El Papa en la Audiencia 1-8-18: «Reconozcamos y erradiquemos los ídolos que nos tienen esclavizados y, en su lugar, poned al verdadero Dios, que os hará libres y felices»

* «Los ídolos exigen un culto, exigen rituales ante ellos se postra y se sacrifica todo. En la antigüedad se hacían sacrificios humanos a los ídolos, pero también hoy: por la carrera se sacrifican los hijos, descuidándolos, o simplemente no teniéndolos; la belleza requiere sacrificios humanos. ¡Cuántas horas frente al espejo! Alguna personas, alguna mujeres, ¿cuánto gastan para maquillarse? Esto también es una idolatría. La belleza pide sacrificios humanos. La fama pide la inmolación de sí mismo, de la propia inocencia y autenticidad. Los ídolos piden sangre. El dinero roba la vida y el placer lleva a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas para utilidades mayores: pensemos en tanta gente sin trabajo porque los empresarios han despedido a la gente para ganar más dinero. El ídolo del dinero… Se vive en la hipocresía, haciendo y diciendo lo que los demás esperan, porque el Dios de la propia afirmación lo impone. Y se destruyen vidas, familias y se abandonan jóvenes en manos de modelos destructivos con tal de aumentar el beneficio. También la droga es un ídolo: ¿cuántos jóvenes destruyen la salud y hasta la vida adorando este ídolo de la droga?»

Video completo de la transmisión en directo realizada por 13 TV de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

* «Los ídolos prometen vida pero en realidad la quitan. El Dios verdadero no pide la vida, sino que la dona. El Dios verdadero no ofrece una proyección de nuestro éxito, sino que nos enseña a amar. El amor verdadero no pide hijos, sino que da a su Hijo por nosotros. Los ídolos proyectan hipótesis futuras y hacen despreciar el presente. El Dios verdadero enseña a vivir en la realidad de cada día, concretamente, no con ilusiones sobre el futuro: hoy y mañana y pasado mañana, caminando hacia el futuro. La concreción del Dios verdadero contra la liquidez de los ídolos»                                                              

1 de agosto de 2018.- (CaminoCatólico.com)  Con el inicio de agosto, el Papa Francisco retomó la Audiencia General de los miércoles tras la pausa estival y dedicó su catequesis a los ídolos, sobre los que afirmó que, al contrario de lo que muchos piensan, “quitan la vida”, el dinero “roba” y el “placer” lleva a la soledad.

En el encuentro, que se celebró en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Pontífice dijo que adorar a los ídolos es “una tendencia humana, que no dejan de lado ni creyentes ni ateos”. El Papa señaló que “los ídolos esclavizan, prometen felicidad, pero no la dan; y uno se encuentra viviendo por esa cosa o esa visión en un torbellino autodestructivo, en espera de un resultado que no llega nunca”.

“El dinero roba la vida y el placer lleva a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas para utilidades mayores. Se vive en la hipocresía, haciendo y diciendo lo que los demás esperan, porque el Dios de la propia afirmación lo impone”.

“Y se estropean vidas, –continuó diciendo Francisco–, se destruyen familias y se abandonan jóvenes en mano de modelos destructivos”.

El Papa alertó de que “los ídolos prometen vida, pero en realidad la quitan. El Dios verdadero no pide la vida, sino que la dona. El Dios verdadero no ofrece una proyección de nuestro éxito, sino que enseña a amar. El amor verdadero no pide hijos, sino que dona a su Hijo por nosotros”.

“Los ídolos proyectan hipótesis futuras y hacen despreciar el presente”, sin embargo, “el Dios verdadero enseña a vivir en la realidad de cada día”, dijo el Pontífice.

Francisco lanzó algunas preguntas al aire: “¿Cuál es verdaderamente mi Dios?, ¿es el amor Uno y Trino, o mi imagen, mi éxito personal, quizás en el interior de la Iglesia?”

El Papa explicó que Dios “está en el centro de la propia vida y de Él depende lo que se piensa”. “Se puede crecer en una familia que dice ser cristiana pero centrada, en realidad, en puntos de referencia extraños al Evangelio”.

“El mundo ofrece el ‘supermarket’ de los ídolos, que pueden ser objetos, imágenes, ideas, roles”, comentó. Francisco explicó entonces que un ídolo “es una visión que tiende a convertirse en una fijación, una obsesión. El ídolo es en realidad una proyección de sí mismo en los objetos o en los proyectos”.

