Homilía del Evangelio del Domingo: Trabajar juntos en comunidad para anunciar el Reino de Dios / Por P. José María Prats

* «El anuncio fiel del Reino de Dios encomendado por Jesús está lleno de poder: «os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo». Sin embargo, los apóstoles deben evitar a toda costa la tentación de envanecerse por este poder. Su única gloria debe ser la de vivir en la comunión con Dios y al servicio de su obra de salvación”

Domingo XIV del tiempo ordinario – C:

Isaías 66, 10-14c  /  Salmo 65  /  Gálatas 6,14-18  /  Lucas 10,1-12.17-20

P. José María Prats / Camino Católico.- El Evangelio de hoy nos presenta la misión de los 72 apóstoles que Jesús manda por delante, de dos en dos, a los lugares donde luego piensa ir Él. Los números en la Biblia están siempre cargados de significado. En este caso, 72 representa la visita de Dios a su pueblo. 72 = 3x2x12, es decir, se envían 3 parejas (3 es el número que representa a Dios) a cada una de las 12 tribus del nuevo Israel. El motivo de enviar parejas de misioneros es bien conocido: el apóstol no transmite un mensaje subjetivo sino que da testimonio de una experiencia objetiva que ha vivido, y un testimonio sólo se consideraba válido si era refrendado al menos por dos testigos. Por otra parte, se precisa que será la presencia ulterior de Jesús la que establecerá el Reino: los apóstoles sólo preparan el terreno para que pueda ser acogido.

Jesús da a estos misioneros instrucciones precisas. En primer lugar les pide que rueguen «al dueño de la mies que mande obreros a su mies», es decir, su tarea es, sobre todo, suscitar y coordinar un grupo de personas que trabajen juntos por el Reino de Dios: todo debe hacerse desde la comunidad, que integra personas con carismas complementarios. A continuación les advierte de que los envía como corderos en medio de lobos, y les pide que no lleven talega, ni alforja, ni sandalias, y que no se detengan a saludar a nadie por el camino: los apóstoles llevan su mensaje a un mundo hostil, pero no deben poner su defensa en los bienes materiales (talega y alforja) sino en el Señor, de quien dependen por completo (era propio del siervo ir descalzo); por otra parte, su misión es tan importante que no deben distraerse con cosas ajenas a ella representadas aquí en el detenerse a saludar a la gente por el camino.

Seguidamente vienen las instrucciones concretas para la llegada a las poblaciones. Al entrar en una casa deben decir: «Paz a esta casa». La paz es el compendio del Reino de Dios: paz y armonía en la relación con Dios, con uno mismo, con los demás y con toda la creación. Deben permanecer en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan porque el obrero merece su salario, es decir, los apóstoles, como Jesús, deben entregarse por completo, pero también deben saber recibir con humildad la entrega de los demás: el anuncio del Reino, como decíamos, es una tarea coral realizada por un grupo de personas que se sostienen mutuamente. Donde sean bien recibidos, los apóstoles tienen que curar a los enfermos y decir que el Reino de Dios está cerca, pues a la paz asociada al Reino se llega a través de la sanación: sanación física, psicológica y espiritual que restablece la armonía de todas las dimensiones del ser. El ministerio apostólico es esencialmente un ministerio de sanación integral.

Los apóstoles tienen que asumir con humildad el misterio de la libertad del ser humano, que puede acoger o rechazar el anuncio de la salvación. El logro o malogro de la vocación humana está en juego: «aquel día será más llevadero para Sodoma» que para el pueblo que rechace este anuncio, pero ni el mismo Dios fuerza la voluntad del hombre.

El anuncio fiel del Reino de Dios encomendado por Jesús está lleno de poder: «os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo». Sin embargo, los apóstoles deben evitar a toda costa la tentación de envanecerse por este poder. Su única gloria debe ser la de vivir en la comunión con Dios y al servicio de su obra de salvación: «no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:

– «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa.

Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella y decidles: “El reino de Dios. ha llegado a vosotros”».

Lucas 10,1-12.17-20


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