Homilía del evangelio del Domingo: Recibimos de Dios una vocación, pero Él quiere que todos alcancemos la salvación / Por P. José María Prats

* «No debemos renegar jamás de nuestra vocación, ni pedir cuentas a Dios de lo que hemos recibido en comparación con otros. Desconocemos los designios misteriosos de Dios. Lo que sí sabemos, por la fe, es que estos designios están llenos de amor y de misericordia y que si los acogemos con obediencia y humildad nos llenaremos, como la mujer cananea, de sabiduría y audacia, y la salvación se manifestará en nosotros ahora y para siempre”

Domingo XX del tiempo ordinario – Ciclo A:

Isaías 56, 16-7 / Salmo 66 / Romanos 11, 13-15.29-32 / Mateo 15, 21-28

P. José María Prats / Camino Católico.– Las lecturas de este domingo nos hablan del designio divino de salvación de todos los hombres y de la vocación de Israel y de los gentiles en relación a este designio.

Como dice San Pablo, «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,4), y para ello, dispuso que el pueblo de Israel actuara como mediador de este designio salvador. Por su vida ejemplar, Israel debía mostrar la santidad de Dios ante todos los pueblos, invitándolos así a reconocer y adorar al Dios vivo y verdadero. Para llevar a cabo esta misión, Dios cuida, educa y adorna a su pueblo con innumerables dones: las promesas a los patriarcas, la liberación de Egipto, la Ley y la Alianza, la tierra prometida, los profetas y, finalmente, el Mesías.

Ésta es, pues, la vocación de unos y otros según el designio de Dios: Israel debía acoger la salvación directamente de Dios y mostrarla a todos los pueblos; éstos debían recibirla por mediación de Israel.

La historia nos dice que el pueblo de Israel no fue fiel a su vocación y, en cambio, los gentiles, sí. Israel es aquella viña que Dios plantó y cuidó con tanto esmero para que diese uvas y produjo agrazones (Is 5,2). Israel se apropió y corrompió los dones recibidos, menospreció a los gentiles hasta el punto de llamarlos perros y rechazó al Mesías. Los gentiles, en cambio, sí buscaron a Dios por mediación de Israel. Jesús mismo pone varios ejemplos, como la viuda de Sarepta, Naamán el sirio o el centurión romano que no se consideró digno de recibir a Jesús en su casa. Pensemos también en aquella multitud de prosélitos que frecuentaban las sinagogas de todo el imperio romano en busca del verdadero Dios.

El evangelio de hoy refleja estos hechos. Jesús se retira con sus discípulos a los territorios paganos de Tiro y Sidón y una mujer cananea empieza a seguirlo suplicándole que libere a su hija de un demonio. La reacción de los discípulos pidiendo a Jesús que la despache para que deje de molestarles refleja la actitud de rechazo de Israel hacia los gentiles. Jesús entonces les recuerda la misión que ha recibido del Padre: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Él ha venido a dar cumplimiento a las promesas de salvación que Dios hizo a su pueblo: no ha llegado todavía la hora según el designio del Padre de que esta salvación se derrame sobre los gentiles.

La cananea, entonces, insiste postrándose ante Él y Jesús, para mostrar a sus discípulos la fe y la humildad de aquella mujer, la pone a prueba recordándole el designio de Dios con el lenguaje despectivo propio de los judíos: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». La cananea le responde entonces con una fe y una audacia extraordinarias: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Le está diciendo: “Asumo mi vocación; sé que los judíos son los destinatarios inmediatos de tu salvación, pero Dios quiere que también a mí me llegue esa misma salvación que se desborda de Israel como migajas que caen de su mesa”. Y por la humildad y obediencia de esta mujer, Jesús cura a su hija como signo y anticipo de la salvación que llegaría los gentiles tras la resurrección del Señor por mediación del nuevo Israel, que es la Iglesia.

De todo esto se deriva una enseñanza importante para nosotros. Cada uno hemos recibido de Dios una vocación. Unas parecen más nobles y atractivas que otras, pero lo importante es que Dios ha dispuesto que todos, de una u otra manera, alcancemos la salvación y la gloria. Israel parecía haber recibido una vocación superior a los gentiles y, sin embargo, por su orgullo, se quedó al margen de la salvación. No debemos renegar jamás de nuestra vocación, ni pedir cuentas a Dios de lo que hemos recibido en comparación con otros. Desconocemos los designios misteriosos de Dios. Lo que sí sabemos, por la fe, es que estos designios están llenos de amor y de misericordia y que si los acogemos con obediencia y humildad nos llenaremos, como la mujer cananea, de sabiduría y audacia, y la salvación se manifestará en nosotros ahora y para siempre.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón.

Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo».

Él no le respondió nada.

Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

«Atiéndela, que viene detrás gritando».

Él les contestó:

«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel».

Ella los alcanzó y se postró ante Él, y le pidió de rodillas:

«Señor, socórreme».

Él le contestó:

«No está bien echar a los perros el pan de los hijos».

Pero ella repuso:

«Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».

Jesús le respondió:

«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».

En aquel momento quedó curada su hija.

Mateo 15, 21-28


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