Homilía del Evangelio del Domingo: El ideal de nuestra relación con Cristo / Por P. José María Prats

* «La verdadera gloria no está en el poder, el honor o el bienestar, sino en el gozo del Espíritu Santo que recibimos por la comunión con Jesucristo. Él –dice el Evangelio– nos da la vida eterna y nadie nos arrebatará de su mano”

Cuarto domingo de Pascua – C

Hechos 13, 14.43-52  /  Salmo 99  /  Apocalipsis 7, 9.14b-17  /  Juan 10, 27-30

P. José María Prats / Camino Católico.- La Sagrada Escritura está llena de lenguaje simbólico, imágenes y metáforas. Y es lógico que sea así, porque el lenguaje ordinario difícilmente puede expresar las realidades espirituales. Las imágenes son mucho más ricas, flexibles y penetrantes, y a menudo son capaces de suscitar emociones y sentimientos muy fuertes.

Éste es el caso de la imagen de Jesucristo como Buen Pastor y de la Iglesia como el rebaño que Él guía que nos presenta la liturgia de hoy. Esta imagen es capaz de expresar el ideal de nuestra relación con Cristo con una fuerza y una riqueza extraordinarias.

Como nos dice el evangelio, entre el pastor y sus ovejas se establece un vínculo muy especial lleno de intimidad y ternura. Unos y otros se reconocen mutuamente: el pastor siente a las ovejas como suyas, las guía y las defiende, y éstas escuchan su voz y le siguen.

Si observamos detenidamente un rebaño, veremos que el pastor no suele agobiar con muchas órdenes a sus ovejas, sino que les da una gran autonomía. De vez en cuando se pone a dirigir al rebaño con unos pocos silbidos que, misteriosamente, resultan de una gran eficacia. Hay ovejas que al oír estos silbidos se ponen inmediatamente en movimiento, otras que parecen de efectos retardados y algunas que con frecuencia necesitan que acuda el propio pastor para ponerlas en vereda. Pero todas saben que sólo podrán sobrevivir si se mantienen unidas entre sí bajo la guía solícita de su pastor. Y, en efecto, un rebaño bien guiado es capaz de recorrer cientos de kilómetros, superando todo tipo de peligros y desafíos, cosa absolutamente imposible para una oveja aislada.

La oveja es un animal que evoca debilidad y vulnerabilidad: tiene poca resistencia frente a las inclemencias del tiempo y poca capacidad para defenderse, pues no tiene velocidad para huir ni armas para luchar. Su supervivencia depende de su vínculo con el pastor y con las demás ovejas. De hecho, la lectura del Apocalipsis nos describe la felicidad eterna en el cielo como un caminar estrechamente unidos a Jesucristo Buen Pastor: «Están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo (…) Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugara las lágrimas de sus ojos.»

Hoy vivimos en una sociedad muy individualista donde muchos creen que en solitario pueden caminar más deprisa y alcanzar la gloria del poder, la riqueza o el bienestar sin contar con los demás y menos aún con el Buen Pastor. Caminan errantes intentando atrapar espejismos que se desvanecen y acaban dominados por los poderes de este mundo. El Buen Pastor y su rebaño, en cambio, no caminan aprisa hacia una gloria terrena, sino tranquilamente, pregustando ya, aquí y ahora, la gloria eterna. Porque la verdadera gloria no está en el poder, el honor o el bienestar, sino en el gozo del Espíritu Santo que recibimos por la comunión con Jesucristo. Él –dice el Evangelio– nos da la vida eterna y nadie nos arrebatará de su mano.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús:

– «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

 Juan 10, 27-30


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