Homilía del Evangelio del Domingo: Cristo nos recuerda que el verdadero poder se encuentra en una vida conforme a la verdad / Por P. José María Prats

*  «Jesús termina diciendo que ha venido al mundo para ser testigo de la verdad y que todo el que es de la verdad escucha su voz. Así, frente a la tentación -por desgracia hoy tan extendida- de la corrupción y del fraude para conseguir poder y riqueza, el Señor nos recuerda que el verdadero poder se encuentra en una vida conforme a la verdad, según los designios eternos de Dios»

Jesucristo, Rey del Universo. Ciclo B:

Dn 7, 13-14  /  Sal 92  /  Ap 1, 5-8  /  Jn 18, 33b-37

P. José María Prats / Camino Católico.- En esta solemnidad de Cristo Rey con la que terminamos el año litúrgico, se nos presenta a Jesucristo en su venida definitiva al final del mundo para juzgar a vivos y muertos y para renovar toda la creación llevando a su plenitud el reino de amor y de paz que inauguró con su primera venida.

En esta solemnidad se nos manifiesta como en ninguna otra el alcance de la figura de Cristo que había permanecido velado hasta ahora. En su encarnación y nacimiento se nos mostraba su humildad, en su vida escondida y en su ministerio, su profunda humanidad, y en su pasión y muerte, su entrega y su vulnerabilidad. Ahora, en cambio, en su venida definitiva, se descorre ante todos los pueblos el velo que escondía su gloria y su divinidad.

La segunda lectura proclama abiertamente el alcance cósmico de su figura: Jesucristo es «el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso», y el que «nos ha librado de nuestros pecados por su sangre».

–   Él es el Alfa, es decir, el origen de todo, la Palabra mediante la cual se hicieron todas las cosas.

–   Es el redentor del mundo, el que «nos ha librado de nuestros pecados por su sangre y nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre».

–   Es la Omega, el destino de toda la creación, la lámpara que iluminará la Jerusalén celeste y colmará todo de felicidad y de sentido.

San Pablo, en la carta a los Colosenses lo resume con estas palabras: «todo fue creado por Él y para Él» (Col 1,16). Si esto es así, ¡qué locura y qué drama vivir al margen de Aquél que es nuestro origen y nuestro destino, del que sostiene nuestra existencia y nos permite vencer sobre las fuerzas del mal!

Hoy, pues, se nos muestra a Jesús como «Rey de Reyes y Señor de los señores» (1 Tim 6,15) y se proclama solemnemente su poder absoluto e incontestable: «Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin». Pero para que no caigamos en la tentación de asimilar a Jesús con un rey terreno, como si fuera un Alejandro Magno, un Julio César o un Napoleón pero a lo grande, en el Evangelio Jesús nos recuerda que su reino «no es de este mundo». El poder de Jesús y del reino que ha venido a establecer no se funda sobre la hegemonía militar o sobre el poderío económico, sino sobre la comunión con el Padre, cuyos designios necesariamente se cumplirán. Así lo afirmaba el propio Jesús en el Evangelio del pasado domingo: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Jesús termina diciendo que ha venido al mundo para ser testigo de la verdad y que todo el que es de la verdad escucha su voz. Así, frente a la tentación -por desgracia hoy tan extendida- de la corrupción y del fraude para conseguir poder y riqueza, el Señor nos recuerda que el verdadero poder se encuentra en una vida conforme a la verdad, según los designios eternos de Dios.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?» Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.» Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?» Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

 Juan 18, 33b-37


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