Belén, Claudia, Jesús García y Jesús Trujillo han respondido a la llamada del Señor en la JMJ de Madrid a ser religiosas, a la vida matrimonial y al sacerdocio

* Belén Manrique: «A mí lo de las monjas siempre me ha parecido una cosa de otro siglo, algo horrible. Pero con todo lo que Dios me había dado esa semana, no podía ser tan egoísta y decirle que no si sentía que me llamaba»

* Claudia: «Cualquiera que me ve por ahí no piensa que voy a la iglesia y que quiero ser monja. Mi familia también se sorprendió, porque siempre he sido muy rebelde. No solo por mi forma de vestir, sino también por mi actitud»

* Jesús García: «Después de años sin pisar la iglesia, me encontré en una capilla pidiéndole a Dios que me diera coraje para decirle que la quería, algo que no habría hecho jamás»

* Jesús Trujillo: «Fue mi acercamiento a los voluntarios, y mi trabajo coordinando las acogidas, lo que me dio el empuje», para discernir la llamada al sacerdocio

5 de Octubre de 2011.- Era el mes de Junio de 2011. Belén tiene 23 años, y padece la típica crisis de los jóvenes de su edad: terminar la carrera, no encontrar trabajo y no saber qué hacer con su vida. Claudia con tan sólo 18 años hace 12 meses que canta en el coro de su parroquia y su imagen es de inconformista y rebelde.  A  Jesús García, 47 años, también le preocupa estar en el paro, pero más aún encontrar a alguien con quien casarse y formar una familia. Jesús Trujillo comparte su tiempo entre la universidad y su trabajo voluntario en la Diócesis de Sevilla, y le inquieta hallar su verdadera vocación.

(Tibisay ZeaFotografías: Isabel Permuy / ABCSeptiembre de 2011. Belén ha conseguido saber a qué quiere dedicar su vida: monja misionera. Claudia también ha descubierto que  su vocación es la de religiosa. Jesús García se ha comprometido para casarse. Jesús Trujillo ha ingresado en el Seminario de Sevilla. A todos les ha cambiado la vida durante este verano. Y es que, a poco más de un mes de la despedida de Benedicto XVI en Madrid, se empiezan a apreciar los primeros frutos de la Jornada Mundial de la Juventud.

Belén Manrique: «Fue un momento de escuchar a Jesús dentro de mí, que estaba allí conmigo y que me quería. Nunca le había sentido tan intensamente»

Belén Manrique
Belén Manrique

Belén Manrique pertenece a una familia muy católica, y en su crisis existencial le había pedido a Dios que la orientara para saber qué puede hacer una chica recién graduada de periodista, como ella, sin trabajo en Madrid. Con este deseo, se apuntó como voluntaria para la JMJ: «Estaba esperando escuchar lo que Dios tenía que decirme esa semana», cuenta. Ha asistido a la JMJ de Colonia (2005) y a la de Sidney (2008). Pero, como ella misma dice, en esas ocasiones no se enteró «de absolutamente nada» de lo que había dicho el Papa, en parte porque hablaba otro idioma y también porque ella había ido más por pasar un rato divertido y por conocer el país que por escuchar mensajes religiosos. Sin embargo, esta vez ha sido diferente: «He sentido que Benedicto ha venido a verme a mí, y no he tenido que gastarme ni un duro. Además, ha hablado en mi idioma. Algo tenía que decirme Dios».

La respuesta llegó en Cuatro Vientos, durante la vigilia. Belén estaba trabajando como voluntaria. El sábado 20 de agosto, después de una larga jornada bajo el sol, decidió salir a descansar. Pero a las 8 de la tarde, cuando quiso entrar de nuevo para escuchar el discurso, ya habían cerrado las puertas y no dejaban entrar a nadie. A peregrinos de todo el mundo, que se agolpaban en las puertas, les fue negado el acceso, y Belén estaba entre ellos. Cuando ya se resignaba a no escuchar el mensaje del Papa, llegó una voluntaria polaca suplicando al guardia de seguridad que la dejara entrar porque había dejado a sus niños solos dentro, y además tenía una medicación que debía tomar urgentemente. Pero el guardia no entendía inglés, así que Belén se acercó y sirvió de traductora. «Convencí al policía. Nos dejaron pasar a ella y a mí, justo en el momento en el que estaba llegando Benedicto. Ella fue a por la medicina. Y yo me quedé escuchando». Para ella fue una señal: «Cuando era imposible entrar, Dios me metió en la vigilia a través de esta chica polaca y pude escuchar al Papa fenomenal». A diferencia de otras ocasiones, esta vez Belén estaba sola, y pudo prestar atención. «Fue un momento de escuchar a Jesús dentro de mí, que estaba allí conmigo y que me quería. Nunca le había sentido tan intensamente», cuenta. Ese día, algo había cambiado dentro de ella.

