El Papa en la Audiencia 24-10-18: «En el matrimonio dirigir la mirada a Cristo, quien con su fidelidad puede quitarnos un corazón adúltero y darnos un corazón fiel»

* «Para acceder al sacramento del matrimonio, los novios deben madurar la certeza de que en su vínculo está la mano de Dios, que los precede y los acompaña, y les permitirá decir: «Con la gracia de Cristo, prometo serte fiel siempre » . No pueden prometerse fidelidad  «en la alegría y en las penas, en la salud y en la enfermedad», y amarse y honrarse todos los días de sus vidas, solo sobre la base de la buena voluntad o la esperanza de que «la cosa funcione». Necesitan construir sobre el terreno sólido del amor fiel de Dios. Y por eso, antes de recibir el sacramento del matrimonio, hace falta una preparación cuidadosa, diría un catecumenado, porque se juega toda la vida en el amor, y con el amor no se bromea. No se puede definir como “preparación al matrimonio”, tres o cuatro conferencias dadas en la parroquia; no, eso no es preparación: esa es falsa preparación. Y la responsabilidad de quien lo hace recae sobre él: sobre el párroco, sobre el obispo que tolera estas cosas. La preparación debe ser madura y hace falta tiempo. No es un acto formal; es un Sacramento. Pero hay que prepararlo como un auténtico catecumenado»

Video completo de la transmisión en directo realizada por 13 TV de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

* «En Cristo, y solo en él, hay amor sin reservas ni replanteamientos, entrega completa sin paréntesis y tenacidad de la aceptación hasta el final. De su muerte y resurrección se deriva nuestra fidelidad, de su amor incondicional se deriva la constancia en las relaciones. De la comunión con Él, con el Padre y con el Espíritu Santo se deriva la comunión entre nosotros y la capacidad de vivir con fidelidad nuestros lazos»                                                                                

24 de octubre de 2018.- (CaminoCatólico.com)  El Papa Francisco recordó que antes de recibir el sacramento del matrimonio “se necesita una cuidada preparación, un catecumenado”, y aseguró que no se puede llamar preparación “a tres o cuatro conferencias en la parroquia”.

En este sentido, responsabilizó a los párrocos y Obispos que permiten esa “burla” de la falta de preparación de los matrimonios. “La preparación debe ser madura y exige tiempo. No es un acto formal. Es un sacramento. Por lo tanto, se debe preparar con un verdadero catecumenado, porque se juega toda la vida en el amor, y con el amor no se juega”.

Durante la catequesis pronunciada en la Audiencia General de este miércoles 24 de octubre celebrada en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Santo Padre reflexionó sobre el Sexto Mandamiento del Decálogo: “No cometerás adulterio”.

“Se trata de una llamada a la fidelidad”, explicó el Pontífice. “En efecto, ninguna relación humana es auténtica sin fidelidad y lealtad”. “No se puede amar sólo hasta lo que nos ‘conviene’; el amor se manifiesta más allá del interés propio, cuando se da todo sin reserva”.

El Papa continuó: “La llamada a la vida conyugal exige un detenido discernimiento sobre la calidad de la relación y un tiempo de afianzamiento para verificarla. Para acceder al Sacramento del matrimonio, los novios deben madurar la certeza de que en su vínculo está la mano de Dios que los precede y los acompaña”.

 “La fidelidad es la característica de la relación humana libre, madura, responsable. También un amigo se demuestra auténtico cuando permanece como tal ante cualquier eventualidad, de otra manera, no sería un amigo”. En este sentido, señaló que “Cristo revela el amor auténtico, Él, que vive del amor ilimitado del Padre y, debido a ello, es el Amigo fuel que nos acoge, incluso cuando nos equivocamos, y siempre quiere nuestro bien, incluso cuando no lo merecemos”.

Cuando se produce esa situación, cuando una persona no se siente amada, “el corazón humano trata de llenar ese vacío con sustitutos, aceptando compromisos y mediocridades que del amor únicamente mantiene un sabor vago”. “El riesgo es llamar ‘amor’ a relaciones inmaduras, con la ilusión de encontrar luz de vida en cualquier cosa que, en el mejor de los casos, tan solo son un reflejo”, explicó.

El Papa concluyó su catequesis subrayando que para alcanzar una vida basada en la fidelidad “no basta con nuestra naturaleza humana, es necesario que la fidelidad de Dios entre en nuestra existencia”. En el vídeo superior de 13 TV se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro itinerario de catequesis sobre los Mandamientos, llegamos hoy a la Sexta Palabra, que concierne a la dimensión emocional y sexual, y dice: «No cometerás adulterio».La llamada  inmediata es a la fidelidad, y de hecho, ninguna relación humana es auténtica sin fidelidad y lealtad.

Uno no puede amar solo mientras «conviene». El amor se manifiesta más allá del umbral del propio interés, cuando se da todo sin reservas. Como dice el Catecismo: «El amor quiere ser definitivo. No puede ser «hasta nuevo aviso» (No. 1646). La fidelidad es la característica de una relación humana libre, madura y responsable. También un amigo demuestra que es auténtico cuando sigue siéndolo en todas las circunstancias; de lo contrario no es un amigo. Cristo revela el amor verdadero, Él, que vive del amor ilimitado del Padre, y en virtud de esto, es el Amigo fiel que nos acoge incluso cuando cometemos errores y siempre quiere nuestro bien, incluso cuando no lo merecemos.

