El «mayordomo» Guido Gusso cuenta las anécdotas de cuando Juan XXIII se escapaba del Vaticano: «La gente lo reconocía y gritaba: “¡Ah, nuestro Juan!”»

* «Eran sitios que él conocía porque estudió en Roma. Yo le respondía: “Pero, Santidad, no podemos”. Y él: “¿Cómo de que no se puede? Nos subimos al coche y vamos”. Los gendarmes se volvían locos porque no sabían dónde había acabado el Papa»<  

4 de abril de 2014.- (Iacopo Scaramuzzi / Vatican Insider / Camino católico)  Un par de veces paseando por Roma, otras tantas en las colinas Albani. Papa Juan XXIII, que será santo dentro de poco, se escapaba del Vaticano y del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, dejando atrás a los gendarmes con estrategias fantasiosas: a veces con su cadillac Chrisler y otras a bordo de una Opel Record color marfil y azul. Narra estos y otros episodios del pontificado de Angelo Roncalli (1958-1963) su decano de antecámara Guido Gusso (el dueño del Opel bicolor), que particpó hoy en la presentación de la digitalización del archivo sonoro de los Papas en la sede de la Radio Vaticana. 

«Después de ocho días paseando en los Jardines vaticanos, me dijo: “¡Damos siempre la misma vuelta!”. Llévame a la fuente del Gianicolo, a Villa Borghese”», contó el “mayordomo” de Papa Juan. «Eran sitios que él conocía porque estudió en Roma. Yo le respondía: “Pero, Santidad, no podemos”. Y él: “¿Cómo de que no se puede? Nos subimos al coche y vamos”. Los gendarmes se volvían locos porque no sabían dónde había acabado el Papa».

La escena se repetía también en Castel Gandolfo. «Una vez le conté que había ido a los Pratoni del Vivaro, que están ahí cerca y se parecen un poco a Sappada, de nuestra región. Él era muy curioso y quería verlos. Entonces me dijo: “Hagamos una cosa. Hay una reja (de la villa pontificia de Castel Gandolfo, ndr.)cerca del cementerio de Albano. Que te den las llaves. Abres y dejamos abierto unos diez días, así nadie sabe qué está pasando”. Y una vez que estábamos en los jardines, él me dijo “Vamos al coche y damos unas vueltas y así mareamos a los gendarmes, luego abres la reja y nos vamos”. Y fuimos al Vivaro. La gente lo reconocía, porque íbamos muy lento. Y luego, cuando llegamos al cruce entre Artena y Frascati, le pregunté que a dónde quería que fuéramos, y él mi respondió: “Regresamos a casa, si no Capovilla (el secretario personal del Papa, ndr.)…”. Cuando atravesamos Marino, el camino era estrecho y estaba lleno de gente, era la terdecita, la multitud lo reconoció y empezó a gritar: “¡Viva el Papa!”; “¡Ah, nuestro Juan!”. No podíamos pasar… al final llegamos al Palacio Apostólico, pero desde la entrada central hasta el final de la avenida de Castel Gandolfo, los gendarmes estaban como locos, y también la policía italiana… ¡hubieran visto la cara de los guardias suizos!».

Unos días después de la escapada, llegó una carta de la policía italiana. «La policía me denunció. El Papa me mandó llamar, también estaba monseñor Dell’Acqua (entonces sustituto en la Secretaría de Estado, ndr.), para leerme la carta. Y luego se puso a reír, estaba contento porque habíamos logrado salir». Entre las “excursiones” del Papa, Guido Grosso recordó algunas romanas («Una vez fuimos a ver al embajador inglés que estaba hospitalizado, otra fuimos a ver a un periodista…») y varias alrededor de Castel Gandolfo: a los Pratoni del Vivaro, a orillas del lago Albano para ver las obras de las Olimpiadas de Roma de 1960.

«Normalmente íbamos en su coche, un cadillac Chrisler, pero a veces me decía que fuéramos con el mío. Un Opel Record bicolor, marfil y azul. Cuando lo vio por primera vez dijo que le recordaba su coche cuando estaba en Venecia».

Con los gendarmes, Roncalli no era maleducado y siempre los trataba bien: «En esa época los gendarmes no se podían casar antes de cumplir 28 años. Había uno que tenía 24 y vino a quejarse conmigo. “No tengo dinero para casarme”. Se lo conté al Papa y en la tarde me dio una ofrenda con la que se podía comprar el comedor…».

Guido Gusso conocía a Roncalli desde antes de que se convirtiera en Papa. Hijo de una familia de pescadores pobres, prestaba sus servicios en el Patriarcado de Venecia. «Una vez le pedí un aumento. Llevaba trabajando cuatro años ahí, me iba a casar con mi novia. Antes de ir a verlo, me tomé un vasito de grapa para darme valor… él me dijo: “¡No te preocupes de tu porvenir!”, y citó el Evangelio de Mateo. Yo me quedé un poco perplejo… Un año después fue elegido Papa y mi vida cambió de la noche a la mañana». Pocos días antes de su muerte, Juan XXIII llamó a su asistente a su lecho. Lo regañó porque se comunicaban demasiado poco. Y le prometió un aumento. Gusso se negó. «Usted me protegerá desde el cielo, a mí, a mi hijo y a mi esposa». «Me gusta que hables así –respondió Roncalli–, si necesitas algo en cualquier momento, llámame y yo te responderé». «Y, efectivamente, siempre le jalaba la sotana y él siempre me ayudaba…».

Fueron muchas las anécdotas que contó el“mayordomo” de Papa Juan durante la conferencia de prensa y después, acorralado por los periodistas. Detalles y episodios que describen un cierto fastidio de Roncalli ante el protocolo vaticano de la época.«Cuando fue elegido y el Cónclave todavía no había terminado, me dijo que fuera a la Domus Mariae a recoger algunas de sus pertenencias. Yo le pedí al cardenal Tisserant (entonces decano del colegio cardenalicio, ndr.)el permiso y él me respondió: “Todavía estamos en Cónclave. Usted no puede salir y si lo hace lo excomulgo”. Se lo dije a Roncalli y me respondió: “Entonces vas y le dices al cardenal que si él te excomulga luego yo te quito la excomunión”».

Papa Juan canceló inmediatamente el“beso de la pantufla”, la “falda” que cubría los pies del Pontífice cuando se sentaba(«decía que se iba a caer cuando se levantara»), la silla gestatoria(«Se subió la primera vez y dijo que se había mareado y que le recordaba cuando su tío se lo subía a los hombros cuando era niño»). 

Hablando sobre nuestros días, Guido Gusso no tiene ninguna duda: Papa Francisco se parece mucho a Juan XXIII.«Tiene su bondad, se preocupa mucho por los pobres y los humildes. Fui a una de sus Misas y al final le dije: “Usted es casi igual a Papa Juan”. Y se puso a reír».  

En la conferencia de prensa “La voz de los Papas” sobre la digitalización de los archivos sonoros de la Radio Vaticana (posible gracias a la colaboración de la Banca Intesa Russia y de Confartigianato Persone) participaron el cardenal Giovanni Battista Re, prefecto emérito de la Congregación para los Obispos, el vaticanista Gian Franco Svidercoschi y Sandro Piervenanzi, director técnico de la Radio Vaticana. El padre Federico Lombardi, director general de la Radio y vocero vaticano, moderó el evento.

 

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