César Galán era pandillero, en un tiroteo quedó paralítico y murió su hermano, pero es sacerdote: «Dios me dio la bendición de perdonar a la persona que disparó»

* «Dios me dio la paz que estaba buscando. Era una paz que estuve buscando toda mi vida, en realidad. Y tan pronto como me dio esa paz, estuve dispuesto a seguir adelante con la vida. Estaba siendo sanado, pero no de la manera que pedí. En lugar de darme la bendición de mi cuerpo, me dio la bendición de mi mente. Hay una parte de humildad en mí que dice interiormente: ‘Yo no soy Dios’. Hay alguien que me creó y que me ama más de lo que pueda imaginar»

Camino Católico.- César Galán ha sido ordenado sacerdote por el Arzobispo de los Ángeles José H. Gómez, quien también ha consagrado a siete presbíteros más en la misma celebración.  Con 50 años, y después de una conflictiva juventud que lo dejó en silla de ruedas en una pelea callejera, recuerda cómo encontró a Dios en medio de esta tragedia y del dolor por la pérdida de su hermano en una entrevista realizada con LA Catholics.

Galán es el sexto de ocho hermanos. La fe se la transmitió su padre, que llevaba a Galán y a sus hermanos a misa y les enseñaba a rezar el rosario. Las calles de Artesia (Los Ángeles, California), donde creció Galán, ofrecían muchas tentaciones pero poca esperanza a los jóvenes como él.

Se hace pandillero

Para mantenerlo alejado de las calles, un amigo le ofreció un trabajo en un almacén a los 13 años. Trabajar en el turno de noche todos los días después del colegio le permitió comprarse su propio coche a los 15 años, antes incluso de tener carné de conducir. Cuando terminó el instituto, ya ganaba suficiente dinero para vivir solo en un barrio mejor, lo que le llenó «de orgullo» y «sintiendo que era Superman» y que nada podía ocurrirle.

Pero un día después de clase, él y sus amigos fueron atacados con botellas por pandilleros que asumieron que formaban parte de una banda. Aunque «no había hecho nada malo», César y sus amigos pasaron a estar en el punto de mira de otras bandas que les consideraban rivales.

«Ese día pensé: ‘También podría unirme a una pandilla y obtener protección porque la gente ya nos veía como pandilleros'», declara a Angelus News. Sabiendo que «no había vuelta atrás», pero ignorando que comenzaría «una vida de dolor y sufrimiento», César se integró en una de las bandas del barrio. La sangre no tardó en llegar. Primero fue un amigo que fue asesinado, comenzando a llenar a César de «ira y odio» y del deseo de que la gente sintiera lo mismo que él, «mucho dolor».

El padre César Galán, recién ordenado el 3 de junio de 2023, da la primera bendición después de la Misa

Aunque nunca consumió drogas, era lo habitual en sus nuevos amigos, así como las entradas y salidas de prisión. De los 30 amigos que tenía entre finales de los 90 y comienzos de siglo, 15 seguían cumpliendo condena en 2012, 10 estaban muertos y solo 3 estaban «bien».

Su vida personal tampoco fue boyante. Tuvo dos hijos con una mujer con la que no permaneció mucho tiempo mientras los peligros de las bandas y pandillas estrechaban el cerco sobre su familia.

El tiroteo que le dejó paralítico y provocó la muerte de su hermano

El día en que todo cambió fue el 3 de abril de 2001. Después de salir del trabajo, fue a pasar el rato al  patio trasero de un amigo con unos cuantos más. Entre ellos estaba «uno de los chicos del barrio», que acababa de salir de la cárcel, el padre Galán y su hermano Héctor.

Héctor y el hombre empezaron a discutir. Al final se marcharon para seguir discutiendo en el patio delantero, pero Héctor volvió para pedirle a su hermano las llaves del coche: «Pensé para mis adentros: de acuerdo, no hay problema», recuerda.

Instantes después se oyeron disparos. Mientras el padre César corría para ver qué había pasado, estuvo a punto de chocar con el hombre que acababa de disparar a su hermano, que corría en dirección contraria. Galán intentó quitarle el arma de las manos. Lo siguiente de lo que fue consciente es que él estaba tendido en el suelo, sin poder moverse. Le habían alcanzado dos balas, una en el hombro y otra en la columna.

Mirando hacia arriba, Galán pudo ver las estrellas en el cielo nocturno. Todo parecía hermoso. «¿Cómo es que nunca te habías dado cuenta de esto antes?», se preguntó. Un momento de paz invadió a Galán. «Escuché una voz muy dentro de mí que me decía: ‘No tengas miedo, yo estaré siempre contigo'», recuerda.

César Galán además de ser sacerdote seguirá ejerciendo su misión como Fraile de los Enfermos Pobres

Dos días después abrió los ojos en una habitación del hospital St. Francis Medical Center de Lynwood, muy sedado tras una serie de operaciones. El disparo en la columna le había dejado permanentemente paralizado de cintura para abajo.

La primera vez que preguntó por Héctor, los familiares le dijeron que estaba en la habitación de al lado, pero le ocultaron que estaba con respiración asistida y sin posibilidades de sobrevivir. Después de que su hermana le contara la historia completa, Galán pidió ver a su hermano por última vez.

El capellán hizo que lo llevaran a la habitación de Héctor mientras seguía conectado a las máquinas. Los dos hermanos estaban frente a frente, tumbados en sus respectivas camas. Galán se esforzó por acercar su mano a la de Héctor. El capellán los juntó. » No lo dije en voz alta, pero le dije, ya sabes, este no es el final. Le dije: ‘Un día cerraré los ojos y cuando los abra, sé que estarás allí, serás el primero en saludarme'».

Tras el fallecimiento de su hermano, Galán inició un proceso de lo que llamó «rendición». En el proceso de recuperación se hizo íntimo amigo del capellán Richard Hirbe, un hermano de los Frailes  de los Enfermos Pobres, quien fue la puerta de entrada para reconciliarse con Jesús y volver a la Iglesia.

De saber que no volvería  a andar a ser fraile

Pero las malas noticias no habían acabado para César y tras haberse despedido, el mismo capellán le comunicó que nunca más podría caminar. «César me cogió la camisa y me dijo: ‘Si nunca podré andar, entonces enséñame a volar´», recuerda el sacerdote.

César Galán, en su profesión de votos como Frailes de los Enfermos Pobres en 2012

Hirbe se tomó en serio la petición del inválido. Desde entonces y durante todo un año, el capellán visitó cada día a César durante su periodo de rehabilitación, «convirtiendo su sufrimiento en redención y algo feo y en algo hermoso». «En ese momento, él era Jesús para mí», confiesa Galán.

Para entonces, Galán estaba «enamorado de la Fe». Decidió ir un paso más allá y decidió ingresar a la comunidad fundada por el capellán, haciendo su profesión perpetua de votos como fraile de los Enfermos Pobres en 2015, en la capilla del Centro Médico San Francisco en Lynwood – el mismo hospital donde había sido llevado esa fatídica noche.

“Los primeros cuatro o cinco meses después de mi lesión, todavía estaba luchando contra Dios. Lo quería a mi manera”, recuerda el padre César. “No entendía que no se trataba de lo que yo quería, sino de lo que Dios quería de eso”.

Durante un viaje a Lourdes, preguntó a la gente que había ido con élí: “¿Me voy a levantar alguna vez de esta silla de ruedas? ¿Voy a volver a casa caminando?” Empezó a orar para que sucediera ese milagro, pero recibió una bendición inesperada en respuesta.

“Dios me dio la bendición de perdonar a la persona que me hirió y mató a mi hermano”, dice el padre César. “Él me dio la paz que estaba buscando. Era una paz que estuve buscando toda mi vida, en realidad. Y tan pronto como me dio esa paz, estuve dispuesto a seguir adelante con la vida. Estaba siendo sanado, pero no de la manera que pedí. En lugar de darme la bendición de mi cuerpo, me dio la bendición de mi mente”.

La llamada de Dios al sacerdocio

Con el tiempo, Galán empezó a sentir que Dios le llamaba a algo más. Luchó con ese sentimiento durante dos años, sin decírselo a nadie, hasta que finalmente se sinceró con su superior. Después de eso, la decisión de entrar en el seminario fue más fácil. Pero, ¿qué pasó con la discapacidad que le cambió la vida?

«Donde hay voluntad hay un camino», le gusta responder. Lo hizo cuando su hijo pequeño cumplió los 18 años.

«Estoy muy orgullosa de él. Nunca espere que uno de mis hijos eligiera este camino. Nos ha dado una gran lección»,  celebró su madre, Luisa, cuando César profesó sus votos el 11 de diciembre de 2012. «Es maravilloso. Él era conflictivo y fue horrible cuando le pasó eso a él y a Héctor. Ahora estamos mucho más unidos», agregó su hermana pequeña, Gaby.

El Padre César Galán -el segundo por la derecha en la primera fila- recién ordenado el 3 de junio de 2023, junto el arzobispo de los Ángeles José H. Gómez y los otros siete compañeros también ordenados, después de su Misa en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles / Foto: (Víctor Alemán

Tras su ordenación sacerdotal, César Galán es presbítero de la archidiócesis de Los Ángeles y mantiene su pertenencia a la orden de los Frailes Enfermos Pobres y espera poder servir como capellán del mismo hospital donde volvió a nacer.

César ha encontrado «la paz que queremos todos» pero que pocos saben «qué es» o dónde hallarla. Antes, Galán se creía un ser omnipotente e inmortal, con una ley que se limitaba al «ojo por ojo».

Hoy, tras una segunda oportunidad y siendo ya sacerdote solo desea vivir de la humildad y del amor a Dios transmitiendo un mensaje: » Hay una parte de humildad en mí que dice interiormente: ‘Yo no soy Dios’. Hay alguien que me creó y que me ama más de lo que pueda imaginar».


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