Cardenal Amato en la beatificación de Valentín Palencia y compañeros mártires en Burgos: «el Papa Francisco llama a los cinco mártires “testigos heroicos del Evangelio”»

«Este es el mensaje de la celebración de hoy. La glorificación de los mártires es una buena noticia para todos. Ellos han sembrado amor, no odio. Han practicado la caridad con todos, sobre todo con los necesitados. Han transmitido el calor de la presencia de Dios incluso en el corazón de aquellos que les mataban»

Vídeo de la homilía del Cardenal Amato

23 de abril de 2016.-  (13 TV /Archidiócesis de Burgos / Camino católico) La mañana del sábado 23 de abril, la catedral de Burgos ha acogido la primera beatificación de su historia: la de Valentín Palencia, Donato Rodríguez, Germán García, Emilio Huidobro y Zacarías Cuesta. En su homilía, el cardenal Amato ha destacado que estos mártires son un ejemplos de concordia para una humanidad fratricida. 

El sacerdote Valentín Palencia y los cuatro jóvenes discípulos y colaboradores suyos, Donato Rodríguez, Germán García, Emilio Huidobro y Zacarías Cuesta son ya beatos. Una abarrotada catedral ha sido el marco escogido para la ceremonia que les ha elevado esta mañana hasta los altares. A petición del arzobispo, don Fidel Herráez Vegas, el cardenal Angelo Amato, prefecto de la congregación para la Causa de los Santos de la Santa Sede, ha dado lectura a la carta apostólica con la que el Papa Francisco ha inscrito a estos cinco mártires burgaleses en el catálogo de los beatos, permitiendo que se celebre su fiesta, cada año, el 15 de enero. 

Vídeo del rito de beatificación de Valentín Palencia y compañeros mártires en la Misa presidida por el cardenal Amato

Ha sido el momento culmen de la celebración esta mañana –la primera que se realiza en la historia de la diócesis–, en la que, además del cardenal Amato y el arzobispo, han participado, entre otros, el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini, el arzobispo emérito, don Francisco Gil Hellín, el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Ricardo Blázquez, o el cardenal Antonio María Rouco Varela.

A pesar de haber pasado “casi 80 años desde la trágica muerte de los mártires”, “su memoria, sin embargo, no solo no se ha apagado, sino que se ha mantenido siempre viva en el corazón de los sacerdotes y los feligreses” burgaleses. A partir de hoy, su memoria seguirá manteniéndose viva, ya que la Iglesia burgalesa celebrará su fiesta cada año, dándoles el culto que se les debe a los santos. Y es que, según ha indicado el cardenal Amato en su homilía, “la glorificación de los mártires es una buena noticia para todos”. ”Ellos han sembrado amor, no odio; han practicado la caridad con todos, sobre todo con los necesitados, y han transmitido el calor de la presencia de Dios incluso en el corazón de quienes los mataban”

Para el prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos, “los mártires hacen más bella y vivible la casa del hombre, invitando a no repetir el pasado oscuro y sangriento, sino construyendo un presente más luminoso y fraterno”, pues ellos murieron perdonando a sus verdugos y rezando por ellos. De ahí que, aunque la persecución es “su pan cotidiano”, la Iglesia, sin embargo, sigue teniendo “necesidad de hijos valientes y audaces” que, como los nuevos beatos, hagan “una humanidad no fratricida, sino fraternal”.

A pesar de lo trágico de su muerte, el martirio de los nuevos beatos, sin embargo, está cargado de un “mensaje de esperanza” que continúa ”difundiendo en la tierra la buena noticia del amor fraternal”. “La misericordia es la que define el momento final de su vida: morir perdonando, sin odio a los verdugos, reconciliando y sembrando la paz auténtica que nace del perdón”, ha destacado el cardenal.

Al concluir la ceremonia, el arzobispo, Fidel Herráez, ha dado gracias al Papa Francisco y a sus arzobispos predecesores que han impulsado la causa de beatificación de los cinco mártires, así como a las autoridades civiles y militares que han acudido a una cuidada celebración en la que la música ha tenido un papel protagonista. 

Una orquesta, formada por más de veinte jóvenes procedentes de diversos ámbitos, han acompañado a la Coral Santa María, a la escolanía de los Pueri Cantores de la catedral, la Schola Cantorum del Círculo Católico y la Coral de Suances. Han sonado de forma especial los instrumentos que tocaban en la banda del Patronato de San José los cuatro jóvenes que acompañaron a don Valentín: la trompeta, el trombón, el clarinete y el bombardino. 