El lunes 22 de agosto Kiko Argüello, líder del movimiento católico «Camino neocatecumenal», hizo un encuentro vocacional en la plaza de Cibeles. Belén asistió, temerosa porque quizá se sentiría llamada para ser monja. En este tipo de actos, normalmente Kiko hace una oración colectiva para que Dios encienda la llama de quienes deseen convertirse en misioneras de Cristo, y pide que quienes sean llamados suban a la tarima. Belén tenía miedo: «A mí lo de las monjas siempre me ha parecido una cosa de otro siglo, algo horrible. Pero con todo lo que Dios me había dado esa semana, no podía ser tan egoísta y decirle que no si sentía que me llamaba». Esta vez Kiko pidió que subieran «nuevas misioneras dedicadas a la vida consagrada». Y Belén en ese instante despertó: «Sentí que eso era lo que yo quería hacer con mi vida, se me quitaron el miedo y la vergüenza, salté una valla que tenía delante y subí entre las primeras». El 1 de noviembre se marcha a Etiopía a cumplir su recién descubierto sueño: convertirse en misionera.

El fuerte viento arranca a Benedicto XVI el solideo que lleva en su cabeza. La fuerte y breve tormenta ha interrumpido el discurso del pontífice en Cuatro Vientos. (FOTO: REUTERS).
El fuerte viento arranca a Benedicto XVI el solideo que lleva en su cabeza. La fuerte y breve tormenta ha interrumpido el discurso del pontífice en Cuatro Vientos.

Claudia: «Ahora veo la importancia de ser humilde».

«La primera vez que sentí a Dios muy fuertemente fue cuando el Papa habló a los jóvenes en la vigilia de Cuatro Vientos».Claudia cuenta que ese día se emocionó tanto que empezó a llorar a ríos. «Verme rodeada —relata— de tanta gente que vino de todas partes del mundo, y ver que incluso con la tormenta el Papa se quedó allí con nosotros, me llenó de coraje». Coraje porque, desde ese día, con tan solo 18 años de edad, Claudia se empezó a plantear la idea de dedicarse a la vida religiosa. «Esa semana me di cuenta de que en realidad la Iglesia es una gran familia».

Para Claudia no ha sido fácil: llegó a Madrid hace seis años y dejó a sus padres en Perú para vivir con sus abuelos. Se apuntó a la confirmación en una parroquia cercana a su casa, en Vallecas. Una amiga fue quien la convenció. Hace un año se metió en el coro de la iglesia, y hoy cuenta que allí ha encontrado a sus verdaderos amigos.

«Cualquiera que me ve por ahí no piensa que voy a la iglesia y que quiero ser monja. Mi familia también se sorprendió, porque siempre he sido muy rebelde. No solo por mi forma de vestir, sino también por mi actitud»,cuenta esta chica de origen peruano. «Ahora veo la importancia de ser humilde».

Jesús García: «Todo lo que me pasó esa semana es obra de él, me he convencido»

A Jesús García lo llamó una empresa, subcontratada por el CEU, para trabajar en el área de sistemas durante la Jornada Mundial de la Juventud. «Para mí era un trabajo como cualquier otro. No me preocupaba en lo más mínimo la Iglesia ni me llamaba la atención la visita del Papa». Pero durante los meses en los que estuvo contratado sucedieron cosas especiales. «No he tenido ambiente de trabajo mejor en mi vida. Incluso en días en los que tocaba quedarse veinte horas seguidas, llegaba a casa cansado pero tenía ganas de que llegara el día siguiente para volver». Pero además de eso a Jesús le atrajo una compañera de trabajo. «Después de años sin pisar la iglesia, me encontré en una capilla pidiéndole a Dios que me diera coraje para decirle que la quería, algo que no habría hecho jamás». El último día se atrevió, y un mes después se han comprometido para casarse.

«Le he pedido cosas a Dios durante ese tiempo y se me han cumplido. Todo lo que me pasó esa semana es obra de él, me he convencido».Ahora se siente motivado para ir a misa, cosa que antes le parecía «ridícula». Explica que no lo hace por «consumir religión, sino por la alegría que me produce hablar con Dios».

Jesús Trujillo: «Y entonces sentí que la Iglesia estaba viva»

Jesús Trujillo
Jesús Trujillo

A más de 500 kilómetros de distancia, vive otro joven que encontró también su vocación en la JMJ. Jesús Trujillo cumple hoy una semana desde que ingresó en el Seminario de Sevilla. Hace un año, mientras cursaba el último curso de filología inglesa en la universidad de esa ciudad, ni se lo hubiera planteado. Pero desde septiembre de 2010 empezó a trabajar como voluntario en la Diócesis, en la organización de acogidas de las Jornadas Mundiales de la Juventud, y esa experiencia lo marcó para siempre. «Fui conociendo a los peregrinos a través de los correos electrónicos que intercambiábamos, me di cuenta de todo el empeño que ponían en conseguir el dinero para venir a España, y la ilusión que tenían. Además, fue muy estimulante porque era la primera vez que podía poner en práctica mi profesión, pues podía hablar y escribir en inglés», relata.

