Brian Fleming escapó de las drogas, que tomaba desde niño, rezando el rosario y Cristo milagrosamente lo sanó de hepatitis C

«Ahora soy un producto de la misericordia de Dios y hace veinte años que estoy libre de drogas, lo cual es un milagro. Años después fui al doctor a ver cómo estaba y se quedó realmente sorprendido diciendo: ‘No puedo creer lo que estoy viendo aquí. Su nivel vírico es cero. Ha ido de millones a cero. Tenemos un Dios de milagros»

10 de julio de 2016.-  (Cari Filii  Camino Católico) Shalom World (www.shalomworld.org) es una iniciativa de varias personas de la Renovación Carismática Católica en Kerala, en el sur de la India, para «llevar la paz de Cristo al mundo» utilizando los medios de comunicación. La apoyan explícitamente varios obispos, entre ellos los cardenales y arzobispos siro-malancares Baselios Cleemis y George Alencherry y el cardenal arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan.

Uno de los últimos testimonios que han difundido es el de Brian Fleming, un hombre que vivió toda su juventud y primera madurez enganchado a la droga y lejos de Dios, y volvió a Él en un proceso de conversión que empezó rezando el rosario, y que por eso él mismo titula: María, mi madre. Él mismo nos sitúa en la circunstancia en la que empieza la historia, envuelto«en mucha confusión y mucho sufrimiento».

«Estábamos en 1995yo era un sin techo porque durante muchísimos años había sido un adicto a la heroína. Durante muchos años había intentado limpiar mi vida de la droga, pero nada parecía funcionar, volvía a caer. En 1992 mi novia había muerto de sida, en 1993 había muerto mi hermana y en 1994 había muerto mi madre. Es 1995, y mi padre tiene cáncer y se está muriendo y yo soy un adicto a la heroína, vivo en la calle y me estoy muriendo».

Brian era el menor de cinco hijos, y como formalmente seguía viviendo con sus padres, aunque lo hiciese habitualmente en un banco de un parque del Bronx, en Nueva York, vivió muy directamente todos estos procesos de enfermedad y muerte de sus seres más queridos.

En la droga desde niño

«Había empezado a consumir drogas a los 10 años, tomaba heroína con 16, y así hasta los 32. Mi vida siempre había consistido en la adicción a las drogas, no sabía vivir de otra manera», recuerda.

Un día sus amigos de la calle, viéndole en un estado pésimo, le recomendaron que acudiese al hospital: «Yo no quería, pero estaba sufriendo tanto, que fui». Estuvo diez días luchando contra el síndrome de abstinencia de heroína, «tanto más duro cuanto vas siendo mayor». De allí le mandaron durante 28 días a un centro de rehabilitación, donde le vieron tan enfermo y con un aspecto tan deplorable que no se ocuparon de él para intentar sacarle de su situación.

Cuanto tuvo que dejar el centro, a pesar de que tenía mucho sufrimiento y no podía dormir, estaba dispuesto a cambiar: «Realmente no quería volver a las drogas, quería parar». Así que le mandaron a una casa de acogida al norte del estado de Nueva York.

El poder del rosario

«Cuando llegué, llevaba un rosario en la mano»,evoca. Él siempre había sido católico, aunque había prescindido totalmente de la fe en su vida. En aquel momento comprendió que empezaba una última ocasión en su vida: «Y recé el rosario como nunca lo había rezado, con todo mi corazón, gritando a la Madre Santísima que viniese en mi ayuda. Y noté que empezaban a pasar cosas en mi vida».

Pero que iban siguiendo unos ritmos que él no marcaba. Cuando tuvo que dejar la casa de acogida, no tenía dónde ir, porque entretanto su padre había muerto: «Yo tenía 33 años, una edad muy significativa, la edad de Jesús. Y el sufrimiento era tan intenso que quería quitarme la vida».