El Obispo de Roma alertó de que los ídolos “exigen un culto, exigen rituales” y ante ellos “se postra y se sacrifica todo” y puso algunos ejemplos actuales: “en la antigüedad hacían sacrificios humanos a los ídolos, pero también hoy: por la carrera se sacrifican los hijos, descuidándolos, o simplemente no teniéndolos; la belleza requiere sacrificios humanos; la fama pide la inmolación de sí mismo, de la propia inocencia y autenticidad”. Por último, Francisco invitó a “reconocer las propias idolatrías”, lo que ya es “un inicio de gracia, y coloca en el camino del amor”. “Para amar de verdad es necesario liberarse de los ídolos”, concluyó. En el vídeo superior de 13 TV se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hemos escuchado el primer mandamiento del Decálogo: «No tendrás otros dioses fuera de mí» (Éx 20: 3). Es bueno detenerse en el tema de la idolatría, que es de gran importancia y actualidad.

El mandamiento prohíbe hacerse ídolos 1] o imágenes [2] de cualquier tipo de realidad: [3]  Todo en efecto hecho puede ser usado como ídolo.  Estamos hablando de una tendencia humana, de la cual no se salvan creyentes ni ateos. Por ejemplo, nosotros los cristianos podemos preguntarnos: ¿Cuál es verdaderamente mi Dios?, ¿es el amor Uno y Trino, o mi imagen, mi éxito personal, quizás en el interior de la Iglesia?La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Permanece como una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios”. (Catecismo de la Iglesia Católica, No. 2113).

¿Qué es un «dios» en el plano existencial? Es el que está en el centro de la propia vida y él depende lo que se hace y lo que se piensa depende. Se puede crecer en una familia nominalmente cristiana, pero centrada, en realidad, en puntos de referencia que no son parte del Evangelio. [5] El ser humano no vive sin centrarse en algo. Entonces aquí el mundo ofrece el «supermercado» de los ídolos, que pueden ser objetos, imágenes, ideas, roles. Por ejemplo, incluso la oración. Debemos orar a Dios, nuestro Padre. Recuerdo una vez que fui a una parroquia en la diócesis de Buenos Aires para celebrar una misa y luego tuve que hacer confirmaciones en otra parroquia a una distancia de un kilómetro. Fui caminando y atravesé un hermoso parque y allí había más de 50 mesitas con dos sillas y la gente sentada, unos delante de los otros. ¿Y qué hacían? El tarot. Iban allí a “rezar” a los ídolos en lugar de rezar a Dios que es providencia en el futuro. Iban allí para ver el futuro en las cartas. Esta es una idolatría de nuestro tiempo. Yo os pregunto: ¿Cuántos de vosotros habéis ido a que os echen las cartas para ver el futuro? ¿Cuántos de vosotros habéis ido para que os lean las manos y vean el futuro, en lugar de rezar al Señor? Esta es la diferencia: el Señor está vivo; los otros son ídolos, idolatrías que no sirven.

¿Cómo se desarrolla una idolatría? El mandamiento describe las fases: «No te harás ídolos ni imágenes […]. / No te postrarás delante de ellos / y no los servirás» (Éx 20: 4-5).

La palabra «ídolo» en griego deriva del verbo «ver». [6] Un ídolo es una «visión» que tiende a convertirse en una obsesión. El ídolo es en realidad una proyección de sí mismo en objetos o proyectos. De esta dinámica se sirve, por ejemplo, la publicidad: no veo el objeto en sí mismo sino que percibo aquel vehículo, aquel teléfono, aquel rol o cualquier otra cosa como un medio para realizarme y responder a mis necesidades esenciales. Y lo busco, hablo de ello, pienso en ello, en la idea de poseer ese objeto o realizar ese proyecto, alcanzar esa posición, parece una vida maravillosa, feliz, una torre para alcanzar el cielo (véase Gen 11,1-9), y todo se convierte en funcional para alcanzar esa meta.

Se entra entonces en la segunda fase: «No te postrarás delante ellos». Los ídolos exigen un culto, exigen rituales ante ellos se postra y se sacrifica todo. En la antigüedad se hacían sacrificios humanos a los ídolos, pero también hoy: por la carrera se sacrifican los hijos, descuidándolos, o simplemente no teniéndolos; la belleza requiere sacrificios humanos. ¡Cuántas horas frente al espejo! Alguna personas, alguna mujeres, ¿cuánto gastan para maquillarse? Esto también es una idolatría. No está mal usar maquillaje; pero de una manera normal, no para convertirse en una diosa. La belleza pide sacrificios humanos. La fama pide la inmolación de sí mismo, de la propia inocencia y autenticidad. Los ídolos piden sangre. El dinero roba la vida y el placer lleva a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas para utilidades mayores: pensemos en tanta gente sin trabajo porque los empresarios han despedido a la gente para ganar más dinero. El ídolo del dinero… Se vive en la hipocresía, haciendo y diciendo lo que los demás esperan, porque el Dios de la propia afirmación lo impone. Y se destruyen vidas, familias y se abandonan jóvenes en manos de modelos destructivos con tal de aumentar el beneficio. También la droga es un ídolo: ¿cuántos jóvenes destruyen la salud y hasta la vida adorando este ídolo de la droga?

