El milagro que beatifica a Juan Pablo I: Candela Giarda, tenía 10 años,  los médicos la desahuciaron, su madre rezo a Albino Luciani y la niña se curó inexplicablemente

* «Cande empeoró en vez de mejorar. No tenía expectativas de vida. Hasta me llegaron a decir que volviera a Paraná para que muriera en mi casa. La doctora Gladys me dijo: ‘No podemos hacer nada más por ella. Cande se muere esta noche’. Cuando el Padre José Dabusti se acercó a la cama de Cande, rezó y me indicó que pusiese las manos arriba de ella y se la encomendó al Papa Juan Pablo I», afirma Roxana Sosa, madre de Candela

Camino Católico.- Candela Giarda tenía 10 años –actualmente 21- cuando se encontraba en estado vegetativo en la Fundación Favaloro, Buenos Aires (Argentina) y los médicos que la atendían la habían desahuciado. “No podemos hacer nada más por ella. Se muere esta noche”, le dijeron a Roxana, su madre que comenzó a rezarle a Juan Pablo I y, de la noche a la mañana, la situación de su hija se revirtió totalmente. La Santa Sede publicó el miércoles 13 de octubre de 2021 el Decreto aprobado por el Papa Francisco de la Congregación para las Causas de los Santos y en el que destaca el reconocimiento del milagro de la curación inexplicable de Candela Giarda por intercesión de Albino Luciani, más conocido como Juan Pablo I, que ha sido beatificado el domingo 4 de septiembre de 2022 en una Santa Misa presidida por el Santo Padre.

Los médicos recomiendan volver a casa para que muera

En 2011, Candela Giarda viajó casi 500 km en ambulancia, desde su Paraná natal hasta Buenos Aires a la Fundación Favaloro. Tras padecer una encefalopatía grave, iba intubada. En este desdichado viaje, la acompañaban su mamá, un médico y una enfermera.

“Candela hizo una vida normal hasta los 10 años, que fue cuando se enfermó. Empezó con dolor de cabeza. Yo pensaba que era porque necesitaba anteojos. La llevé al consultorio del pediatra y del oftalmólogo, pero nadie sabía decir qué tenía, porque el único síntoma era el dolor de cabeza. A la semana, Cande comenzó a desmejorar, hasta tener vómitos y fiebre. Cuando la llevé a la guardia, me dijeron que estaba incubando un virus. Cada vez iba empeorando más, hasta que en la madrugada del 27 de marzo de 2011 la llevé al hospital pediátrico de Paraná y quedó internada en terapia. En pocas horas pasó a estar en coma, con respirador. Tenía convulsiones y probaban con distintos anticonvulsivos, pero nada funcionaba”, testimonia a Infobae Roxana Sosa, la mamá de Candela, que no se separó ni un minuto de su hija.

Hace más de 20 años que Roxana Sosa trabaja como empleada en un casino de Paraná. Siempre vivió en Bajada Grande, un barrio obrero. Tras la sorpresiva enfermedad de su hija, su vida de repente dio un drástico vuelco.

Candela Giarda, el Padre José Dabusti y Roxana Sosa: los protagonistas de la historia

Roxana cuenta que peregrinó por sanatorios, hospitales y distintos centros de salud de Entre Ríos, pero nadie sabía explicarle qué tenía su hija. La monitoreaban permanentemente, le hacían electroencefalogramas las 24 horas, placas todos los días, resonancias, tomografías. Nada alcanzaba para detectar en qué consistía su rara enfermedad. Incluso, cuando ingresaron a la Fundación Favaloro, no había un diagnóstico preciso. Años después, los especialistas concluyeron que la patología era FIRES (síndrome epiléptico por infección febril), una enfermedad de las consideradas raras, que afecta a una persona en un millón, casi siempre sin posibilidad de sobrevida.

“Desde que llegamos a Favaloro, Cande empeoró en vez de mejorar. No tenía expectativas de vida. Hasta me llegaron a decir que volviera a Paraná para que muriera en mi casa”, recuerda Roxana, conmocionada y con lágrimas, en la cocina de su casa. Los especialistas le decían que, si acaso sobrevivía, la niña iba a quedar en estado vegetativo, ciega.

