Beth Turner era calvinista, esposa de un seminarista, rezó «Virgen María, si puedes escucharme, ayúdame»: un teólogo católico le explicó cómo Dios salva y se convirtió

* «Recé así: “Dios, si estoy cometiendo pecado, por favor, perdóname. Tal como lo entiendo, lo harías sin duda si estoy entre los elegidos, en cualquier caso. María: no estoy segura de si puedes escucharme. Creo que los protestantes te tienen muy infravalorada. Por favor, ayúdame si puedes. Si el calvinismo es verdad, no dejes que tenga miedo. Si el catolicismo es verdad, que Barrett no se asuste»… Es difícil describir el anhelo con el que llegué a la misa de la Vigilia Pascual de 2010 y el gozo puro de recibir su vida en mi cuerpo y mi alma. Dios me había amado, salvado y atraído, eternamente y siempre. Ahora respondía yo como Él quería, con todo mi ser: acercándome físicamente a los sacramentos que Él preparaba para nosotros, presentándome como un regalo para Él en Su altar, abriendo mi boca para recibir su Carne, el pan del cielo, abriendo mi corazón a todas las formas en que Él quiera que mis manos y pies seas suyos en la tierra. La Iglesia Católica me enseñó que a Cristo le importa lo que hago con mi cuerpo, que Él lo encuentra hermoso, que Él tomo su carne del seno de María, Él lo lava en el bautismo, Él se une en la santa comunión. El Señor abrió el gran misterio de su amor para todo mi yo, cuerpo y alma, en la Iglesia Católica. Rezo para que podáis encontrarlo también vosotros»

Camino Católico.- La historia de fe de Beth Turner, y de su marido Barrett, es peculiar. Ella descubrió a Cristo y el Evangelio en la adolescencia, con alegría. Pero después las particularidades de la doctrina calvinista le quitaron esa alegría. ¿De verdad mira Dios a los hombres caídos con desagrado y nada de lo que ellos hacen puede sacar al Señor ni una sonrisa de satisfacción? Beth esperaba que su marido, que estudiaba para ser pastor calvinista pudiera responder a sus dudas. Pero al final fue la doctrina católica la que le devolvió la alegría del evangelio. Contó su historia con detalle en inglés en Called To Communion y la sintetiza y traduce P. J. Ginés en Religión en Libertad.

Primer contacto con Dios… y después con Jesús

«Yo era la más joven de 4 hijos y crecí en una familia llena de amor, intacta, no religiosa, cerca de Washington DC», explica Beth. «Cuando yo estaba en educación secundaria, mi hermano volvió cambiado de la universidad. Ahora hablaba de Dios con reverencia. Rezaba antes de las comidas. Escribí una historia sobre este cambio considerable en su comportamiento, y cómo eso también a mí me hacía creer en Dios. Se la di tímidamente como regalo de Navidad. La noche que lo leyó vino, me sonrió y me habló de Jesús. ¡Yo no tenía ni idea de que este hombre llamado Jesús y creer en Dios tenían relación! Yo no sabía que la cruz, un símbolo tan popular, tenía un significado. Honestamente, todo me sonaba muy raro. Pero confié en lo que mi hermano me decía de Él y en el cambio que yo había observado en su vida».

Conociendo la liturgia y los Evangelios

Un año después, Beth empezó a acudir a una iglesia episcopaliana cercana a la casa. Los episcopalianos son anglicanos de EEUU, con liturgia y libros de himnos para cantar. «Aprendí mucho simplemente escuchando las palabras de las oraciones litúrgicas y los himnos. Reconocí mi debilidad y dependencia de Dios. En la Cuaresma antes de bautizarme, leí los Evangelios por primera vez con gran deleite», recuerda.

«La semana antes de Pascua del 2000, me fue concedido un intenso anhelo de unirme a Dios en el sacramento del bautismo. Recuerdo la ocasión: acudieron mi hermano, mi padre y unos cuantos amigos católicos. En esa época yo tenía bastantes amigos católicos: los consideraba aliados en la búsqueda de la verdad, el esfuerzo de vivir bien y asuntos de fe. Veía verdad y devoción viva tanto en católicos como en protestantes y quería ser como un puente entre ellos».