Otro elemento que ha destacado en la celebración ha sido el cuadro con los nuevos beatos, obra del pintor burgalés Cándido Pérez Palma. Se ha descubierto entre los aplausos de los asistentes a la vez que se han portado en procesión algunos objetos relacionados con los mártires a modo de reliquias: sus partidas de bautismo, un Rosario de don Valentín y la vara de la cofradía de la Sagrada Familia, que él fundó. Después, la eucaristía ha seguido con normalidad, y se han rezado las oraciones litúrgicas del día de su fiesta. 

Con la celebración de hoy, Burgos suma ya 172 mártires de la persecución religiosa del siglo pasado en el santoral. Es la diócesis con más mártires de toda España.

Reproducimos a continuación la homilía que ha pronunciado el cardenal Angelo Amato en la beatificación de los mártires burgaleses:

1. Burgos puede con razón estar orgullosa de tener esta maravillosa catedral gótica de la Asunción, una de las más bellas del mundo, declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad. Pero a este extraordinario mérito artístico, se puede y se debe añadir el reconocimiento de la santidad de muchos hijos de esta noble iglesia española.Aquí recuerdo, por ejemplo, a San Rafael Arnáiz, monje trapense, nacido en Burgos y canonizado en Roma en el 2009. Hijos de esta tierra bendita son también tres mártires pertenecientes a la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, canonizados el 21 de noviembre de 1999: se trata de San Cirilo Bertrán Sanz Tejedor, San Victoriano Pío Bernabé Cano y San Benjamín Julián Alonso Andrés. Además entre los 498 mártires beatificados en Roma el 28 de octubre de 2007, más de setenta eran burgaleses. 

A este número de santos y beatos se añaden ahora otros cinco testigos heróicos de Cristo. Se trata del sacerdote Valentín Palencia Marquina, nacido en Burgos en 1871, y de cuatro jóvenes colaboradores laicos. Entre ellos destaca la figura de Donato Rodríguez García, de veinticinco años, maestro de música, culto, generoso, de notables dotes pedagógicas. Usaba muletas a causa de una poliomielitis infantil. Están después Germán García García, de venticuatro años, que se había ofrecido voluntario como maestro en el colegio; Zacarías Cuesta Campo, de veinte años, que estudiaba música en el colegio y era zapatero; y, en fin, Emilio Huidobro Corrales, de apenas diecinueve años, que vivía en el colegio porque, después de la muerte de la madre, el padrino lo había rechazado. 

2. Han pasado casi ochenta años desde la trágica muerte de los mártires. Su memoria sin embargo no solo no se ha apagado sino que ha permanecido siempre viva en el corazón de los sacerdotes y de los fieles, que les recuerdan con devoción y reconocimiento.En aquel período de terror, que parecía haber cancelado de la faz de la tierra toda huella de justicia y de bondad, el martirio de víctimas inocentes fue un signo de esperanza para una humanidad no ya fratricida sino fraternal, acogedora, respetuosa. 

El Papa Francisco repite continuamente que «la persecución es el pan cotidiano de la Iglesia»[1]. Los beatos de hoy se han acercado a la mesa del martirio como se acercaban a la mesa eucarística, con actitud de fe, de esperanza y de caridad. Sabían que el Señor les habría acogido y premiado no solo por su valentía ante sus enemigos, sino también por su vida buena. Y también la sociedad habría reconocido en ellos unos defensores de algunos derechos fundamentales del hombre, como la libertad religiosa y la libertad de conciencia. 

Don Valentín Palencia era un sacerdote totalmente consagrado a los huérfanos y a los chicos pobres y marginados, a los que recogía y educaba en el Patronato de San José. Entre sus varias iniciativas culturales promovió la creación de una banda musical formada por sus jóvenes. En julio de 1936 (mil novecientos treinta y seis) llevó, como de costumbre, la banda a Suances, pequeño puerto de pescadores en la costa cantábrica, para pasar unos días de vacaciones, aunque también con conciertos muy apreciados por la población. 