La intervención del Padre José

La noche más oscura y desesperante fue la del 22 de julio de 2011, cuando la doctora Gladys la abrazó y le dijo: “No podemos hacer nada más por ella. Cande se muere esta noche”. En ese momento, Roxana decidió pasar por la iglesia a la que siempre iba a rezar, la parroquia Nuestra Señora de la Rábida, ubicada a metros de la clínica. Allí había conocido al Padre José Dabusti, quien la contenía en esos dramáticos días. “Aquella noche entré y le pedí que fuera a verla. Cuando se acercó a la cama de Cande, rezó y me indicó que pusiese las manos arriba de ella y se la encomendó al Papa Juan Pablo I”. Aunque no sabía nada acerca del Papa, Roxana confió en lo que le proponía el sacerdote y, sin dudarlo, se aferró a él sabiendo que era el último recurso. Se quedó sola al pie de la cama de su hija, esperando que transcurrieran las horas.

«No tenía expectativas de vida. Hasta me llegaron a decir que volviera a Paraná para que muriera en mi casa», recuerda Roxana, la madre

Afortunadamente, el desenlace fatal nunca llegó. Unas horas después de invocar a Juan Pablo I, la niña empezó a evolucionar de manera favorable. Los médicos, las enfermeras y el personal de salud no podían acreditar lo que estaba sucediendo en ese momento. Hasta que su vida no corrió más peligro y abandonó la terapia intensiva. Menos de veinticuatro horas después de haber estado con neumonía, dura y blanca como nunca antes, comenzaba a recuperar sus capacidades vitales. Para su madre, solo hay una posible explicación: se trata de un milagro. Roxana asegura: “Los milagros existen, y yo lo vi con Cande”.

Candela, a sus 21 años, como muchos jóvenes, decide vivir el presente con la liviandad típica de esa edad. Nos cuenta muy orgullosa que cursa una tecnicatura en Seguridad e higiene animal en la universidad, a la vez que tiene un emprendimiento de venta de miel. Si bien la joven atribuye su sanación a la intercesión de Juan Pablo I, no tiene recuerdos de ese momento de su vida. Tiene pasión por el deporte y lleva una meticulosa dieta alimentaria para cuidar su cuerpo y su salud. Atrás quedaron la medicación, las terapias y la rehabilitación: En la actualidad, Candela no toma ningún medicamento. Ha superado para siempre esa etapa dramática de su vida.

El Padre José Dabusti explica por qué encomendó a Candela al Papa Juan Pablo I: “Más que devoción, yo le tengo mucho cariño a Juan Pablo I, que es un Papa desconocido”. Y agrega: “Cuando tenía 13 años, me impactaron su imagen, su sonrisa, su humildad. Dije ‘vamos a rezarle a él’ y al otro día hubo una mejoría completamente inexplicable en Candela”. Cuenta que tenía la convicción de que había que dar a conocer este milagro, pero no sabía cómo llevar adelante una causa como esta.

Juan Pablo I

El Padre José le escribió una carta al Papa Francisco, en la que le contaba lo que había pasado. Se la envío a través de su hermano, que viajaba a Roma. “Mi hermano se la dio en mano. Un tiempo después, me llamaron a la parroquia desde el Vaticano. Era un obispo que me hablaba en italiano y me decía que tenía en sus manos el caso. Me dijo que hiciera un racconto de la historia y que además debía recopilar el material del caso. Desde Roma solicitaron la máxima precisión sobre la clínica y la epicrisis, con el detalle de la situación de salud de Candela, puntualmente de los cuatro días previos a que rezáramos a Juan Pablo I”, testimonia.

El exhaustivo proceso canónico siguió su curso. Una de las instancias fundamentales por las que pasó el milagro de Candela fue la de la Comisión Médica que, en este caso, dio una sentencia positiva unánime. En la siguiente instancia, los teólogos también dieron su veredicto positivo. Hace apenas unas horas, los cardenales, reunidos en Roma, reafirmaron que se trata de un milagro. Por último, el Papa Francisco ha declarado con su firma a Juan Pablo I como beato de la Iglesia. Albino Luciani fue una estrella fugaz en la historia de la Iglesia Católica: por su muerte inesperada, ocupó el cargo de Papa por tan solo 33 días. De esta manera, 44 años después de su enigmática muerte, Juan Pablo I va camino a la santidad, gracias a un milagro sucedido en un punto recóndito de la Argentina.

Publicado originalmente en Camino Católico en octubre de 2021 y actualizado 

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