¿El demonio existe? ¿Qué dice la Biblia? / Responde Felipe Aquino

CaminoCatólico.com.- En síntesis: El presente artículo examina los fundamentos bíblicos y tradicionales de la creencia en la existencia y en la actividad del demonio, visto que en los últimos tiempos se está negando con énfasis tal artículo de fe. La negación procede de preconceptos o también del deseo de disipar caricaturas del ángel malo existentes en la creencia popular.

El asunto no es del área filosófica, sino que es estrictamente teológico; por tanto la explicación del mismo depende de la Revelación oral y escrita, que la Iglesia, como Madre y Maestra asistida por Jesús, ha transmitido a los fieles.

En las últimas décadas, especialmente en los años más recientes, autores cristianos han negado la existencia del demonio a través de la prensa escrita y de otros medios de comunicación. Algunos lo hacen superficialmente, casi en un estilo de impacto y sensacionalismo. Otros pretenden probar que el demonio no existe, sino que fue introducido en la Biblia y en la Tradición cristiana por influencia del paganismo.

Más recientemente aún, Geraldo E. Dallegrave, muy conocido por sus obras de apologética católica, escribió al respecto en la Gazeta do Povo de Curitiba, edición del 23/8/92, un artículo superficial e incorrecto, que dejó perpleja a una parte del público. Es posible que las deformaciones del concepto de demonio hayan llevado a Dallegrave a una posición extrema, posición, además, muy mal fundamentada y poco acorde con el pensamiento cristiano.

En verdad, ningún teólogo tiene interés en detenerse mucho en la existencia y acción del demonio. Este es “un perro encadenado, que puede ladrar violentamente, pero sólo consigue morder a quien se le acerca” (S. Agustín).

Sin embargo, por respeto al patrimonio de la fe, el teólogo está obligado a tratar el asunto cuando se levantan cuestiones al respecto. Los criterios para abordar tal tema no son los de la Filosofía, sino los de la Revelación Divina, o sea, la Palabra de Dios oral y escrita (S. Escritura) tal como nos llega a través de la Iglesia, Madre y Maestra.

Comencemos, pues, por examinar el testimonio bíblico, teniendo en cuenta en especial el artículo de Geraldo E. Dallegrave.

¿Qué dice la Biblia?

  1. Geraldo E. Dallegrave da a su artículo un título infeliz: “el término “demonio” no aparece ni una sola vez en el original del Antiguo Testamento”.

– Ahora bien, el texto original del Antiguo Testamento fue casi todo escrito en hebreo, lengua sagrada de los judíos; en griego tenemos sólo los libros deuterocanónicos¹: Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, ½ Macabeos, Sabiduría, además de fragmentos (Daniel 3,24-90; 13,1-14,42; Ester 10,4-16,24). En consecuencia, se comprende que el texto original (hebreo) del Antiguo Testamento no puede presentar el vocablo daimon daimonion (= demonio), que es griego. ¿Será que Dallegrave no percibe la incoherencia de su título?

Aunque no existe la palabra griega daimon en los escritos hebreos del Antiguo Testamento, existen palabras hebreas equivalentes, como son:

  1. a) Satán = Adversario. Este es un ángel que aparece en el libro de Job como detractor del hombre y causante de sus desgracias; cf. Job 1,7; 2,2; ver también 1Rs 22,19-23. Más claramente en 1Cr 21,1, donde Satán es visto como el que instiga al hombre al pecado;
  2. b) Belial, beliyya’al (= ¿sin utilidad?) es el ángel malvado, mencionado en 2Sm 23,6: “Los hombres de Belial son todos como la espina rechazada…”; Job 34,18: “Dios, que dice a un rey: “Belial (…)”.

San Pablo designa como Belial al jefe de los espíritus malos, que se opone a Cristo y se manifiesta en la vida de los paganos:

“¿Qué acuerdo hay entre Cristo y Belial? ¿Qué relación entre el fiel y el infiel?” (2Cor 6,15).