Desgraciadamente en aquel verano, que se esperaba alegre, el enemigo del bien dio inicio a una época de sangre y de luto para la iglesia española. Fue prohibida la celebración de los sacramentos, fueron incendiadas las iglesias, saqueadas las casas religiosas, destruidos los ornamentos sacros, quemadas preciosas pinturas del arte español. En agosto algunos fieles aconsejaron a Don Valentín quitarse la sotana para huir de los anarquistas, que estaban matando a todos los sacerdotes que encontraban. Pero el sacerdote no abandonó la sotana y no disimuló su condición, siguiendo celebrando la misa a escondidas y llevando la comunión a las religiosas. Se llegó así a la noche del 15 de enero de 1937, cuando, traicionados por dos conocidos, Don Valentín y los cuatro jóvenes fueron arrestados, matados y abandonados en un lugar solitario. 

La causa del martirio fue bien expresada por un testigo: «Lo mataron porque era sacerdote».[2] Los jóvenes laicos fueron  asesinados con él, por defender su fe y compartir la suerte de su padre, maestro y amigo. Conscientes del peligro inminente, los mártires, antes de la masacre, habían rezado mucho, para prepararse a la muerte con una actitud mansa y de perdón. Ningún acto de rebelión. Don Valentín logró incluso guardar en el bolsillo una hostia consagrada, como viático para el encuentro con el Señor.[3] 

3. En la carta apostólica de beatificación el Papa Francisco llama a los cinco mártires «testigos heroicos del Evangelio».Como la patria necesita hazañas gloriosas para defender la libertad, la independencia y la paz social de sus ciudadanos, así la Iglesia tiene necesidad de hijos valientes y audaces para mantener en la familia humana la acogida, el respeto y la caridad fraterna. 

Este es el mensaje de la celebración de hoy. La glorificación de los mártires es una buena noticia para todos. Ellos han sembrado amor, no odio. Han practicado la caridad con todos, sobre todo con los necesitados. Han transmitido el calor de la presencia de Dios incluso en el corazón de aquellos que les mataban. 

Su bondad cura las heridas y sana los corazones, alejándolos de los males del odio y de la división. Los mártires hacen más bella y vivible la casa del hombre, invitando a no repetir el pasado oscuro y sangriento, sino a construir y vivir un presente luminoso y fraterno. 

El evangelio es el libro de la bondad y de la liberación del hombre de todo mal. Recordemos la respuesta que Jesús dio a Juan Bautista: «Los ciegos vuelven a ver, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la buena noticia» (Lc 7, 18-23). Los gestos de Jesús son acciones de liberación del mal.

Por eso los mártires a la arrogancia responden con la humildad, al egoísmo con la generosidad, a la venganza con el perdón, a los pensamientos de muerte con pensamientos y gestos de vida. De este modo los mártires son portadores de misericordia divina, que aplaca la violencia con la serenidad que genera concordia. Aun hoy, los mártires son los corderos que vencen a los lobos. 

Es esta la revelación del amor cristiano. La humanidad de hoy necesita más que nunca este espectáculo extraordinario de fraternidad, de gozo, de respeto, de acogida. 

Son de gran edificación las palabras de Paul Bhatti, paquistaní católico, hermano de Shabhaz Bhatti, asesinado en Islamabad el 2 de marzo del 2011 porque era cristiano: «Nosotros cristianos del Paquistán no dejaremos que las pruebas y las dificultades roben la esperanza que está fundada en el amor de Jesús y en la fe de los mártires, sino que continuaremos a dar testimonio del Evangelio de la mansedumbre, del diálogo, del amor. Esta es nuestra fe y por esta fe nosotros queremos vivir y, si fuera necesario, incluso morir como mi hermano Shabhaz».[4] 

Es este el significado del martirio de los Beatos Valentín, Donato, Germán, Zacarías y Emilio: esperar en el bien contra toda esperanza y continuar difundiendo en la tierra la buena noticia del amor fraternal y de misericordia. «La misericordia es la que define el momento final de su vida: una muerte ofrecida, perdonando, sin odio hacia sus verdugos, reconciliando y sembrando la paz auténtica que nace del perdón».[5]

Cardenal Angelo Amato,

Prefecto de la Vongregación para la Causa de los Santos


[1] Papa Francesco, Omelia del 12 aprile 2016.

[2] Positio, p. 53.

[3] Ib. p. 55.

[4] Cristina Uguccioni (a cura), Ma non vincerà la notte, Edizioni Terra Santa, Modugno (Ba) 2015, p. 11s.

[5] Mensaje del arzobispo de Burgos.

Galería fotográfica de la ceremonia   

 

Comentarios 0

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad