El Papa en la Audiencia 28-11-18: « El amor de Dios nos invita a la confianza y nos rescata del engaño de las idolatrías, del deseo de acaparar cosas y dominar a las personas»
* «Buscar a Cristo en el Decálogo sirve para fecundar nuestro corazón para que esté henchido de amor y se abra a la obra de Dios… Al contemplar la vida descrita en el Decálogo, o sea una existencia agradecida, libre, bendecidora, adulta, defensora y amante de la vida, fiel, generosa y sincera, nos encontramos ante Cristo, casi sin darnos cuenta de ello. El Decálogo es su «radiografía», lo describe como un negativo fotográfico que deja que su rostro aparezca, como en la Sábana Santa. Y así, el Espíritu Santo fecunda nuestro corazón poniendo en él los deseos que son un don suyo, los deseos del Espíritu. Desear según el Espíritu, desear al ritmo del Espíritu, desear con la música del Espíritu. Mirando a Cristo vemos la belleza, el bien, la verdad. Y el Espíritu genera una vida que, secundando estos deseos, activa en nosotros la esperanza, la fe y el amor»
Video completo de la transmisión en directo realizada por 13 TV de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma
* «El próximo domingo comenzaremos el tiempo litúrgico de Adviento. Preparemos nuestros corazones para recibir a Jesús el Salvador; reconozcamos en la Navidad el encuentro de Cristo con la humanidad, sobre todo la que vive todavía al margen de la sociedad, en medio de la necesidad y del sufrimiento y de tantas guerras»
28 de noviembre de 2018.- (CaminoCatólico.com) Esta mañana, la audiencia general se ha celebrado en el interior del Aula Pablo VI, debido a las bajas temperaturas que se perciben en Roma estos días. La audiencia ha comenzado a las 9:30 horas, cuando el Papa Francisco ha entrado a la sala saludando a los peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El Papa ha concluido hoy el ciclo de catequesis sobre los Diez Mandamientos, hablando del tema La ley nueva en Cristo y los deseos según el Espíritu (Pasaje bíblica: de la Carta a los Gálatas de San Pablo Apóstol, 5, 16-18, 22-23).
“Dios, como hemos visto, no pide nada antes de haber dado mucho más. Nos invita a la obediencia para rescatarnos del engaño de las idolatrías que tienen tanto poder sobre nosotros” ha asegurado el Papa. Así, el Padre nos invita con el decálogo a un “proceso de bendición y de liberación, que es el descanso verdadero, auténtico”.
Esta vida liberada se convierte en “aceptación de nuestra historia personal”, –ha aclarado Francisco– y “nos reconcilia con lo que, desde la infancia hasta el presente, hemos vivido”, haciéndonos adultos y capaces de dar el justo peso a las realidades y las personas de nuestras vidas. Por este camino –indica– entramos en la relación con el prójimo que, a partir del amor que Dios muestra en Jesucristo, es una llamada a la belleza de la fidelidad, la generosidad y la autenticidad.
“He aquí para lo que sirve buscar a Cristo en el Decálogo: para fecundar nuestro corazón para que esté henchido de amor y se abra a la obra de Dios. Cuando el hombre secunda el deseo de vivir según Cristo, está abriendo la puerta a la salvación que no puede sino llegar, porque Dios Padre es generoso y, como dice el Catecismo, «tiene sed de que tengamos sed de él» (No. 2560)”, ha enfatizado el Santo Padre.
Vencel, un niño autista argentino, de unos 6-7 años, ha subido durante la audiencia al lugar donde estaba sentado el Papa Francisco, para tocar la mano de un miembro de la Guardia Suiza y corretear alrededor del Papa y del arzobispo Georg Gäenswein. Ante esta escena, el Santo Padre y Mons. Gäenswein han sonreído al niño, que a pesar de los intentos de su hermana, primero, y luego de su madre, no ha querido abandonar la tarima. La madre del chico, al acudir a buscarlo al estrado, ha explicado al Papa que el niño tiene “algunos problemas, tiene autismo” y ha añadido “somos de Argentina”, dirigiéndose a su compatriota, el Papa Francisco. El Papa le ha respondido serenamente que lo dejara jugar allí si quería, quitándole importancia a esta interrupción. El Pontífice ha bromeado, comentándole a Mons. Georg Gäenswein: “Es argentino, ¡es indisciplinado!”.
