Chiara Corbella, de 28 años, ha muerto, dando testimonio de santidad, al retardar el tratamiento de un tumor hasta acabar su embarazo y dar a luz a su hijo Francisco

Chiara Corbella con su hijo Francisco

18 de junio de 2012.- (Salvatore Cernuzio / Zenit / Camino CatólicoEste sábado, 16 de junio,  en la iglesia de Santa Francisca Romana de Roma, se ha celebrado el funeral de la joven Chiara Corbella, tras un sufrimiento de cerca de dos años provocada por un tumor. Una ceremonia nada fúnebre, una gran fiesta en la que participaron cerca de mil personas que llenaron la iglesia, cantando, tocando, aplaudiendo desde la entrada del féretro hasta su salida.

Esta joven romana de solo 28 años, bella, luminosa, con la sonrisa siempre en los labios, murió por retrasar el tratamiento que habría podido salvarla, con tal de acabar el embarazo de Francisco -con quien aparece Chiara en la imagen que ha presidido el funeral-, un niño esperado desde el primer momento de su matrimonio con Enrico. No era el primer embarazo de Chiara. Los dos anteriores acabaron con la muerte de los niños, con graves malformaciones, nada más nacer.

Sufrimientos, traumas, sentimiento de desánimo, pero Chiara y Enrico nunca se cerraron a la vida, con lo que tras algún tiempo llegó otro embarazo: Francisco. Esta vez las ecografías confirmaban la buena salud del niño, sin embargo al quinto mes a Chiara los médicos le diagnosticaron una lesión de la lengua que tras una primera intervención, se confirmó ser la peor de las hipótesis: un carcinoma.

Desde entonces, una serie de luchas. Chiara y el marido -los dos en la fotografía-, sin embargo, no perdieron la fe y “aliándose” con Dios decidieron una vez más decir sí a la vida. Chiara defendió a Francisco sin pensárselo dos veces y aún corriendo un grave riesgo, retrasó su tratamiento llevando adelante la maternidad. Sólo tras el parto la joven pudo someterse a una nueva intervención quirúrgica más radical y luego a los sucesivos ciclos de quimio y radioterapia.

Francisco nació sano y guapo el 30 de mayo de 2011; pero Chiara, consumida hasta perder incluso la vista del ojo derecho, tras un año, no lo superó. El miércoles pasado, hacia mediodía, rodeada de parientes y amigos, acabó la batalla. Contra el “dragón” que la perseguía, como ella definía el tumor, en referencia a la lectura del Apocalipsis.

Como, sin embargo, se lee en la misma lectura –elegida no por casualidad para la ceremonia fúnebre- una mujer ha vencido al dragón. Chiara, en efecto, habrá perdido su combate terreno pero ha ganado la vida eterna y ha dado a todos un verdadero testimonio de santidad. “Una segunda Gianna Beretta Molla”, la definió el cardenal vicario de Roma Agostino Vallini, que quiso rendir homenaje con su presencia a Chiara, a la que había conocido hace unos meses junto a Enrico.

“La vida es como un bordado del que vemos el revés, la parte desordenada y llena de hilos–dijo el purpurado–, pero de vez en cuando la fe nos permite ver un borde de la parte derecha”. Es el caso de Chiara, según el cardenal: “Una gran lección de vida, una luz, fruto de un maravilloso designio divino que se nos escapa, pero que existe”. “Yo no sé lo que Dios ha preparado para nosotros a través de este mujerañadió- pero es seguramente algo que no podemos perder; por ello recojamos esta herencia que nos recuerda dar el justo valor a cada pequeño o gran gesto cotidiano”.

“Esta mañana estamos viendo, lo que hace dos mil años vivió el centurión, cuando viendo morir a Jesús dijo: Este era verdaderamente el hijo de Dios”,dijo en su homilía fray Vito, joven franciscano, conocido en Asís, que asistió espiritualmente a Chiara y a su familia en el último periodo.