El ser humano necesita ser amado sin condiciones, y quien no recibe esta acogida a menudo se siente incompleto, incluso sin saberlo. El corazón humano trata de llenar este vacío con sucedáneos, aceptando componendas y mediocridades  que del amor tienen solo un vago sabor. El riesgo es llamar «amor» a las relaciones acerbas e inmaduras, con la ilusión de encontrar luz de vida en algo que, en el mejor de los casos, es solo un reflejo de ello.

Sucede entonces que se sobrestima, por ejemplo,  la atracción física, que en sí misma es un don de Dios, pero que está orientada a allanar el camino para una relación auténtica y fiel con la persona. Como decía San Juan Pablo II, el ser humano «está llamado a la plena y madura espontaneidad de las relaciones», que «es el fruto gradual del discernimiento de los impulsos del corazón». Es algo que se conquista, ya que todo ser humano «debe aprender con perseverancia y coherencia cual es el significado del cuerpo» (cf. Catequesis, 12 de noviembre de 1980).

La llamada a la vida conyugal requiere, por lo tanto, un discernimiento cuidadoso sobre la calidad de la relación y un tiempo de noviazgo para verificarla. Para acceder al sacramento del matrimonio, los novios deben madurar la certeza de que en su vínculo está la mano de Dios, que los precede y los acompaña, y les permitirá decir: «Con la gracia de Cristo, prometo serte fiel siempre » . No pueden prometerse fidelidad  «en la alegría y en las penas, en la salud y en la enfermedad», y amarse y honrarse todos los días de sus vidas, solo sobre la base de la buena voluntad o la esperanza de que «la cosa funcione». Necesitan construir sobre el terreno sólido del amor fiel de Dios. Y por eso, antes de recibir el sacramento del matrimonio, hace falta una preparación cuidadosa, diría un catecumenado, porque se juega toda la vida en el amor, y con el amor no se bromea. No se puede definir como “preparación al matrimonio”, tres o cuatro conferencias dadas en la parroquia; no, eso no es preparación: esa es falsa preparación. Y la responsabilidad de quien lo hace recae sobre él: sobre el párroco, sobre el obispo que tolera estas cosas. La preparación debe ser madura y hace falta tiempo. No es un acto formal; es un Sacramento. Pero hay que prepararlo como un auténtico catecumenado.

La fidelidad es, en efecto, una forma de ser, una forma de vida. Se  trabaja con lealtad, se habla con sinceridad, se permanece fiel a la verdad en los propios pensamientos y acciones. Una vida tejida de fidelidad se expresa en todas las dimensiones y conduce a ser hombres y mujeres fieles y confiables en todas las circunstancias.

Pero para llegar a una vida tan hermosa, nuestra naturaleza humana no es suficiente, es necesario que la fidelidad de Dios entre en nuestra existencia, que nos contagie.  Esta Sexta Palabra nos llama a dirigir nuestra mirada a Cristo, quien con su fidelidad puede quitarnos un corazón adúltero y darnos un corazón fiel. En él, y solo en él, hay amor sin reservas ni replanteamientos, entrega completa sin paréntesis y tenacidad de la aceptación hasta el final.

De su muerte y resurrección se deriva nuestra fidelidad, de su amor incondicional se deriva la constancia en las relaciones. De la comunión con Él, con el Padre y con el Espíritu Santo se deriva la comunión entre nosotros y la capacidad de vivir con fidelidad nuestros lazos.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos:

Hoy dedicamos la catequesis al sexto mandamiento, que dice: “No cometerás adulterio”. Esta palabra del Decálogo supone una llamada a la fidelidad, pues no hay auténtica relación humana sin lealtad y fidelidad. No se puede amar solo cuando “conviene”. El amor se manifiesta cuando se da todo sin reservas. El ser humano necesita ser amado sin condiciones, y cuando no encuentra este amor el corazón busca llenar ese vacío con sucedáneos, componendas y mediocridades, entregándose a relaciones estériles e inmaduras, con la falsa ilusión de encontrar allí un poco de luz y de vida. Así, se sobrevalora la atracción física, que en sí misma es un don de Dios, pero que está orientada para preparar el camino a una relación personal auténtica y fiel.

La vida conyugal requiere un tiempo de noviazgo para discernir y verificar la cualidad de la relación. Los novios, para acceder al sacramento del matrimonio, tienen que madurar la certeza de que no basta solo con la buena voluntad, sino que se han de apoyar en el amor fiel de Dios. Este mandamiento nos llama pues a dirigir nuestra mirada a Cristo, para que sepamos encontrar en Él la fuente de nuestra fidelidad, de nuestra constancia en las relaciones con los demás y de nuestra comunión mutua.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española  provenientes de España y América Latina, y en especial a los participantes en el Encuentro sobre la doctrina social de la Iglesia, organizado por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Pidamos a la Virgen María, Madre de Dios y madre nuestra, que nos ayude a todos, y de modo especial a los jóvenes, a saber descubrir y vivir la belleza del amor humano como una llamada a la entrega y a la donación total de sí mismos, libre de egoísmos y superficialidades. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.

 

El Papa ha dicho al final de la catequesis:

Dirijo un pensamiento especial a los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados.

Queridos amigos, el mensaje del evangelio de Cristo no nos pide que hagamos cosas extraordinarias, sino que dejemos que Dios actúe en nuestras vidas. Él nos dijo: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5). La vida cristiana es el encuentro de nuestra debilidad con la fortaleza de la gracia de Dios, que nos permite vivir una vida plena y feliz cada día, donde la caridad significa hacer todo con alegría y humildad, para gloria de Dios y para el bien de los hombres.

Francisco

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