Pero, ¿cómo interpretar la Biblia?

Las dos hermanas de Beth no acudieron a su bautizo. Pero a una de ellas, aunque se declaraba no religiosa, le gustaba hablar de religión. «Una pregunta que mi hermana hacía siempre marcaría mi viaje de fe: ‘Si la Biblia es la palabra definitiva en lo que respecta a la moral y la salvación, y la gente saca de ellas tantas interpretaciones distintas, ¿cómo sabes qué interpretación seguir?’ Se refería a las distinciones entre denominaciones protestantes. Yo no tenía respuesta».

Ese tema hizo que Beth no se decidiera a recibir la Confirmación con los episcopalianos que la habían bautizado ni en ninguna otra iglesia. ¿Cómo confirmarse en una u otra comunidad sin esa claridad en doctrina y autoridad?

Durante su vida universitaria en Virginia acudió a muchísimas congregaciones protestantes distintas: episcopalianos progresistas, Asambleas de Dios, iglesias de negros baptistas, iglesias de blancos baptistas, iglesias bíblicas de campo… y al menos 6 ministerios de jóvenes cristianos universitarios. Pero no acudía nunca a grupos católicos: los grupos protestantes le habían hablado mal de ellos.

Teología calvinista: un novio… y mucha angustia

La teología de Calvino (en la foto, su retrato del siglo XVI) no daba ninguna paz al alma de Beth; ¿y si no eres un elegido de Dios? ¿De verdad nada humano puede agradar a Dios?

En la universidad conoció a Barrett, que sería su marido. Barrett empezó a perseverar en el grupo de jóvenes reformados (calvinistas) porque Beth le invitaba. Al principio iba por la chica. Después se volcó en la fe. Se gustaron y juntos empezaron a estudiar el calvinismo con más detalle. Pero cuanto más profundizaban en esta doctrina, él más se convencía y ella más se inquietaba.

«Lo que me parecía escuchar en muchos sermones y conferencias [calvinistas] era: «Nada de lo que hagas es suficientemente bueno para sacar una sonrisa de la cara de Dios. Eres culpable de todos tus pecados y Dios es responsable de todas tus buenas obras. Todo lo bueno que parece venir de ti es, en realidad, algo malo disfrazado para parecer bueno. De hecho, Dios está tan disgustado contigo y tu pecado que puso a Jesús en medio, como una cortina, para evitar tener que verte. O no, si no eres una de los elegidos para salvarse, Su mirada de ira aún está sobre ti». Se supone que yo tenía que vivir una vida ética, pese a que mi fracaso total era inevitable y no iba a afectar a mi salvación, en cualquier caso».

«Me parecía contradictorio: si los pecados que cometo podían destruir mi salvación, ¿no había nada que pudiera hacer para restaurar mi relación con Dios? Anhelé saber si estaba viviendo bien. Deseaba que me dijeran que no sólo confiara en Cristo ante mis fallos, sino que hiciera buenas obras. Pero sólo oía decir que mi fracaso era abrumador e inevitable y no podía hacer nada bueno para acercarme al Padre que tanto amaba. Yo languidecía en estas condiciones espirituales. Desarrollé una sensación permanente de que Dios estaba enfadado conmigo por mi pecado, que yo siempre estaba en peligro de cometer pecado y que no podía agradarle con mi vida en ningún sentido».

La fe no le aportaba paz. «Estaba deprimida, ansiosa. Busqué consejo y medicación psiquiátrica. Los textos de mi diario de esa época son atormentados», señala.

«Casada con un experto, él me lo explicará»

En septiembre de 2005 Barrett propuso matrimonio a Beth… y poco después le anunció que también estudiaría en un seminario calvinista, quizá para llegar a ser pastor. Beth pensó que no era mala idea: sería la esposa de un experto en teología calvinista y así él le resolvería sus dudas e inquietudes. Mientras tanto, pondría su angustia entre paréntesis. «La interpretación bíblica de los Reformadores [Calvino, Lutero y otros iniciadores del protestantismo] transmitida a través de mi esposo, sería mi magisterio. Me convertí en una niña pequeña, de nuevo en paz», explica Beth.

