Homilía del Evangelio del Domingo: La salvación es un don de Dios que nosotros, como María, hemos de acoger y secundar / Por P. José María Prats

* “¿Por qué tantas casas, confortables y hasta lujosas, se han convertido en infiernos por la división de los que las habitan? ¿Por qué teniendo más recursos que nunca, medio mundo se sigue muriendo de hambre? Porque hemos dejado de mirar hacia lo alto, porque hemos olvidado que la paz, la armonía, la unidad, la justicia y la verdadera alegría son dones que proceden de lo alto y que hemos de acoger –como María– con la alabanza, la acción de gracias y la escucha atenta y obediente de la Palabra de Dios”

Cuarto domingo de Adviento – A:

Isaías 7, 10-14; Salmo 23;; Romanos 1, 1-7; Mateo 1, 18-24

P. José María Prats / Camino Católico.- Estamos ya en el cuarto domingo de Adviento, a las puertas de la Navidad, y la liturgia de hoy nos propone el pasaje del evangelio según San Mateo que describe las circunstancias entorno al nacimiento de Jesús.

Lo que más llama la atención en este pasaje es el interés en remarcar que Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo, pues se repite dos veces en un mismo párrafo. Primero se nos dice que María, estando desposada con José y antes de vivir juntos, «esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo» y, un poco más abajo, el ángel pide en sueños a José que no tenga reparo en acoger a María en su casa «porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo».

¿Por qué Jesús, el Hijo de Dios encarnado, tenía que nacer de una mujer virgen? ¿Es que hay algo malo en que un hombre y una mujer casados se unan para tener un hijo? Por supuesto que no: la unión de los esposos como manifestación de su amor y de su disponibilidad para acoger el don de la vida es algo precioso y santo. Pero aquí se trata de otra cosa, se trata de manifestar la lógica de la salvación: que el ser humano no puede redimirse a sí mismo.

Cuando un hombre y una mujer se unen para concebir un hijo, este acto es una iniciativa humana que Dios secunda para engendrar la vida. Pero la salvación del ser humano, la victoria definitiva sobre el poder del mal que se inicia con la concepción de Jesús, no es una conquista humana sino un don de Dios que nosotros hemos de secundar.

El don y la iniciativa divina se manifiestan en la concepción virginal de María; la necesaria colaboración del ser humano con este don, en la total disponibilidad de la Virgen: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».

Ésta es la gran lección que hoy nos da la palabra de Dios: la salvación no es una conquista humana, no puede alcanzarse solamente por el progreso del derecho, la tecnología o la ciencia médica. La salvación es un don de Dios, un don que procede de lo alto y que nosotros –como María– hemos de acoger y secundar.

¿Por qué hoy tantos, teniendo las mejores tecnologías de la comunicación, se sienten tan solos? ¿Por qué tantas casas, confortables y hasta lujosas, se han convertido en infiernos por la división de los que las habitan? ¿Por qué teniendo más recursos que nunca, medio mundo se sigue muriendo de hambre? ¿Por qué el bienestar que nos afanamos en atrapar se nos escurre entre las manos? Porque hemos dejado de mirar hacia lo alto, porque hemos olvidado que la paz, la armonía, la unidad, la justicia y la verdadera alegría son dones que proceden de lo alto y que hemos de acoger –como María– con la alabanza, la acción de gracias y la escucha atenta y obediente de la Palabra de Dios.

Dice el salmo 120: «Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra».

P. José María Prats

Evangelio

La generación de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta:

«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

Mateo 1, 18-24


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