El Papa en la Audiencia 5-12-18: «Señor, enséñanos a rezar para que nuestra oración no sea ni rutinaria ni egoísta»

* «¡Aunque hayamos rezando durante tantos años, siempre debemos aprender! La oración del hombre, este anhelo que nace de forma tan natural de su alma, es quizás uno de los misterios más densos del universo. Y ni siquiera sabemos si las oraciones que dirigimos a Dios sean en realidad aquellas que Él quiere escuchar. La Biblia también nos da testimonio de oraciones inoportunas, que al final son rechazadas por Dios: basta con recordar la parábola del fariseo y el publicano. Solo este último, el publicano,  regresa a casa del templo justificado, porque el fariseo era orgulloso y le gustaba que la gente le viera rezar y fingía rezar: su corazón estaba helado. Y dice Jesús: éste no está justificado «porque el que se ensalza será humillado, el que se humilla será ensalzado» (Lc 18, 14).El primer paso para rezar es ser humildes, ir donde el Padre y decir: “Mírame, soy pecador, soy débil, soy malo”, cada uno sabe lo que tiene que decir. Pero se empieza siempre con la humildad, y el Señor escucha. La oración humilde es escuchada por el Señor»

Video completo de la transmisión en directo realizada por 13 TV de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

* «El próximo sábado celebraremos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María. ¡Confiémonos a Nuestra Señora! Ella, como modelo de fe y de obediencia al Señor, nos ayude a preparar nuestros corazones para recibir al Niño Jesús en su Natividad»        

5 de diciembre de 2018.- (CaminoCatólico.com)  Durante la Audiencia General de este miércoles 5 de diciembre en el Aula Pablo VI, en el Vaticano, el Papa Francisco recordó que “el primer paso para rezar es ser humilde”, y aseguró que “la oración humilde es escuchada por el Señor”. En su catequesis, el Santo Padre habló sobre la oración de Jesús, un tema sobre el que seguirá profundizando en las próximas audiencias generales.

El Papa destacó que el Evangelio presenta a Jesús “como un hombre de oración”. “A pesar de la urgencia de su misión y de las urgencias de tanta gente que lo reclamaba, Jesús siente la necesidad de apartarse en soledad y rezar”. “Ese es el punto esencial: Jesús rezaba. Jesús rezaba con intensidad en momentos públicos, compartiendo la liturgia con su pueblo, aunque también buscaba lugares recogidos, separados del ruido del mundo, lugares que permitieran descender al secreto de su alma: es el profeta que conoce las piedras del desierto y que sube a lo alto de los montes”, explicó Francisco.

Incluso en la Cruz, Jesús rezaba: “Las últimas palabras de Jesús, antes de morir en la Cruz, son palabras de los Salmos”. Es decir, las últimas palabras de Jesús fueron “palabras de oración, de la oración de los judíos”, porque “Jesús rezaba con las oraciones que su madre le había enseñado”.

“Jesús rezaba como reza cualquier persona del mundo. Sin embargo, su modo de rezar también era un misterio, había algo que seguramente se escapaba a los ojos de sus discípulos, y así se ve en los Evangelios cuando encontramos aquella petición así de sencilla e inmediata: ‘Señor, enséñanos a rezar’”. “Ellos veían a Jesús rezar y tenían el deseo de aprender cómo se hacía eso: ‘Señor, enséñanos a rezar’”. “También nosotros debemos decir: ‘Señor, enséñanos a rezar’”.

Ante esa petición, “Jesús no muestra rechazo, no es celoso de su intimidad con el Padre, sino que, de hecho, vino precisamente para introducir esa relación. De ese modo, se convierte en maestro de oración de sus discípulos, como seguramente quiere serlo para todos nosotros”.

“Incluso si rezamos desde hace muchos años, siempre debemos aprender. La oración del hombre, ese anhelo que nace de manera así de natural del alma, es, tal vez, uno de los misterios más profundos del universo”. En este sentido, el Papa recordó que “tampoco sabemos si las oraciones que dirigimos a Dios son, efectivamente, aquellas que Él quiere escuchar. La Biblia nos ofrece también el testimonio de oraciones inoportunas que, al final, son rechazadas por Dios”.

