Homilía del evangelio del Domingo: Verter sobre el mundo el extraordinario poder que el Señor ha depositado en nuestro corazón / Por P. José María Prats

* “Nosotros hemos recibido la vida sobrenatural por la fe y el bautismo. Como comentábamos el domingo pasado, el rito bautismal de la entrega del cirio encendido en el Cirio Pascual representa el don de esta nueva vida, que es como una llama que ha sido prendida en lo profundo de nuestro corazón. Esta llama, esta vida sobrenatural, se nos ha dado para negociar con ella, y que si no lo hacemos, se nos quitará. Negociar con esta llama significa hacerla crecer por medio de la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la vida sacramental y la práctica de las virtudes, para que salga de lo profundo del corazón, abrase todo nuestro ser e irradie su luz sobre el mundo”

Domingo XXXIII del tiempo ordinario – Ciclo A:

Proverbios 31, 10-13.19-20.30-31 / Salmo 127 /  1 Tesalonicenses 5, 1-6  / Mateo 25, 14-30

P. José María Prats / Camino Católico.- Este pasaje del evangelio de San Mateo se encuentra justo antes del relato de la Pasión del Señor, por lo que es muy evidente que el hombre de la parábola que se va de viaje representa a Jesús que retorna al Padre y que volverá «al cabo de mucho tiempo» para juzgar al mundo.

¿Pero qué dio Jesús a los hombres en su partida? Les dio al Espíritu Santo, que fue derramado sobre el mundo tras su muerte y resurrección. Así pues, los bienes que el viajero de la parábola reparte a sus empleados al partir representan la vida divina que viene a habitar en nosotros por el don del Espíritu Santo. El hecho de que se les repartan talentos confirma esta interpretación. El denario –salario de un día de trabajo– está a escala humana y, por tanto, representa los bienes naturales. El talento –equivalente a 6.000 denarios– está, en cambio, a una escala totalmente diferente y representa así los dones sobrenaturales.

Los empleados de la parábola somos nosotros, que hemos recibido esta vida sobrenatural por la fe y el bautismo. Como comentábamos el domingo pasado, el rito bautismal de la entrega del cirio encendido en el Cirio Pascual representa el don de esta nueva vida, que es como una llama que ha sido prendida en lo profundo de nuestro corazón.

La parábola nos enseña que esta llama, esta vida sobrenatural, se nos ha dado para negociar con ella, y que si no lo hacemos, se nos quitará. Negociar con esta llama significa hacerla crecer por medio de la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la vida sacramental y la práctica de las virtudes, para que salga de lo profundo del corazón, abrase todo nuestro ser e irradie su luz sobre el mundo.

Jesús dijo que había venido «a prender fuego a la tierra» (Lc 12,49) y para ello nos ha dado en el bautismo un cirio que arde con el fuego del Espíritu Santo. No podemos dejar –como el empleado negligente y holgazán– que este cirio se consuma y se nos apague entre las manos: ¡se nos ha dado para que con él incendiemos la tierra!

Hoy en día, contemplando la descristianización y el auge del materialismo en nuestra sociedad tendemos a desanimarnos y a considerar este fenómeno como irreversible. Y esto nos pasa porque enterramos nuestros talentos y pretendemos luchar contra esta realidad con medios puramente humanos y un activismo estéril: nos empeñamos en comerciar con denarios cuando el Señor nos ha dado talentos.

Sería muy difícil cambiar la fisonomía de miles de hectáreas de bosque trabajando penosamente con hachas y sierras; en cambio, una chispa insignificante que consigue provocar un incendio, lo realiza en muy poco tiempo. Nosotros llevamos en el corazón esa chispa que tiene el poder para transformar el mundo. Dejemos, pues, de preocuparnos tanto por las hachas y las sierras y centremos nuestra atención y nuestro esfuerzo en hacer crecer y en verter sobre el mundo el extraordinario poder que el Señor ha depositado en nuestro corazón.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

«Un hombre, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó.

Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.

Llegándose también el de los dos talentos dijo: ‘Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.

Llegándose también el que había recibido un talento dijo: ‘Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo’. Mas su señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes’».

Mateo 25, 14-30


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