El Papa en el Ángelus de la Asunción pide a la Virgen «justicia y amor para todas las mujeres y niñas víctimas de la violencia y la esclavitud»

* «A la Reina de la paz, que contemplamos hoy en la gloria celeste, deseo confiarle nuevamente las ansias y los dolores de las poblaciones que en tantas partes del mundo son víctimas inocentes de persistentes conflictos. Mi pensamiento se dirige a los habitantes de Nord Kivu, en la República Democrática del Congo, recientemente golpeada por nuevas masacres. Obtenga María para todos sentimientos de comprensión y el deseo de concordia»

Video completo de las palabras del Papa traducidas al español

15 de agosto de 2016.- (13 TV / Radio Vaticano Camino Católico)  Para rezar el Ángelus con el Papa Francisco en la solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María. En esta ocasión, el Santo Padrerecordó esta fiesta es un misterio grande que tiene que ver con cada uno de nosotros y con nuestro futuro.

Al referirse al Evangelio de San Lucas (1, 39-56) el Obispo de Roma explicó que contemplamos a la Madre de Dios en su camino hacia la Jerusalén celestial, para encontrar, finalmente, el rostro del Padre y volver a ver el de su Hijo Jesús.  

En efecto María – dijo también el Papa Bergoglio – nos precede en el camino por el cual se encaminan quienes, mediante el Bautismo, han unido su vida a Jesús, tal como lo hizo Ella. De modo que esta fiesta preanuncia los “cielos nuevos y la tierra nueva”, con la victoria de Cristo resucitado, de donde se desprende el gozo que expresa en el cántico del Magníficat, que se convierte en el canto de la entera humanidad, que se complace al ver al Señor que se inclina sobre todos los hombres y mujeres, criaturas humildes, para que estén con Él en el cielo.

Francisco invitó a pensar de modo especial en las mujeres arrolladas por el peso de la vida y por el drama de la violencia, en las mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos, en las niñas obligadas a realizar trabajos inhumanos, en las mujeres obligadas a entregarse en el cuerpo y en el espíritu a la avidez de los hombres. Y formuló su deseo que de que cuanto antes llegue para ellas el inicio de una vida de paz, de justicia y de amor en espera del día en que, finalmente, se sentirán aferradas por las manos que no las humillan, sino que con ternura las levantan y conducen hasta el cielo.

Después de rezar a la Madre de Dios, el Obispo de Roma saludó a los diversos grupos presentes en la Plaza.  Y afirmó que a la Reina de la paz, que contemplamos en la gloria celestial deseaba encomendar una vez más las ansias y los dolores de las poblaciones que en tanta partes del mundo son víctimas inocentes de los conflictos persistentes. De modo especial el pensamiento del Santo Padre se dirigió a los habitantes de Kivu del Norte, en la República Democrática del Congo, afectados recientemente por nuevas matanzas, implorando que María ¡obtenga para todos sentimientos de comprensión y deseo de concordia! En el vídeo superior, que se publkicará en unos minutos, se escuchan y visualizan las palabras del Santo Padre traducidas al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días.Y buena fiesta de la Asunción!

La página evangélica de la fiesta de hoy, de la Asunción de María al cielo, describe el encuentro entre María y su prima Isabel, subrayando que “María se levantó y fue rápidamente hacia la región montañosa, en una ciudad de Judea”. En aquellos días, María corría hacia una pequeña ciudad en los alrededores de Jerusalén para encontrar a Isabel.

Hoy la vemos en su camino hacia la Jerusalén celeste, para encontrar finalmente el rostro del Padre y volver a ver el rostro de su hijo Jesús.

Muchas veces en su vida terrena había recorrido zonas montañosas, hasta la última etapa dolorosa del Calvario, asociada al misterio de la pasión de Cristo. Ahora la vemos alcanzar la montaña de Dios, “vestida de sol con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas” y cruzar el umbral de la patria celeste.

Fue la primera en creer en el Hijo de Dios y la primera a ser llevada al cielo en cuerpo y alma. Fue la primera que acogió y tomó en sus brazos a Jesús cuando aún era niño y la primera en ser recibida en sus brazos para ser introducida en el Reino eterno del Padre.

María, humilde y simple muchacha de un pueblo perdido en la periferia del imperio, justamente porque acogió y vivió el Evangelio fue admitida por Dios a estar durante la eternidad al lado del trono de su hijo. Es así que el Señor destituye a los poderosos de sus tronos y eleva a los humildes. (cfr Lc 1, 52).

La Asunción de María es un misterio grande que se refiere a cada uno de nosotros, y se refiere a nuestro futuro. María, de hecho nos precede en el camino hacia el cual se encaminan aquellos que mediante el bautismo han atado su vida a Jesús, como María ató a él la propia vida.

La fiesta de hoy nos hace mirar al cielo. La fiesta de hoy preanuncia “cielos nuevos y la tierra nueva”, con la victoria de Cristo resucitado sobre la muerte y la derrota definitiva del maligno.

Por lo tanto la exultación de la humilde joven de Galilea, expresado en el canto del Magnificat, se vuelve el canto de la humanidad entera, que se complace en ver al Señor inclinarse sobre todos los hombres y todas las mujeres, humildes criaturas, y asumirlos con él en el cielo.

Pensamos en particular en las mujeres vencidas por el peso de la vida y el drama de la violencia, a las mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos, a las niñas obligadas a trabajos deshumanos, a las mujeres obligadas a rendirse en el cuerpo y en el espíritu a la concupiscencia de los hombres.

Pueda llegar cuanto antes a ellas el inicio de una vida de paz, de justicia, de amor, mientras esperan el día en el que finalmente se sentirán tomadas por manos que no las humillan, pero con ternura las elevan y las conducen hacia el cielo.

Ahora nos dirigimos con confianza a María, dulce Reina del cielo y le pedimos, “Dadnos días de paz, vigila sobre nuestro camino, haz que veamos a tu Hijo, llenos de la alegría del Cielo”. (Himno segundo de las vísperas).

(Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:)

Queridos hermanos y hermanas.

A la Reina de la paz, que contemplamos hoy en la gloria celeste, deseo confiarle nuevamente las ansias y los dolores de las poblaciones que en tantas partes del mundo son víctimas inocentes de persistentes conflictos. Mi pensamiento se dirige a los habitantes de Nord Kivu, en la República Democrática del Congo, recientemente golpeada por nuevas masacres. Obtenga María para todos sentimientos de comprensión y el deseo de concordia.

Saludo a todos, romanos y peregrinos que llegan desde diversos países. En particular saludo a los jóvenes de Villadose, a los fieles de Credaro y a los de Crosara.

Les deseo una hermosa fiesta de la Asunción, a todos los que están aquí presentes, a quienes se encuentran en los lugares de veraneo, así como a todos aquellos que no han podido irse de vacaciones, especialmente a los enfermos, a las personas solas, y a quienes en estos días de fiesta aseguran los servicios indispensables para la comunidad.

Les agradezco de haber venido y por favor, no se olviden de rezar por mi. A todos os deseo un feliz domingo y un buen almuerzo. ¡Hasta la vista!

Francisco

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