Benedicto XVI saludando a los jóvenes que le hicieron preguntas
Benedicto XVI saludando a los jóvenes que le hicieron preguntas

Desde abril, justo después de la Semana Santa, empezó a sentirse atraído por la idea de consagrarse. «Fue mi acercamiento a los voluntarios, y mi trabajo coordinando las acogidas, lo que me dio el empuje», explica. Después hizo un curso de discernimiento y en junio ya tenía la decisión tomada. Ya la propia semana de la JMJ le sirvió de «reafirmación». La experiencia más intensa ocurrió del 11 al 14 de agosto, en los llamados «días de la Diócesis», una actividad previa a la JMJ en la que los peregrinos se reúnen para conocer más de cerca la Diócesis. El último día se juntaron en la plaza del Triunfo más de 5.000 personas para la celebración de la Eucaristía. «Y entonces sentí que la Iglesia estaba viva», relató.

Pequeñas y grandes cosechas

Cada una de las ediciones de la JMJ es un movimiento telúrico en la vida de personas dispersas por todo el mundo. En Madrid, por ejemplo, estaban dos jóvenes que escaparon clandestinamente de un país dictatorial de Asia, arriesgándose a la cárcel si se descubría su escapada. En realidad, los frutos se producen en muchos frentes. El primero es el cambio de vida: acercamiento a Jesucristo, entrega a otra persona en el matrimonio o a Dios en la vida consagrada, trabajo de voluntariado, etc. El fruto que el Papa espera es el que indicó en el lema: que los jóvenes queden «arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe».

Y eso tiene manifestaciones más «ligeras»: los jóvenes se desinhiben a la hora de manifestar su fe, cambian su percepción de Iglesia envejecida por la de Iglesia joven, contagian una visión más «laical» y menos «clerical» de la vida cristiana… e incluso levantan, con su alegría, la moral de los católicos del país anfitrión.

A los obispos les sientan bien las JMJ, pues redescubren la catequesis, revalorizan las actividades juveniles, la ayuda vocacional, etc. El cardenal George Pell, organizador y anfitrión de la JMJ de 2008 en Sidney, lleva dos años ordenando más sacerdotes que nunca, después de una fase de «languidez» que duraba ya tres décadas. Según Elizabeth Arblaster, del Centro Vocacional de Sidney, «muchos laicos se han presentado voluntarios a coordinadores vocacionales de las parroquias, ayudando a otros chicos y chicas a tomar decisiones fundadas».

El padre Michael de Stoop, director del Centro Vocacional, considera que su papel «no es reclutar sino aconsejar. Por ejemplo, he ayudado a muchos hombres jóvenes a descubrir su llamada al matrimonio». El sacerdote francés Eric Jacquinet, responsable de jóvenes en el Pontificio Consejo para los Laicos, afirma que «algunos frutos del Espíritu Santo se vieron ya en Madrid, como la comunión, la alegría —incluso bajo la lluvia— y la paz; el aumento de interés por la Palabra de Dios, por la adoración eucarística del Santísimo… Una chica me comentaba: “En realidad yo prefiero estos ratos de oración personal a las reuniones masivas”».

Demasiado pronto

En cambio, «es todavía demasiado pronto para medir las decisiones “fuertes”, como hacerse sacerdote o emprender una vida de celibato con dedicación plena en una organización de laicos o una orden religiosa». Pero hay historias preciosas, como la que descubrió al término del encuentro del Papa con los voluntarios: «Se me acercaron dos “scouts” y me pidieron una bendición, pues se conocían desde hacía tres años y esa mañana durante la misa habían decidido prometerse en matrimonio. Les pregunté su edad y me dijeron que 18 y 19 años. Eran muy jóvenes pero muy maduros».

Otro botón de muestra lo relató el pasado agosto  el cardenal Stanislaw Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos y, por tanto, máximo responsable de las JMJ en el Vaticano: «En Sidney, una ministra del Gobierno australiano me dijo: “Yo soy americana, pero conocí a mi marido, australiano, en Czestochowa en 1991. Y así hemos creado un matrimonio cristiano y una hermosa familia”».

El sacerdote español Miquel Delgado, subsecretario del Pontificio Consejo para los Laicos, volvió encantado de Madrid, «donde solo en la Fiesta del Perdón del Retiro se confesaron 40.000 jóvenes, y eso era una parte pequeña de las confesiones. La gran mayoría de los frutos de la JMJ quedan entre Dios y la intimidad del alma de cada joven».

Un sacerdote que estuvo en los confesionarios del Parque del Retiro comentó que en sus 36 años de trayectoria religiosa nunca había «escuchado confesiones como esas». Un voluntario que trabajó en el parque estimulando a la gente al acto de contrición relata que intentó convencer a una señora mayor, pero ella replicaba que «no tenía pecados». Y al día siguiente volvió y lo hizo. Una china turista que paseaba por el lugar salía al día siguiente hacia Roma, y decidió cambiar su vuelo: «Me gustaría conocer al Papa», dijo. Cambios como estos se aprecian pronto, pero las cosechas más grandes llevan más tiempo. A mes y medio de la JMJ, hemos recopilado algunas. En unos meses, o en años, veremos.

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