“La muerte de Chiara ha sido el cumplimiento de una plegaria”,añadió. La joven, contó el fraile, “tras la diagnosis médica del 4 de abril que la declaraba ‘enferma terminal’, pidió un milagro: no la curación, sino de hacer vivir estos momentos de enfermedad y sufrimiento en la paz a ella y a las personas más cercanas”.

“Y nosotros–dijo fray Vito visiblemente emocionado- hemos visto morir a una mujer no sólo serena sino feliz”. Una mujer que vivió gastando su vida por amor a los otros, llegando a confiar a Enrico: “quizá la curación en el fondo no la quiero, un marido feliz y un niño sereno sin la mamá son un testimonio más grande respecto a una mujer que ha superado la enfermedad. Un testimonio que podría salvar a tantas personas…”.

A esta fe Chiara llegó poco a poco, precisó fray Vito, “siguiendo la regla asumida en Asís por los franciscanos que tanto amaba: pequeños pasos posibles”. Un modo, explicó, “para afrontar el miedo del pasado y del futuro frente a los grandes eventos, y que enseña a empezar por las cosas pequeñas. Nosotros no podemos transformar el agua en vino, pero sí empezar a llenar las tinajas. Chiara creía en esto y esto la ayudó a vivir una buena vida y por tanto una buena muerte, paso a paso”.

Todos los asistentes se llevaron de la iglesia una plantita –por voluntad de Chiara que no quería flores en su funeral sino que cada uno recibiera un regalo- y en el corazón un “pedacito” de este testimonio, orando y pidiendo la gracia a esta joven mujer a la que quizá un día llamarán beata Chiara Corbella.

El testimonio del marido Enrico en el funeral y en la estampa recordatorio

Enrico Petrillo, el esposo de Chiara, ha elevado los corazones de los presentes cantando y tocando con los músicos durante el funeral y participando activamente.  El testimonio de Enrico y su matrimonio con Chiara, con todo lo que han vivido, queda plasmado en la estampa recordatorio repartida al final del acto y que reproducimos en la imagen y cuya traducción al castellano es la siguiente:

«Hemos subido juntos a esta colina

se lo habíamos prometido

amarnos toda la vida

esperábamos verlo llegar desde lejos

siempre con las lámparas encendidas día y noche

soñábamos verlo juntos

pero Él quería más para nosotros

como la primavera ha llegado en silencio

debajo de nosotros ha hecho nacer las flores

inolvidable

aquella eternidad en tus ojos

la había ya encontrado pero no podía creer

en Sus ojos en los tuyos y en esa paz

sólo Él es la paz

lo he reconocido por el Amor

así mis ojos aún fijos en los Suyos

para no perderte y no tener miedo

y nuestros corazones enamorados sobre la cruz

la maravilla de la primavera

qué maravilla la primavera

eres tú la flor más hermosa

y yo la abeja más feliz

yo lo había intuido

Él lo sabía desde siempre

¡qué milagro la vida, amor mío!

siempre con las manos vacías delante de Él

para toda la eternidad siempre así

siempre así generoso con nosotros

está en Él la vida

y en ti yo le he visto a Él

me habéis elegido entre miles para acompañarte

me ha dado el valor para despedirte

he pensado que había acabado la alegría

pero después Francesco me la ha recordado

él es la fidelidad de Dios

es el amor que no decepciona

es la locura de la cruz del Amor

simplemente donada

decía «como el Padre me ha enviado a mí, así os envío a vosotros»

pero sólo ahora he comprendido el sentido

sólo Dios puede amar así

nosotros solos no podíamos conseguirlo

nosotros somos la maravilla de la primavera

que da la vida al invierno

sabiendo que morirá feliz

porque muriendo vencerá la muerte

te amo como la primavera ama el invierno

con la dulzura y en el silencio

me das derretido las nieves

para remaravillar aún más

a los incrédulos cuando nos volverán a ver regresar

una vez más

pero esta vez para siempre

juntos.»

 

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