  1. c) Asmodeo (= Exterminador) es el ángel malo que mató sucesivamente a los siete pretendientes de Sara, hija de Raguel; cf. Tb 3,8; 6,14.
  2. d) Baalzebub (= Señor de las moscas) era el nombre de una divinidad filistea (o de Acaron); cf. 2Rs 1,2016. Los judíos, después del exilio (586-538 a.C.), evitaban pronunciar el nombre de Satán (Berakot (60,1); por esto, en su lugar, usaban el nombre Baalzebub, deformación de Baalzebul (= don de la casa, es decir, Príncipe de la Moral Infernal). Finalmente los rabinos, queriendo escarnecer a los ídolos, modificaron el nombre a Baalzebel (= Señor del Estiércol). Ver el Nuevo Testamento Mc 3,20.
  3. e) Serpiente Tentadora, que indujo a los primeros padres al pecado: Génesis 3,1-6. El texto griego del libro de la Sabiduría presenta a esa Serpiente como el diábolos (= el diablo); ver Sb 2,24.
  4. En cuanto al exorcismo o al rito aplicado para expulsar al demonio, lo encontramos entre los judíos del tiempo de Cristo. Así, el historiador judío Flavio Josefo (37-95 d.C.), en su libro Antigüedades Judías8,45s, presenta la descripción del exorcismo efectuado en la época; además de esto, refiere que fueron atribuidas al rey Salomón “sentencias adecuadas para obtener el remedio de enfermedades, y fórmulas de exorcismo mediante las cuales se podían subyugar y rechazar los espíritus de modo que no consiguieran volver”.

El Nuevo Testamento da testimonio de que los judíos practicaban el exorcismo – lo que supone la creencia en la existencia del demonio. Hay que tener en cuenta:

Hch 19,13: “Algunos de los exorcistas judíos ambulantes comenzaron a pronunciar, ellos también, el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos. Y decían: “¡Yo os conjuro por Jesús, a quien Pablo proclama!”.

El propio Jesús se refería a los exorcistas:

Mt 12,27s: “Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros adeptos?… Pero si es por el Espíritu de Dios que yo expulso a los demonios, entonces el Reino de Dios ha llegado a vosotros”.

Jesús mismo practicaba exorcismos, como se desprende de este texto y de otros, como Mt 9,32-34; 12, 22-24; 15, 21-28; Mc 1,23-28; Lc 8,28s; 13,10.17.

Notemos, además, que los evangelistas distinguen entre posesos y enfermos, aunque algunos de los casos de posesión, en el Evangelio, se asemejen a enfermedades. Ver Mc 1,34; Mt 8,16s; Lc 6,18 y especialmente Lc 4,40s:

“Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos afectados de males diversos, los traían y Jesús los curaba. De un gran número salían también demonios, gritando: “Tu eres el Hijo de Dios”

Los exorcismos realizados por Jesús eran la señal de que se estaban destruyendo el imperio de Satanás y se inauguraba el Reino de Dios: Mt 12,28; Jo 12,31. Ver Lc 10, 17-20:

“Los setenta y dos volvieron con alegría, diciendo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un relámpago. Os he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y todo el poder del Enemigo, y nada os podrá causar daño. Con todo no os alegréis porque los espíritus se os sometan; alegraos, más bien, porque vuestros nombres están inscritos en los cielos”.

A la vista de este texto y de otros, no se puede decir, con Dallegrave, que “Cristo nunca hizo exorcismos, ni tampoco recomendó que los apóstolos los hiciesen”. En verdad, Jesús no fingió estar ante el maligno ni hizo teatro al exorcizarlo, como si no hubiese posesión diabólica. Adaptándose a una creencia “errónea” de sus contemporáneos, Jesús habría confirmado a los judíos en su “error” y habría transmitido a los cristianos la falsa noción de posesión diabólica. Pero no, Jesús vino justamente con la misión de disipar los errores y dar testimonio de la verdad – lo que no es compatible con el fingimiento y el teatro:

Jn 18,37: “Para esto nací y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien es de la verdad, escucha mi voz”.

Por consiguiente, es forzoso admitir que Jesús, Maestro de la Verdad, no “hizo payasadas”, sino que confirmó la creencia en la posesión diabólica e hizo exorcismos.

Después de Jesucristo, la Iglesia durante veinte siglos (hasta hoy) afirmó y afirma la posibilidad de la posesión diabólica; Existe un Ritual de Exorcismo Solemne, que se utiliza en casos precisos. El diagnóstico de posesión diabólica hoy en día es más minucioso que antes, pues se sabe que varios fenómenos entonces inexplicables eran atribuidos a la acción del Maligno, mientras que actualmente se reconocen como fenómenos meramente humanos o psicológicos. En consecuencia, se recomienda cautela con el fin de no admitir precipitadamente la posesión diabólica.

Traducido y adaptado por Aleteia de Editora Cleofás

Fuente:Aleteia
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