Antes de finalizar la catequesis, el Papa Francisco insistió en que, en este tiempo de Adviento, es bueno prepararse para la Navidad repitiendo las palabras de los discípulos a Jesús: “Señor, enséñanos a rezar”. En el vídeo superior de 13 TV se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy comenzamos un ciclo de catequesis sobre el «Padre Nuestro».

Los evangelios nos presentan retratos muy vívidos de Jesús como hombre de oración. Jesús rezaba. A pesar de la urgencia de su misión y el apremio de tantas personas que lo reclaman, Jesús siente la necesidad de apartarse en soledad y rezar. El Evangelio de Marcos nos cuenta este detalle desde la primera página del ministerio público de Jesús (cf. 1: 35). El día inaugural de Jesús en Cafarnaúm  terminó triunfalmente. Cuando baja el sol, una multitud de enfermos llega a la puerta donde mora Jesús: el Mesías predica y sana. Se cumplen las antiguas profecías y las expectativas de tantas personas que sufren: Jesús es el Dios cercano, el Dios que libera. Pero esa multitud es todavía pequeña en comparación con muchas otras multitudes que se reunirán alrededor del profeta de Nazaret; a veces se trata de reuniones oceánicas, y Jesús está en el centro de todo, el esperado por el pueblo, el resultado de la esperanza de Israel.

Y, sin embargo, Él se desvincula; no termina siendo rehén de las expectativas de quienes lo han elegido como líder. Hay un peligro para los líderes: apegarse demasiado a la gente, no mantener las distancias. Jesús se da cuenta y no termina siendo rehén de la gente. Desde la primera noche de Cafarnaúm, demuestra ser un Mesías original. En la última parte de la noche, cuando se anuncia el amanecer, los discípulos todavía lo buscan, pero no consiguen encontrarlo. ¿Dónde está? Hasta que, por fin, Pedro lo encuentra en un lugar aislado, completamente absorto en la oración y le dice: «¡Todos te están buscando!» (Mc 1, 37). La exclamación parece ser la cláusula que sella el éxito de un plebiscito, la prueba del buen resultado de una misión.

Pero Jesús dice a los suyos que debe ir a otro lugar; que no son las personas las que lo buscan, sino que en primer lugar es Él el que busca los demás. Por lo tanto, no debe echar raíces, sino seguir siendo un peregrino por  los caminos de Galilea (versículos 38-39). Y también peregrino hacia el Padre, es decir: rezando. En camino de oración. Jesús reza.

Y todo sucede en una noche de oración

En alguna página de las Escrituras  parece ser la oración de Jesús, su intimidad con el Padre, la que gobierna todo. Lo será especialmente, por ejemplo, en la noche de Getsemaní. El último trecho del camino de Jesús (en absoluto, el más difícil de los que había recorrido hasta entonces) parece encontrar su significado en la escucha continua de Jesús hacia su Padre. Una oración ciertamente no fácil, de hecho, una verdadera «agonía», en el sentido del agonismo de los atletas, y sin embargo, una oración capaz de sostener el camino de la cruz.

Aquí está el punto esencial: Allí Jesús rezaba.

Jesús rezaba intensamente en los actos públicos, compartiendo la liturgia de su pueblo, pero también buscaba lugares apartados, separados del torbellino del mundo, lugares que permitieran descender al secreto de su alma: es el profeta que conoce las piedras del desierto y sube a lo alto de los montes. Las últimas palabras de Jesús, antes de expirar en la cruz, son palabras de los salmos, es decir de la oración, de la oración de los judíos: rezaba con las oraciones que su madre le había enseñado.

