Homilía del evangelio del Domingo: Dios no quiere un “sí” hipócrita, sino que hagamos su voluntad / Por P. José María Prats

* “La voluntad es nuestro gran tesoro, nuestra posesión más íntima y personal, de la que ni siquiera Dios puede disponer, porque nos ha hecho libres para que seamos capaces de amar. Negarnos a nosotros mismos y someter a Dios esta voluntad es un acto heroico que a menudo no estamos dispuestos a realizar. Y por ello es fácil que, incluso sin darnos cuenta, busquemos esconder nuestra desobediencia fundamental bajo los ropajes de la falsa piedad y de la falsa caridad, que al menos suscitan la aprobación de los hombres”

Domingo XXVI del tiempo ordinario – Ciclo A:

Ezequiel 18, 25-28 / Salmo 24 / Filipenses 2, 1-11  /  Mateo 21, 28-32

P. José María Prats / Camino Católico.- En el evangelio de hoy Jesús presenta a los líderes religiosos de Israel la historia de un hombre que pidió a sus dos hijos que fueran a trabajar en su viña. En la respuesta y actitud de cada hijo están representados dos grupos de personas.

1) El hijo que dijo que no quería ir pero que luego recapacitó y fue.

En él están representados los publicanos y las prostitutas. Ellos habían dicho públicamente “no” a Dios al incumplir abiertamente su Ley. Pero ante el testimonio de Juan Bautista y su llamada a la conversión cambiaron de vida y acogieron a Jesús.

2) El que dijo que iría pero no fue.

En él están representados los líderes de Israel a quien Jesús dirige estas palabras. Ellos se presentaban ante la gente como estrictos cumplidores de la Ley, como hombres que decían “sí” a Dios. Pero este “sí” era puramente externo y formal, un disfraz con el que escondían su ambición de riqueza, poder y prestigio social. Y cuando Dios los llamó a la conversión por medio de Juan Bautista, no quisieron obedecerle.

Si Jesús hubiese preguntado a sus oyentes qué hijo actuó mejor, la respuesta habría sido unánime: “el segundo”. En la cultura oriental de aquella época, tan delicada en las formas de trato y cortesía, desairar al padre rechazando abiertamente su petición era un agravio intolerable. Y más todavía si esto se producía en presencia de otras personas. Pero Jesús no les pregunta qué hijo actuó mejor, sino «quién de los dos hizo lo que quería el padre». Y esto les requema enormemente por dentro porque tienen que reconocer que el que obedeció fue «el primero» y que, por tanto, como les dice Jesús a continuación, «los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Porque este reino tiene muy poco que ver con las apariencias externas y mucho que ver con hacer la voluntad de Dios, tal como rezamos en el Padrenuestro: «Venga a nosotros tu Reino: hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo».

La opción fundamental del ser humano por la que vive en la luz o en las tinieblas es ésta: poner la voluntad de Dios o su propia voluntad como instancia última que rige su vida. La voluntad es nuestro gran tesoro, nuestra posesión más íntima y personal, de la que ni siquiera Dios puede disponer, porque nos ha hecho libres para que seamos capaces de amar. Negarnos a nosotros mismos y someter a Dios esta voluntad es un acto heroico que a menudo no estamos dispuestos a realizar. Y por ello es fácil que, incluso sin darnos cuenta, busquemos esconder nuestra desobediencia fundamental bajo los ropajes de la falsa piedad y de la falsa caridad, que al menos suscitan la aprobación de los hombres. Recordemos, por ejemplo, a aquel hombre rico del evangelio que estaba dispuesto a hacer lo que fuera para heredar la vida eterna: lo que fuera menos poner las riendas de su vida en las manos de Jesús.

Esta opción fundamental tiene consecuencias particularmente dramáticas en el caso de los líderes de la sociedad. Hoy, como en los tiempos de Jesús, seguimos constatando la hipocresía de muchos de ellos que, ávidos de poder, buscan el aplauso de la gente revistiéndose con los ropajes de la democracia, los derechos humanos o la justicia social mientras subvierten las leyes más elementales de Dios sobre la sexualidad, la familia o la vida. Dios no quiere un “sí” hipócrita tejido con aspavientos, sofismas y discursos vacíos: quiere que hagamos su voluntad, cuidando de su viña en fidelidad a sus designios.

P. José María Prats

Evangelio

 En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes:

«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?».

«El primero», le dicen.

Díceles Jesús:

«En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en Él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en Él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en Él».

Mateo 21, 28-32


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