Cuando el Papa ha hablado en español, como hace en cada audiencia general, para dirigirse a los peregrinos de lengua española, ha dicho: “Queridos hermanos, este chico no puede hablar, es mudo. Pero sabe comunicar, sabe expresarse. Y tiene una cosa que me hizo pensar, es libre. Indisciplinadamente libre”. El Santo Padre ha reflexionado: “Pero es libre y me hizo pensar a mí: ¿Yo soy también libre así delante de Dios? Cuando Jesús dice que tenemos que hacernos como niños, nos dice que tenemos que tener la libertad que tiene un niño delante de su padre. No sé, creo que nos predicó a todos este chico, y pidamos la gracia de que pueda hablar”. En el vídeo superior de 13 TV se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:
Video de Vencel, un niño autista argentino, que ha subido durante la audiencia al lugar donde estaba sentado el Papa Francisco, para tocar la mano de un miembro de la Guardia Suiza y corretear alrededor del Papa y del arzobispo Georg Gäenswein, que incluye la enseñanza del Papa de lo acontecido
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la catequesis de hoy, que concluye el itinerario de los Diez Mandamientos, podemos usar como tema clave el de los deseos, que nos permite volver a recorrer el camino hecho y resumir las etapas cumplidas leyendo el texto del Decálogo, siempre a la luz de la plena revelación en Cristo.
Habíamos empezado con la gratitud como la base de la relación de confianza y obediencia: Dios, como hemos visto, no pide nada antes de haber dado mucho más. Nos invita a la obediencia para rescatarnos del engaño de las idolatrías que tienen tanto poder sobre nosotros. En efecto, intentar realizarse a través de los ídolos de este mundo nos vacía y nos esclaviza, mientras que lo que nos da estatura y consistencia es la relación con Aquel que, en Cristo, nos hace hijos a partir de su paternidad (cf. Ef.3,14). 16).
Esto implica un proceso de bendición y de liberación, que es el descanso verdadero, auténtico. Como dice el salmo: «En Dios solo el descanso de mi alma; de él viene mi salvación» (Sal 62, 2).
Esta vida liberada se convierte en aceptación de nuestra historia personal y nos reconcilia con lo que, desde la infancia hasta el presente, hemos vivido, haciéndonos adultos y capaces de dar el justo peso a las realidades y las personas de nuestras vidas. Por este camino entramos en la relación con el prójimo que, a partir del amor que Dios muestra en Jesucristo, es una llamada a la belleza de la fidelidad, la generosidad y la autenticidad.
Pero para vivir así – o sea, en la belleza de la fidelidad, de la generosidad y de la autenticidad-necesitamos un corazón nuevo, habitado por el Espíritu Santo (cf. Ez 11,19; 36,26). Yo me pregunto: ¿cómo se produce este «trasplante” de corazón, del corazón viejo al corazón nuevo? A través del don de los nuevos deseos (cf. Rom 8: 6), que se siembran en nosotros por la gracia de Dios, especialmente a través de los Diez Mandamientos que Jesús llevó a su cumplimento, como enseña en el «sermón de la montaña» (cf., 17-48). De hecho, al contemplar la vida descrita en el Decálogo, o sea una existencia agradecida, libre, bendecidora, adulta, defensora y amante de la vida, fiel, generosa y sincera, nos encontramos ante Cristo, casi sin darnos cuenta de ello. El Decálogo es su «radiografía», lo describe como un negativo fotográfico que deja que su rostro aparezca, como en la Sábana Santa. Y así, el Espíritu Santo fecunda nuestro corazón poniendo en él los deseos que son un don suyo, los deseos del Espíritu. Desear según el Espíritu, desear al ritmo del Espíritu, desear con la música del Espíritu.
Mirando a Cristo vemos la belleza, el bien, la verdad. Y el Espíritu genera una vida que, secundando estos deseos, activa en nosotros la esperanza, la fe y el amor.
Así descubrimos mejor lo que significa que el Señor Jesús no vino a abolir la ley sino a cumplirla, a hacer que creciera y mientras la ley según la carne era una serie de prescripciones y prohibiciones, según el Espíritu esta misma ley se convierte en vida (cf. Jn.. 6, 63, Ef. 2:15), porque ya no es una norma, sino la carne misma de Cristo, que nos ama, nos busca, nos perdona, nos consuela y en su Cuerpo recompone la comunión con el Padre, perdida por la desobediencia del pecado. Y así la negatividad literaria, la negatividad en la expresión de los mandamientos- “no robarás”, “no insultarás”, “no matarás” –ese “no” se transforma en una actitud positiva: amar, dejar sitio a los otros en mi corazón-, todos deseos que siembran positividad. Y esta es la plenitud de la ley que Jesús vino a traernos.