Jesús rezaba como reza cada hombre en el mundo. Y, sin embargo, en su manera de rezar, también había un misterio encerrado, algo que seguramente no había escapado a los ojos de sus discípulos  si encontramos en los evangelios esa simple e inmediata súplica: «Señor, enséñanos a rezar» (Lc. 11,1). Ellos veían que Jesús rezaba y tenían ganas de aprender a rezar: “”Señor, enséñanos a rezar”. Y Jesús no se niega, no está celoso de su intimidad con el Padre, sino que ha venido precisamente para introducirnos en esta relación con el Padre Y así se convierte en maestro de oración para sus discípulos, como ciertamente quiere serlo para todos nosotros. Nosotros también deberíamos decir: “Señor enséñame a rezar. Enséñame”.

¡Aunque hayamos rezando durante tantos años, siempre debemos aprender! La oración del hombre, este anhelo que nace de forma tan natural de su alma, es quizás uno de los misterios más densos del universo. Y ni siquiera sabemos si las oraciones que dirigimos a Dios sean en realidad aquellas que Él quiere escuchar. La Biblia también nos da testimonio de oraciones inoportunas, que al final son rechazadas por Dios: basta con recordar la parábola del fariseo y el publicano. Solo este último, el publicano,  regresa a casa del templo justificado, porque el fariseo era orgulloso y le gustaba que la gente le viera rezar y fingía rezar: su corazón estaba helado. Y dice Jesús: éste no está justificado «porque el que se ensalza será humillado, el que se humilla será ensalzado» (Lc 18, 14).El primer paso para rezar es ser humildes, ir donde el Padre y decir: “Mírame, soy pecador, soy débil, soy malo”, cada uno sabe lo que tiene que decir. Pero se empieza siempre con la humildad, y el Señor escucha. La oración humilde es escuchada por el Señor.

Por eso, al comenzar este ciclo de catequesis sobre la oración de Jesús, lo más hermoso y justo que todos tenemos que hacer es repetir la invocación de los discípulos: «¡Maestro, enséñanos a rezar!». Será hermoso, en este tiempo de Adviento, repetirlo: “Señor, enséñame a rezar”. Todos podemos ir algo más allá y rezar mejor; pero pedírselo al Señor. “Señor, enséñame a rezar”. Hagámoslo en este tiempo de Adviento y él ciertamente no dejará que nuestra invocación caiga en el vacío.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Iniciamos hoy un nuevo ciclo de catequesis centradas en el “Padre nuestro”. Los evangelios nos presentan a Jesús como un hombre que rezaba. Si bien experimentaba la urgencia de predicar y de salir al encuentro de la multitud, buscaba momentos de soledad para rezar.

El Evangelio de san Marcos nos narra una jornada de Jesús, en la que pasó todo el día predicando y curando enfermos, sin embargo, la noche la dedicó a la oración. Para él, la oración era entrar en la intimidad con el Padre, que lo sostenía en su misión, como sucedió en Getsemaní, donde recibió la fuerza para emprender el camino de la cruz. Toda su vida estaba marcada por la oración, tanto privada como litúrgica de su pueblo. Esa actitud se ve también en sus últimas palabras en la cruz, que eran frases tomadas de los salmos.

Jesús rezaba como cualquier hombre, pero su modo de hacerlo estaba envuelto en el misterio. Esto impactó a sus discípulos y por eso le pidieron: «Señor, enséñanos a rezar». Jesús se convirtió así en maestro de oración para ellos, como quiere serlo también para nosotros.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. Los animo a pedir a Dios como hicieron los discípulos: «Señor, enséñanos a rezar», para que nuestra oración no sea ni rutinaria ni egoísta, sino encarnada en nuestra vida y que sea agradable a nuestro Padre del cielo.

Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

El Papa ha dicho al final de la catequesis:

Un pensamiento particular para los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados.

El próximo sábado celebraremos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María. ¡Confiémonos a Nuestra Señora! Ella, como modelo de fe y de obediencia al Señor, nos ayude a preparar nuestros corazones para recibir al Niño Jesús en su Natividad. Gracias.

Francisco

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