Homilía del evangelio del Domingo: Jesús nos invita hoy a desafiar el relativismo reinante y a proclamar que él es «el Mesías, el Hijo de Dios vivo» / Por P. José María Prats

* «El mismo Pedro, después de su caída y restablecimiento, volvió a confesar, lleno del Espíritu Santo, delante del Sanedrín presidido por el sumo sacerdote Anás: «No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos» (Hch 4,12)”

Domingo XXI del tiempo ordinario – Ciclo A:

Isaías 22, 19-23 / Salmo 137 / Romanos 11, 33-36 / Mateo 16, 13-20

P. José María Prats / Camino Católico.-Los evangelios nos muestran cómo el ministerio de Jesús tuvo unos comienzos brillantes con muchos seguidores pero más tarde experimentó el rechazo de su pueblo y el abandono de muchos discípulos. Recordemos aquella pregunta de Jesús a los Doce que manifiesta esta profunda crisis: «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6,67). A partir de ese momento Jesús deja de dirigirse a la gente y se centra en el núcleo de discípulos que permanecen fieles a Él y que será el germen del Nuevo Israel, de la Iglesia.

El evangelio de hoy se enmarca en este contexto. Jesús reúne a sus discípulos en Cesarea de Filipo para dejarles bien claro quién pertenece y quién no a este Nuevo Israel congregado entorno a Él. Y para ello les hace dos preguntas: una en relación a los que están fuera de este nuevo Pueblo («¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?») y otra en relación a los que están dentro («Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»). Para los de fuera, Jesús es uno más entre los grandes líderes de Israel, como Elías, Jeremías o Juan Bautista. Para los de dentro, es «el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Esta es la fe confesada por Simón, hijo de Jonás, a quien Jesús pone por nombre Pedro confiándole la misión de ser piedra que sostenga a su nuevo Pueblo, gobernándolo en su nombre y velando por la integridad de su fe.

La profecía de Isaías que hemos escuchado en la primera lectura y que nos habla del relevo en el cargo de mayordomo del Palacio de David, es anuncio y prefiguración del relevo en el gobierno del Pueblo de Dios. Como Sobná –mayordomo infiel–, el Sanedrín presidido por el sumo sacerdote se ha corrompido, rechazando a Jesús y usando en beneficio propio la autoridad que Dios le ha confiado, y va a ser sustituido por un nuevo Sanedrín: el de los apóstoles presididos por Pedro, cuyos sucesores son los obispos presididos por el Papa.

La situación actual del Pueblo de Dios tiene paralelismos con la que nos presenta el evangelio de hoy. Muchos de los seguidores de Jesús lo han abandonado, apostatando de su fe. Por ello Jesús convoca hoy nuevamente al pequeño núcleo de discípulos que permanecen fieles a Él para recordarles, con aquellas mismas preguntas, quién pertenece a su Pueblo y quién no:

–       «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Efectivamente, muchos de los que han abandonado la fe, en un ambiente de relativismo religioso cada vez más extendido, presentan ahora a Jesús como uno más entre los grandes líderes religiosos de la historia: Buda, Confucio, Lao Tse, Mahoma… y al cristianismo como uno de tantos caminos que llevan al ser humano a su plenitud.

–       «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Jesús invita hoy a su Pueblo fiel a desafiar el ambiente de relativismo reinante y a confesar y profundizar nuevamente en la fe que constituye a la Iglesia y la hace indestructible frente al poder del mal: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo», esa fe que el mismo Pedro, después de su caída y restablecimiento, volvió a confesar, lleno del Espíritu Santo, delante del Sanedrín presidido por el sumo sacerdote Anás: «No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos» (Hch 4,12).

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús hizo esta pregunta a sus discípulos:

«¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?».

Ellos dijeron:                                         

«Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas».

Díceles Él:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro contestó:

«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Replicando Jesús le dijo:

«Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo.

Mateo 16, 13-20


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