En Cristo, y solo en él, el Decálogo deja de ser una condena (cf. Rom 8, 1) y se convierte en la auténtica verdad de la vida humana, es decir, el deseo de amor -aquí nace un deseo de bien, de hacer el bien- deseo de gozo, deseo de paz, de magnanimidad, de benevolencia, de bondad, de fidelidad, de mansedumbre, dominio de sí mismo. De esos “noes” se pasa a este “sí”: la actitud positiva de un corazón que se abre con la fuerza del Espíritu Santo.
He aquí para lo que sirve buscar a Cristo en el Decálogo: para fecundar nuestro corazón para que esté henchido de amor y se abra a la obra de Dios. Cuando el hombre secunda el deseo de vivir según Cristo, está abriendo la puerta a la salvación que no puede sino llegar, porque Dios Padre es generoso y, como dice el Catecismo, «tiene sed de que tengamos sed de él» (No. 2560).
Si son los malos deseos los que arruinan al hombre (cf. Mt 15, 18-20), el Espíritu deposita en nuestros corazones sus santos deseos, que son la semilla de una nueva vida (cf. 1 Jn 3,9). De hecho, la nueva vida no es el esfuerzo titánico de ser coherente con una norma, sino que la vida nueva es el mismo Espíritu de Dios que comienza a guiarnos hacia sus frutos, en una feliz sinergia entre nuestra alegría de ser amados y su alegría de amarnos. Se encuentran las dos alegrías: la alegría de Dios por amarnos y nuestra alegría de ser amados.
Esto es lo que significa el Decálogo para nosotros, los cristianos: contemplar a Cristo para abrirnos a recibir su corazón, para recibir sus deseos, para recibir su Santo Espíritu.
Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:
Queridos hermanos:
Este chico no puede hablar, es mudo, pero sabe comunicar sabe expresarse. Y tiene una cosa que me hizo pensar: es libre, indisciplinadamente libre. Pero es libre. Y me hizo pensar a mí, yo soy también libre así delante de Dios. Cuando Jesús dice que tenemos que hacernos como niños, nos dice que tenemos que tener la libertad que tiene un niño delante de su padre. Creo que nos predicó a todos este chico. Y pidamos la gracia de que pueda hablar.
Hoy concluimos nuestro itinerario a través del decálogo y lo hacemos a modo de recapitulación. En primer lugar, brota en nosotros un sentimiento de gratitud a Dios, que nos ha amado primero, y se ha dado totalmente sin pedirnos nada a cambio. Ese amor invita a la confianza y a la obediencia, y nos rescata del engaño de las idolatrías, del deseo de acaparar cosas y dominar a las personas, buscando seguridades terrenales que en realidad nos vacían y nos esclavizan. Dios nos ha hecho sus hijos, ha colmado nuestro anhelo más profundo, siendo él, él mismo, nuestro descanso.
Al liberarnos de la esclavitud de los deseos mundanos, podemos así recomponer nuestra relación con las personas y con las cosas siendo fieles, generosos y auténticos. Es un nuevo corazón, inhabitado por el Espíritu Santo, que se nos da a través de su gracia, el don de unos deseos nuevos que nos impulsa a una vida auténtica, adulta, sincera.
Cristo da cumplimiento a la ley, porque, desde la perspectiva de la carne, el decálogo con sus prohibiciones es una condena, un titánico esfuerzo para ser coherentes con la norma. Sin embargo, esa ley vista desde el Espíritu nos muestra el camino que nos conduce a la vida verdadera. Una feliz simbiosis entre nuestra alegría de ser amados y el gozo de Dios que nos ama.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina, y además veo ahí un grupo de jóvenes mexicanos, que también saludo. Y también en modo particular al grupo de Obispos y sacerdotes de la República Dominicana que celebran sus cuarenta años de sacerdocio. Animo a todos a descubrir a Cristo en el decálogo, a dejar que nuestro corazón, pleno de amor, se abra a su acción y podamos acoger así el deseo de vivir la vida que él nos propone. Muchas gracias.
El Papa ha dicho al final de la catequesis:
Un pensamiento particular para los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados.
El próximo domingo comenzaremos el tiempo litúrgico de Adviento. Preparemos nuestros corazones para recibir a Jesús el Salvador; reconozcamos en la Navidad el encuentro de Cristo con la humanidad, sobre todo la que vive todavía al margen de la sociedad, en medio de la necesidad y del sufrimiento y de tantas guerras.
Francisco