Aquí llega el tercer y más trágico estadio: “… y no les servirás”. Los ídolos esclavizan. Prometen felicidad pero no la dan; y nos encontramos viviendo por esta o aquella cosa, por esa visión, en una vorágine autodestructiva, en espera de un resultado que no llega nunca.

Queridos hermanos y hermanas, los ídolos prometen vida pero en realidad la quitan. El Dios verdadero no pide la vida, sino que la dona. El Dios verdadero no ofrece una proyección de nuestro éxito, sino que nos enseña a amar. El amor verdadero no pide hijos, sino que da a su Hijo por nosotros. Los ídolos proyectan hipótesis futuras y hacen despreciar el presente. El Dios verdadero enseña a vivir en la realidad de cada día, concretamente, no con ilusiones sobre el futuro: hoy y mañana y pasado mañana, caminando hacia el futuro. La concreción del Dios verdadero contra la liquidez de los ídolos. Yo os invito a pensar hoy: ¿cuántos ídolos tengo o cuál es mi ídolo favorito? Porque el reconocimiento de las idolatrías es un comienzo de gracia y nos pone en el camino del amor. De hecho, el amor es incompatible con la idolatría: si algo se vuelve absoluto e intocable, entonces es más importante que un cónyuge, un niño o una amistad. El apego a un objeto o una idea nos hace cegarnos al amor. Y así, ir en busca de ídolos, o de un ídolo, incluso podemos renegar del padre, de la madre, de los hijos, de la esposa, del novio, de la familia… lo más querido. El apego a un objeto o una idea nos hace cegarnos al amor. Llevad esto a tu corazón: los ídolos roban nuestro amor, los ídolos nos ciegan al amor y, para amar verdaderamente, debemos ser libres de todos los ídolos. ¿Cuál es mi ídolo? Quítalo y tíralo por la ventana. Gracias.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

El primer mandamiento del decálogo, que dice: «No tendrás otros dioses frente a mí» (Ex 20,3), nos lleva a reflexionar sobre el tema de la idolatría, que es de gran actualidad. Al dar este mandamiento, Dios añade: «No te fabricarás ídolos ni figura alguna, […] no te postrarás ante ellos, ni les darás culto» (Ex 20,4-5).

El ser humano, sea creyente o no, es propenso a crearse ídolos. La palabra “ídolo” en griego viene del verbo “ver”. Un ídolo es una “visión” que llega a ser una fijación, una obsesión sobre algo que pudiera responder a las propias necesidades y, por tanto, se busca y se hace todo por alcanzarla, pensando que en ella está la felicidad.

Sin embargo, los ídolos exigen un culto y a ellos se sacrifica la propia vida con tal de alcanzarlos. Se antepone el dinero, la fama o el éxito a la familia, a los hijos y a la integridad de la vida. Los ídolos son mentirosos; prometen felicidad, pero no la dan, sino que esclavizan y terminan haciéndose dueños de nuestra existencia. En cambio, el verdadero Dios no nos ofrece ilusiones ficticias ni hace despreciar el momento presente, sino que enseña a amar a los demás y a vivir la realidad de cada día.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica.

Los animo a que entren en su interior para reconocer y erradicar los ídolos que los tienen esclavizados y, en su lugar, pongan al verdadero Dios, que los hará libres y plenamente felices.

Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Francisco

[1] El término Pesel indica «imagen divina fue tallada originalmente en madera o piedra, y sobre todo de metal» (L. Koehler – W. Baumgartner, El hebreo y arameo Lexicon del AT, vol 3, p.. 949).

[2] El término Temunah tiene un significado muy amplio, referible a «semejanza, forma»; por lo tanto, la prohibición es muy amplia y estas imágenes pueden ser de cualquier tipo (véase L. Koehler – W. Baumgartner, Op. cit., vol. 1, pp. 504).

[3] El mandamiento no prohíbe las imágenes en sí – Dios mismo estará al mando de Moisés para hacer los querubines de oro en la tapa del arca (Ex 25,18) y una serpiente de bronce (cf. Nm 21,8) -, pero les prohíbe adorarlos y servirlos, es decir, todo el proceso de deificación de algo, no solo la reproducción.

[4] La Biblia hebrea se refiere a las idolatrías cananeas con el término Baal, que significa «señorío, relación íntima, realidad de la que uno depende». El ídolo es lo que domina, toma el corazón y se convierte en el eje de la vida (ver Léxico Teológico del Antiguo Testamento, Volumen 1, 247-251).

[5] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2114: «La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es aquel que «refiere su noción indestructible de Dios a cualquiera en lugar de a Dios» (Orígenes, Contra Celsum, 2, 40) ».

[6] La etimología de la eidolon griego, derivado de Eidos, es el significado de la raíz weid See (ver Great Antiguo Testamento Lexicon, Brescia 1967, vol. III, p. 127).

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