Vaticano mientras el Papa Francisco y el Patriarca Bartolomé han vuelto a la Casa de Santa Marta. El texto del discurso completo del Papa Francisco es el siguiente:

Señores Presidentes, Santidad, hermanos y hermanas

Los saludo con gran alegría, y deseo ofrecerles, a ustedes y a las distinguidas Delegaciones que les acompañan, la misma bienvenida calurosa que me han deparado en mi reciente peregrinación recién realizada a Tierra Santa.

Gracias desde el fondo de mi corazón por haber aceptado mi invitación a venir aquí para implorar de Dios, juntos, el don de la paz. Espero que este encuentro sea un camino nuevo en busca de lo que une, para superar lo que divide.

Y gracias a Vuestra Santidad, venerado hermano Bartolomé, por estar aquí conmigo para recibir a estos ilustres huéspedes. Su participación es un gran don, un valioso apoyo, y es testimonio del camino que, como cristianos, estamos siguiendo hacia la plena unidad.

Su presencia, Señores Presidentes, es un gran signo de fraternidad, que hacen como hijos de Abraham, y expresión concreta de confianza en Dios, Señor de la historia, que hoy nos mira como hermanos uno de otro, y desea conducirnos por sus vías.

Este encuentro nuestro para invocar la paz en Tierra Santa, en Medio Oriente y en todo el mundo, está acompañado por la oración de tantas personas, de diferentes culturas, naciones, lenguas y religiones: personas que han rezado por este encuentro y que ahora están unidos a nosotros en la misma invocación. Es un encuentro que responde al deseo ardiente de cuantos anhelan la paz, y sueñan con un mundo donde hombres y mujeres puedan vivir como hermanos y no como adversarios o enemigos.

Señores Presidentes, el mundo es un legado que hemos recibido de nuestros antepasados, es verdad, pero es también un préstamo de nuestros hijos: hijos que están cansados y agotados por los conflictos y con ganas de llegar a los albores de la paz; hijos que nos piden derribar los muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo y de la paz, para que triunfen el amor y la amistad.

Muchos, demasiados de estos hijos han caído víctimas inocentes de la guerra y de la violencia, plantas arrancadas en plena floración. Es deber nuestro lograr que su sacrificio no sea en vano. Que su memoria nos infunda el valor de la paz, la fuerza de perseverar en el diálogo a toda costa, la paciencia para tejer día tras día el entramado cada vez más robusto de una convivencia respetuosa y pacífica, para gloria de Dios y el bien de todos.

Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo.

La historia nos enseña que nuestras fuerzas por sí solas no son suficientes. Más de una vez hemos estado cerca de la paz, pero el maligno, por diversos medios, ha conseguido impedirla. Por eso estamos aquí, porque sabemos y creemos que necesitamos la ayuda de Dios. No renunciamos a nuestras responsabilidades, pero invocamos a Dios como un acto de suprema responsabilidad, de cara a nuestras conciencias y de frente a nuestros pueblos. Hemos escuchado una llamada, y debemos responder: la llamada a romper la espiral del odio y la violencia; a doblegarla con una sola palabra: «hermano». Pero para decir esta palabra, todos debemos levantar la mirada al cielo, y reconocernos hijos de un mismo Padre.

A él me dirijo yo, en el Espíritu de Jesucristo, pidiendo la intercesión de la Virgen María, hija de Tierra Santa y Madre nuestra.

Señor, Dios de paz, escucha nuestra súplica.
Hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas abatidas… Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: «¡Nunca más la guerra»; «con la guerra, todo queda destruido». Infúndenos el valor de llevar a cabo gestos concretos para construir la paz. Señor, Dios de Abraham y los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos, danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino. Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón. Mantén encendida en nosotros la llama de la esperanza para tomar con paciente perseverancia opciones de diálogo y reconciliación, para que finalmente triunfe la paz. Y que sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre «hermano», y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam. Amén.

Papa Francisco

El vídeo completo de la transmisión realizada por el Centro Televisivo Vaticano

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