Antes de casarse, Beth y Barrett tuvieron un debate acerca de un tema peculiar: la Concepción Inmaculada de María. Los católicos aseguran que ella fue preservada del pecado original desde el inicio de su existencia, al ser concebida. «Yo dije que nada en esta doctrina va directamente contra la Biblia, y que no podía ser declarada definitivamente falsa sin acudir a evidencias extra-bíblicas. Barrett estaba atónito y dudaba si de verdad quería casarse conmigo. Para evitar una crisis, acudimos a un sacerdote anglicano al que veíamos para acompañamiento prematrimonial. Propuso que siguiéramos adelante con la boda, con el seminario, que hiciéramos juntos preguntas y que juntos buscáramos las respuestas. Convenció a Barrett de que yo cambiaría mis ideas con el tiempo».

Beth aceptó ese plan de acción. Pero esa noche ella hizo algo insólito: le rezó a la Virgen María.

«María, no estoy segura de si puedes escucharme»

Beth, en la universidad, había estado algo interesada en estudios feministas, y de hecho había acudido a una clase sobre mujeres santas. «En esa clase las mujeres era tan sabias, tan buenas, tan enamoradas del Señor… y hablaban de la Madre Bendita con tanta ternura y fe…» ¿O quizá Beth se dirigió a María porque estaba cansada de imaginar siempre a un Dios disgustado cuando rezaba?

Rezó así: «Dios, si estoy cometiendo pecado, por favor, perdóname. Tal como lo entiendo, lo harías sin duda si estoy entre los elegidos, en cualquier caso. María: no estoy segura de si puedes escucharme. Creo que los protestantes te tienen muy infravalorada. Por favor, ayúdame si puedes. Si el calvinismo es verdad, no dejes que tenga miedo. Si el catolicismo es verdad, que Barrett no se asuste».

«Era la primera vez en meses que rezaba sin terminar enfadada o llorando. Duró segundos. Cuando desperté a la mañana siguiente lo había olvidado», detalla.

Un paréntesis: familia y estudios calvinistas

En 2006 su pastor calvinista les casó en la iglesia episcopaliana donde Beth se había bautizado. Se mudaron a San Luis, Missouri, donde Barrett se centró en sus estudios de teología calvinista. En la parroquia calvinista local fueron bien acogidos. Eran amigos de otros seminaristas y sus esposas. Beth estudió algo de bioética.

«Yo ya no estaba clínicamente deprimida ni ansiosa, pero la oración me era muy difícil. Mi confianza en Dios era débil. Era más fuerte mi miedo por Él que mi amor por Él. Yo evitaba rezar, excepto en la iglesia los domingos. El gozo que había sentido cuando leí los Evangelios por primera vez habían dejado sitio ahora a dolor y miedo», recuerda ella.

En verano de 2008, estando ella embarazada del primer bebé, Barrett empezó a hacer algunas preguntas sorprendentes a la hora de comer. Por ejemplo, ¿para qué serviría bautizar al bebé? ¿Qué le hace el bautismo a un niño que no ha sido elegido por Dios para la salvación? Parece que, según la Confesión de Westminster de 1646, a la que se adhirió la Iglesia de Escocia y después muchos calvinistas y presbiterianos del mundo, no le hace nada, no tiene ningún efecto. Entonces, «¿para qué bautizar niños, algo que es tradición eclesial inmemorial y, al parecer, con base bíblica?»

Calvinistas y presbiterianos de la Iglesia de Escocia en 1646 establecieron una confesión de fe con sus bases teológicas, la confesión de Westminster

Barrett lo consultó con unos amigos católicos, y desempolvó el Catecismo católico que tenía en casa. Lo leyó al mismo tiempo que leía la Confesión de Westminster de 1646. Se hizo más preguntas. Fue a hablar con los profesores de su seminario.

En abril de 2009, con el bebé ya nacido, fueron a cenar a casa de sus amigos católicos. Allí estaba un profesor católico de teología, Larry Feingold, con su esposa. Barrett fue planteando sus preguntas teológicas y las respuestas fueron llenando de calor el corazón entristecido de Beth.

