Comentario del evangelio de la Natividad de San Juan Bautista que con su testimonio nos invita a la conversión para que acojamos a Jesucristo / Por P. José María Prats

“La tarea de reevangelizar nuestra sociedad a la que nos exhortó hace años San Juan Pablo II debe comenzar, como en tiempos de Jesús, por una defensa valiente del orden natural y social frente a la hegemonía de tantos lobbies y poderes que, como el rey Herodes, pretenden imponer, decapitando a quien se oponga, un nuevo orden mundial corrupto. Y debe señalar con acierto y con un testimonio creíble a Jesucristo como el camino y la verdad que nos llevan a una vida en plenitud”

Isaias 49, 1-6 / Salmo138 / Hechos 13, 22-26 / Lucas 1, 57-66.80

24 de junio de 2017.-  (P. José María Prats / Camino CatólicoEn la Anunciación, para mostrar a la Virgen el poder de Dios para hacerla concebir sin intervenciónde varón, el ángel Gabriel le recuerda que «ya está de seis mes la que llamaban estéril». San Juan Bautista fue, pues, concebido seis meses antes de Jesús, y por eso, hoy, a seis meses de la Navidad, celebramos su nacimiento.

El evangelio nos ha explicado las circunstancias de este nacimiento. Zacarías había quedado mudo mientras oficiaba en el Templo de Jerusalén por no haber dado crédito a las palabras del ángel Gabriel anunciándole el nacimiento de un hijo en su ancianidad.

Este silencio de Zacarías tiene un sentido profundo. En la Biblia, las palabras importantes van a menudo precedidas de un largo silencio que las hace luego vibrar con una fuerza especial. Job, por ejemplo, permaneció siete días en silencio junto con sus tres amigos antes de empezar a hablar. Israel se había quedado sin profetas desde hacía más de cuatro siglos, como si Dios se hubiera quedado mudo. El silencio de Zacarías representa, pues, el silencio de Dios antes de pronunciar su Palabra definitiva, que es Jesús.

Tras el nacimiento de Juan –el último y el más grande de los profetas de la Antigua Alianza– la lengua de Zacarías se desata para bendecir a Dios, porque por fin ha roto su silencio y viene a visitar y redimir a su pueblo, «suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas». Y a continuación profetiza sobre su hijo recién nacido diciendo: «Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos».

Ésta es, pues, la vocación de Juan Bautista: ir delante del Señor a preparar sus caminos. De hecho, San Lucas utiliza teológicamente de una forma muy interesante los seis meses de diferencia entre el nacimiento de Juan y el de Jesús: así como al inicio de los tiempos, antes de crear al ser humano, Dios preparó la tierra durante seis días para que pudiera acogerlo, ahora, en la plenitud de los tiempos, antes de recrear al ser humano por la venida del Mesías, prepara a su pueblo para que pueda acogerlo enviando seis meses antes a Juan Bautista.

La figura del Bautista nos recuerda que así como hay que labrar la tierra para que la lluvia pueda fecundarla, la sociedad debe ser llamada a la conversión para que pueda acoger a Jesucristo. Y es curioso constatar cómo los temas en los que Juan hace hincapié son de rabiosa actualidad: La necesidad de evitar la corrupción económica (a los publicanos les dice: «no exijáis más de lo establecido», y a los soldados: «no hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga»), de promover la justicia social («el que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo») y de respetar el orden de la sexualidad y del matrimonio (poniendo en riesgo su vida reprendía al rey Herodes por su unión ilícita con la mujer de su hermano).

Pero Juan no sólo denuncia los caminos que nos separan de Dios, sino que, sobre todo, señala a Aquél que es el camino que nos conduce de nuevo a Él: «Éste es aquél de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”»; «éste es el Hijo de Dios»; «éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»; «éste es el que ha de bautizar con Espíritu Santo».

Es evidente que la tarea de reevangelizar nuestra sociedad a la que nos exhortó hace años San Juan Pablo II debe comenzar, como en tiempos de Jesús, por una defensa valiente del orden natural y social frente a la hegemonía de tantos lobbies y poderes que, como el rey Herodes, pretenden imponer, decapitando a quien se oponga, un nuevo orden mundial corrupto. Y debe señalar con acierto y con un testimonio creíble a Jesucristo como el camino y la verdad que nos llevan a una vida en plenitud. Que el testimonio y la intercesión de San Juan Bautista nos ayuden a ser agentes valientes y eficaces de esta nueva evangelización tan urgente.

P. José María Prats

Evangelio

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.

A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:

«¡No! Se va a llamar Juan».

Y le dijeron:

«Ninguno de tus parientes se llama así».

Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió:

«Juan es su nombre.»

Y todos se quedaron maravillados.

Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.

Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea.

Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:

«Pues ¿qué será este niño?».

Porque la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.

Lucas 1, 57-66.80

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