Bob Feeney yacía ensangrentado en la guerra de Vietnam, a punto de morir, imploró a la Virgen que le ayudara y sobrevivió: lo agradece siempre a María

* «Toda mi vida probablemente habría sido distinta si no hubiera ido a Vietnam. Ni siquiera sé si tendría fe hoy. Ahora podré darle gracias a Ella por salvar mi vida, 51 años después»

Camino Católico.-  Bob Feeney tenía 23 años y estaba en plena guerra de Vietnam en abril de 1968. Llevaba un escapulario de la Virgen desde hacía pocos años. Se lo había comprado en una librería camino del entrenamiento de baloncesto en la Bellarmine University. “¿Qué es esa cosa marrón que llevas?”, le habían comentado los compañeros del equipo. Él no era muy devoto por entonces, pero sí iba a misa los domingos y les explicó lo que era. ¡Con el escapulario venía una explicación! Fue la primera vez que habló de su fe con amigos.

Y en el 67 el ejército lo reclutó. En televisión se veía cómo llegaban los cadáveres de los soldados muertos en Vietnam. Murieron 59.000 norteamericanos. Su madre estaba muy nerviosa.

Él se pasó por la basílica de la Inmaculada Concepción, en Washington, y en su librería compró un librito para “aprender a rezar”. Iba sobre el Rosario y decidió rezarlo cada día. “Mira, mamá, tranquilízate, rezaré el Rosario, María me vigilará“, dijo a su madre.

Desangrándose en el suelo

El joven Bob Feeney recuperándose de las heridas de Vietnam

Él cree que fue la Virgen María quien lo mantuvo con vida cuando el 21 de abril de 1968 un ataque de soldados norvietnamitas acabaron con 4 de sus 5 compañeros de unidad y le dejó gravemente herido, desangrándose en el suelo. Allí tirado y ensangrentado imploró a la Virgen que le ayudara. Y al hablarle a ella en voz alta, el único compañero soldado superviviente de su grupo se dio cuenta de que Bob seguía vivo. Le vendó la cabeza y se lo llevó a una posición segura. Así sobrevivió. Lo explica Pablo J. Ginés en Cari Filii.

Bob volvió a Estados Unidos, de nuevo a la basílica de la Inmaculada. Quería hacer algo por la Virgen. Y así se lo dijo al director del santuario. “Me gustaría promover la devoción a María”, le dijo. Durante 4 años se quedó como ayudante en el santuario, ayudaba a dar seminarios a sacerdotes, era guía de turistas y peregrinos y les hablaba de la Virgen.

Rezando el Rosario en un paseo,  ¡un incendio!

Después fue profesor de educación física y entrenador en varias escuelas del norte de California. Se casó a los 39 años, en 1985. Un día, paseando con su esposa embarazada, mientras rezaban el rosario, vieron arder una casa. Bob entró y sacó primero a dos niños pequeños. Uno dijo que su hermanita seguía dentro. Entre llamas y humo Bob volvió a entrar y logró sacar a la pequeña. En el pueblo celebraron un banquete de agradecimiento.

En 1988 publicó su primer libro sobre la Virgen, “Madre de las Américas”, sobre las apariciones de Guadalupe. Era un libro de autoedición, pero en Ignatius Press se vendió bien. Eso le animó a seguir escribiendo libros sobre la Virgen.

En la Universidad Marymount de Arlington le ofrecieron dar algunas clases de teología. Aprovechó para explicar a los estudiantes como se reza el rosario según el método de Juan Pablo II, que explica en su carta Rosarium Virginis Mariae. Hay que reflexionar sobre el pasaje bíblico que se reza, cantar el Gloria, y añadir una frase distinta cada vez que se menciona a Jesús, para mejorar la contemplación del misterio. “A los chicos les encantaba, iban a casa y lo enseñaban a parientes y amigos. Nunca dejaré de rezar con este método”, explica en el Catholic Herald de la diócesis de Arlington.

Con otro libro, ¡a Roma con Juan Pablo II!

Bob Feeney con su hija entrega su libro a San Juan Pablo II

Escribió un librito titulado “El Rosario, la pequeña Summa”, que llegó a manos del obispo Dziwisz, entonces secretario personal del Papa Juan Pablo II. A Dziwisz le gustó, e invitó a Bob a acudir a Roma a entregar el libro al Papa. Así consiguió su audiencia papal en el año 2000. Hablaron un rato, el polaco y el norteamericano, sobre su amor agradecido a la Virgen y cómo les había protegido ante la violencia: uno en Vietnam, el otro bajo las balas del atentado de Alí Agca.

Se jubiló a los 65 años en 2009 y descubrió que tenía una extraña enfermedad, el síndrome de Sjogren, que hace que los glóbulos blancos ataquen tejido sano, sobre todo alrededor de los ojos y la boca. Es incurable. Él, deportista toda su vida, da largos paseos porque el ejercicio físico retrasa los efectos de la enfermedad. Dice que vive día a día, tomando la vida como viene.

Ha viajado recientemente a Argentina para investigar las apariciones de la Virgen en San Nicolás, a la vidente Gladys Quiroga de Motta. Hizo fotos, habló con devotos, investigó el caso y prepara un libro titulado “La mujer vestida de sol”.

Cree que Dios le va a dar tiempo de terminar al menos este libro. Y está agradecido por lo que ha vivido. “Toda mi vida probablemente habría sido distinta si no hubiera ido a Vietnam. Ni siquiera sé si tendría fe hoy. Ahora podré darle gracias a Ella por salvar mi vida, 51 años después“, dice.

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