La enseñanza católica sobre el bautismo y el amor de Dios

«¡Las cosas buenas que hago agradan a Dios!», aprendió Beth escuchando a Feingold. «¡Esas cosas buenas le agradan y son la forma en que realmente la fe me salva! La fe empieza como una semilla en el alma, y debe florecer en obras buenas. La fe es un don, pero inseparable de las obras buenas que Dios ordena».

Dios no mira enfadado y asqueado a los hombres. «¡En realidad, Dios me mira con gran satisfacción! Él anhela ver mi vida y mis buenas obras, no sólo las obras de Cristo en vez de las mías», entendió. «El bautismo no es solo un signo, sino que es por sí mismo un regalo de la Gracia de Dios. Dios humildemente prometió su amistad a todos los que se acerquen a sus aguas purificadoras. El pecado original en los niños es real, y asusta, pero también lo es la salvación de Dios, que da remedio en las aguas vivificadoras del bautismo», explica Beth.

En cuanto a que María no tenga pecado, es un regalo que Dios le hizo, pero también una respuesta libre y fiel de la mujer que dijo «sí» cuando Eva dijo «no». Que Dios rinda honor a María no le quita nada a Él, pero a nosotros nos ayuda a admirar Su gran obra de salvación, señala Beth.

Al acabar esa noche, Barrett preguntó a Feingold por el curso de iniciación católica para adultos, «y un gozo silencioso invadió mi alma», recuerda Beth.

Estudiando el catolicismo

En septiembre de 2009 Beth y Barrett empezaron su curso de iniciación católica, empezaron a ir a la misa católica y, con tristeza, dejaron de asistir a la iglesia presbiteriana donde se les había acogido bien. La hermana no religiosa de Beth la alabó. «Me dijo que ella siempre pensó que la Iglesia Católica era la más fundamentada de las denominaciones cristianas».

Pero Barrett no parecía aún del todo convencido… y tampoco veía muy convencida a Beth, que durante años había ido a remolque de su marido «teólogo». «¿Te vas a hacer católica esta Pascua o no, Beth? ¿Y si yo no lo hago?«, planteó él.

Ella decidió acabar con sus años a remolque. «Sí, me haré católica, sea como sea. Espero, creo, que tú también lo harás», dijo ella. Unas semanas después, Barrett, siempre estudioso y meticuloso, estuvo listo para dar el paso.

La oración concedida por la Virgen

Beth y Barrett en 2015, cuando él se doctoró en filosofía en una universidad católica

Justo antes de Cuaresma empezó a aprender sobre el rosario y a rezarlo. Una voz suave vino a su mente y le recordó su oración a María de 4 años antes. Recordó estar de rodillas en la alfombra de su habitación de estudiante universitaria. Recordó sus palabras, y como las rezó con todo el corazón. Sintió que durante esos años que ella no había podido rezar, era María quien había intercedido ante Cristo. Lo que había pedido se había concedido; Beth y Barrett, ambos, estaban listos para entrar juntos en la Iglesia como esposo y esposa.

«Lo encontramos a Él perfecta y preciosamente en su Cuerpo y su Sangre, la Santa Eucaristía, la noche de la Vigilia Pascual de 2010. Es difícil describir el anhelo con el que llegué a esa misa y el gozo puro de recibir su vida en mi cuerpo y mi alma. Dios me había amado, salvado y atraído, eternamente y siempre. Ahora respondía yo como Él quería, con todo mi ser: acercándome físicamente a los sacramentos que Él preparaba para nosotros, presentándome como un regalo para Él en Su altar, abriendo mi boca para recibir su Carne, el pan del cielo, abriendo mi corazón a todas las formas en que Él quiera que mis manos y pies seas suyos en la tierra».

«La Iglesia Católica me enseñó que a Cristo le importa lo que hago con mi cuerpo, que Él lo encuentra hermoso, que Él tomo su carne del seno de María, Él lo lava en el bautismo, Él se une en la santa comunión. El Señor abrió el gran misterio de su amor para todo mi yo, cuerpo y alma, en la Iglesia Católica. Rezo para que podáis encontrarlo también vosotros», concluye.

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