Bassel Habkouk sobrevivió atrapado 52 horas bajo los escombros en el terremoto de Turquía: «Clamé a la Virgen María que no me abandonó y Dios me protegió»

* «Desde niño me criaron en las tradiciones y costumbres de mi pueblo, Magdouché en el Libano. Allí me enseñaron la importancia de las fiestas católicas, creo en el Señor y he buscado la intercesión de Su madre, la Virgen María, a lo largo de mi vida»

A.L.M. / Camino Católico.- Bassel Habkouk es joven católico libanés y padre de dos hijos, que el 6 de febrero de 2023 inició una visita turística a Turquía junto a su amigo Elías Al-Haddad. Habían aterrizado hacía escasas horas cuando el terremoto de Turquía de magnitud 7,8 sacudió indiscriminadamente también a su país vecino sirio. Invocar a la Virgen María y centrarse en su fe le mantuvo vivo entre los escombros 52 horas hasta que fue rescatado: “Cuando los escombros cayeron sobre mí, caí al suelo gritando desde el fondo de mi corazón: ¡Oh María!. Seguí clamando a la Virgen María durante los siguientes 40 segundos hasta que cesó el terremoto y luego comencé a rezar el rosario insistentemente. Dios me protegió y la Virgen María no me abandonó”, relata a ACI Mena.

Habkouk y su amigo quedaron sepultados y cuenta que “Elías me habló y me pidió ayuda, pero yo no podía moverme ni hacer nada por él. Después de unas seis horas, ya no escuché su voz. Estuve bajo los escombros durante 52 horas, atrapado en un espacio de unos 2 metros de largo y 40 centímetros de ancho. Expuesto al aire frío sin saber de dónde venía, no tuve ni hambre ni sed, aunque todavía tenía comida en mi poder”.

Bassel Habkouk se las ingenió para tratar de llamar la atención de los equipos de rescate: “Encontré un tubo de plástico de aproximadamente un metro de largo y lo usé para golpear los escombros a mi alrededor para que los rescatadores supieran dónde estaba», explica.

Bassel Habkouk cuando fue rescatado el 8 febrero de los escombros del terremoto de Turquía, después de estar 85 horas sepultado

Se desesperó cuando, tras oírle, acudieron los equipos de emergencia pero en lugar de rescatarle a él, salvaron a otra víctima que se encontraba cerca del foco de ruido que logró hacer Habkouk. Durante cinco horas, los equipos de emergencias estuvieron rescatando a otros heridos y atrapados que estaban cerca del libanés y se marcharon, sin ser conscientes de que seguía bajo los escombros: así empezó un nuevo espacio de tiempo de agonía y soledad para Habkouk. Las horas le parecían interminables, sobre todo porque cree que nunca será rescatado por su nacionalidad libanesa.

El miércoles 8 de febrero por la mañana, llegaron los rescatistas turcos para ayudarlo. Después de más de 52 horas, finalmente salió de debajo de los escombros. Eran las 7 de la mañana.

Aquella no fue la primera vez que acudía a la intercesión de la Virgen: “Desde niño me criaron en las tradiciones y costumbres de mi pueblo, Magdouché. Allí me enseñaron la importancia de las fiestas católicas, creo en el Señor y he buscado la intercesión de Su madre, la Virgen María, a lo largo de mi vida”, explica.

En , a 50 kilómetros al sur de la capital de Líbano, no es raro ver a sus habitantes haciendo la señal de la cruz cada vez que salen de la localidad. Mientras pronuncian una jaculatoria, “en ti ponemos nuestra esperanza, oh Madre de Dios”. Habkouk asegura que “así continúan adelante, confiados en el Señor por la intercesión de la Virgen María y agradeciendo su cuidado, especialmente en los viajes más difíciles”.

Pero fue su madre, sobre todo, la que se encargó con su ejemplo de fomentar en Habdouk la fe en Dios y la devoción por María y los santos. Cada mañana recuerda cómo iba al santuario de Nuestra Señora de Mantara a pedir la intercesión de la Virgen y la protección de sus hijos.

Bassel Habkouk es recibido por los vecinos de Magdouché, su pueblo natal en el Líbano, después de sobrevivir al terremoto de Turquía

“Cuando empezó el devastador terremoto de Turquía, ella le prometió a la Virgen María que si su hijo regresaba sano y salvo de Turquía, bajaría descalza desde el pueblo hasta el santuario de Nuestra Señora de Mantara y entraría conmigo en la cueva donde se erige el monumento. Al regresar a casa, ella cumplió su promesa”, asegura.

El joven libanés no puede describir con palabras la felicidad que le invadió al volver a su hogar, a salvo, junto a su familia, ante una recepción de multitudes y el atronador repique de campanas.

“La alegría de la gente de Magdouché era indescriptible. Estoy muy agradecido por el amor de todos los que me recibieron”, concluye.


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