«Pero a medida que rezaba el rosario y descubría la fe por primera vez en mi vida»,continúa, «empecé a ir a la iglesia, y no sólo en domingo, empecé a ir todos los días. Empezaron a ocurrir cosas dentro de mí. Yo no quería volver al banco y a la autodestrucción, así que me quedé en el norte de Nueva York. Con alguna ayuda conseguí un apartamento, un trabajo, cierta estabilidad».

Era momento de hacer balance: «Recuerdo estar en mi apartamento, con tanto sufrimiento, con tantas pérdidas, tantas muertes, con mi vida destruida, porque en mi vida no había habido más que drogas… ¡Pero recuerdo también momentos tan íntimos, en oración, con la Santísima Madre en mi apartamento! Tenía una imagen suya, y la miraba y le hablaba como un niño… y realmente sentí el consuelo y el amor de mi madre».

Así fue como la Virgen María empezó a guiar sus pasos: «Ella me dirigió a Jesús en la Eucaristía». Al volver del trabajo solía pasar por la parroquia de la Inmaculada Concepción a una hora en la que estaban haciendo Adoración Eucarística: «Aunque había sido católico toda mi vida, yo sabía poco sobre la eucaristía, no sabía mucho. Pero ¡ver el templo lleno, con Jesús en la custodia, todo el mundo de rodillas…! En particular, como hombre, me impresionó ver a los hombres de rodillas».

Brian miró la Eucaristía:«Me impactó con gran fuerza. Era tan increíble: ¡Era Dios! ¡Dios estaba presente aquí y ahora! Me impactó tanto que yo quería que todo el mundo supiese esto, que estaba allí, en ese templo, en cuerpo, sangre, alma y divinidad».

Empezó a ir todos los martes a aquella Adoración Eucarística: «Y mi vida empezó a cambiar. Una cosa llevó a otra. Empecé a ir regularmente a esa iglesia y me hice amigo del sacerdote. Entonces esta iglesia organizó un viaje a Medjugorje, en Bosnia-Herzegovina, donde la Virgen Santísima se aparecía desde 1981, y yo en mi corazón creía que eso era cierto. Así que me apunté en la lista a ver qué pasaba. Pero le dije al sacerdote que no tenía dinero y que nunca había subido a un avión en mi vida. El sacerdote me dijo: ‘No te preocupes, Brian, alguien ha donado el dinero para ir así que vamos a ir'».

Lo que no pudo quitarse tan fácilmente fue el miedo a volar, bromea Brian al recordarlo. Pero valió la pena: «Llegamos a Medjugorje y sentí una paz que no había sentido nunca en mi vida, una paz que solo Dios puede dar».

Y Dios le dio algo más, porque «Dios es un Dios de milagros», dice Brian. En aquella época él padecía una grave enfermedad del hígado, una hepatitis C sobre la cual le había advertido el médico severamente porque el nivel viral estaba en «millones». Le había puesto en tratamiento con interferón, pero al cabo de un tiempo dejó de tomarlo: «Con esa medicación no podía trabajar, así que dejé de tomarla y me confié a la oración».

Al volver de Medjugorje pasaron por Lourdes: «Yo amaba ese sitio porque había visto de niño la película La Canción de Bernadette. Fue una maravillosa experiencia de Dios. Luego fuimos a ver el cuerpo incorrupto de Santa Bernadette, en Nevers, y también lo fue».

Brian resume así lo que vivía entonces: «Todo lo que he ido aprendiendo sobre el catolicismo es como una luz en mi vida. La Virgen Santísima me hizo gustar de Jesús en la Eucaristía, y cuando comprendí que realmente está Él en el Santísimo Sacramento y empecé a ir a la Adoración, es como si hubiese rayos que venían de Él que me sanaban».

Una sanación… doble: «Ahora soy un producto de su misericordia y hace veinte años que estoy libre de drogas, lo cual es un milagro. Años después fui al doctor a ver cómo estaba y se quedó realmente sorprendido diciendo: ‘No puedo creer lo que estoy viendo aquí. Su nivel vírico es cero. Ha ido de millones a cero'».

«Tenemos un Dios de milagros»,concluye.

(Traducción del inglés por Carmelo López-Arias para Cari Filii)

 

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