El sacerdote ruandés Marcel Uwineza se ha encontrado con el asesino de su familia: «Por el poder y la gracia de Dios, he podido perdonarlo»
* «El perdón realmente significa muchas cosas, pero para mí es un milagro. En el lenguaje de algunos estudiosos, es realmente hacer lo inimaginable. El perdón aquí puede implicar decidir realmente no ser prisionero del pasado. Es algo que no podemos perdonar por nosotros mismos. Hay que tomar una decisión, pero tenemos el poder de Dios. Le pedí que se levantara y luego nos abrazamos. En ese momento, sentí como si las cadenas se hubieran soltado de mi pierna. Como si yo también hubiera estado en prisión. Ahora era libre»
Camino Católico.– El P. Marcel Uwineza solo tenía 14 años cuando vivió la dolorosa experiencia de presenciar el genocidio de 1994 en Ruanda. Vio cómo asesinaban a su padre, su madre, dos hermanos y una hermana durante la guerra civil entre tutsis y hutus. Con el correr del tiempo, el niño huérfano, ahora sacerdote católico en la Compañía de Jesús (Jesuitas), fue superando el dolor de su terrible pérdida con la ayuda de su fe. Marcel Uwineza se ha encontrado con el asesino de su familia y “por el poder y la gracia de Dios, he podido perdonarlo”. Lo cuenta En su nuevo libro, titulado «Risen from the Ashes: Theology as Autobiography in Post-Genocide Rwanda» («Resucitado de las cenizas: La teología como autobiografía en la Ruanda posterior al genocidio«), el ahora director del Hekima University College, con sede en Kenia.
El sacerdote recuerda su experiencia de supervivencia al genocidio través del lente de la fe. En el libro, que fomenta el perdón y la reconciliación, se esfuerza por dar sentido espiritual a los trágicos acontecimientos de 1994 a la luz de su ministerio sacerdotal.
«Hay varias razones detrás de la escritura de este libro. Vengo de un país que ha tenido varias heridas y, por eso, cuando crecí, tuve esta terrible experiencia del genocidio contra los tutsis en Ruanda, pero luego he tenido el privilegio de tener la oportunidad de avanzar en los estudios a través de la Compañía de Jesús. Recé y me di cuenta de que era el momento de dejar constancia de lo que he estudiado, pero también, lo que es aún más importante, de mirar hacia atrás en mi vida y ver cómo puedo contar mi historia de una forma más significativa y racional, quizá imparcial, que pueda ser de ayuda a la gente», comentó el P. Uwineza durante la presentación oficial de su nuevo libro el 13 de enero explica CNA.
El «milagro» del perdón
El P. Uwineza destaca la importancia del perdón tras conocer a la persona que mató a sus hermanos.
«El perdón realmente significa muchas cosas, pero para mí es un milagro. En el lenguaje de algunos estudiosos, es realmente hacer lo inimaginable», apunta el sacerdote. «El perdón aquí puede implicar realmente una decisión de recordar el mal o la herida de forma diferente. O, al mismo tiempo, decidir realmente no ser prisionero del pasado. Cuando sigues siendo incapaz de renunciar o dejar ir, tú también eres un prisionero. Y ojo, esto es un proceso, así que no es igual para todos», expresa.
El presbítero recuerda que se inspiró en los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, para ser capaz de perdonar.
En 2003, tras sus años de noviciado, el P. Uwineza recibió el encargo de ampliar sus estudios en el extranjero y decidió, antes de partir, regresar a su pueblo para rezar ante las tumbas de sus familiares.
«Providencialmente, conocí al hombre que mató a mis hermanos y exhumé los restos de mi padre. Ahora, tras haber sido liberado, era, en cierto modo, una oportunidad de oro. Me encontré con él en las tumbas de mis padres y mis hermanos. Había salido de la cárcel; liberado por el gobierno, pero aún no liberado por mi corazón», relata durante la presentación del libro.
El jesuita prosigue: «Cuando me reuní con él allí, se arrodilló y me miró. Me dijo: ‘Marcel, ¿sabes lo que hice? ¿Tienes espacio en tu corazón para perdonarme?», recuerda. «Eso sí, en ese momento me preguntaba si lo decía en serio. ¿Estoy a salvo?».
El P. Uwineza expresa que se sintió invadido por algo superior a él. “Es algo que no podemos perdonar por nosotros mismos. Hay que tomar una decisión, pero tenemos el poder de Dios», recuerda.
«Le pedí que se levantara y luego nos abrazamos. En ese momento, sentí como si las cadenas se hubieran soltado de mi pierna. Como si yo también hubiera estado en prisión. Ahora era libre. La Compañía de Jesús me había dado una paga de vacaciones, así que le llevé a un pub cercano. Compartimos una copa y se nos caían las lágrimas.
El perdón te libera. No es un acontecimiento, es un proceso, así que puede que mi experiencia no sea la de todo el mundo, pero espero que esto inspire a las parejas, a menudo con problemas en las familias, a los hijos que no pueden perdonar a sus padres, a los empleados que no pueden perdonar a sus jefes. Si, por la gracia de Dios, he podido llegar a este nivel, hay otras cosas que podemos dejar ir», afirma.
Un pueblo que renace de sus cenizas
El sacerdote jesuita señala que mucha gente en su país natal, Ruanda, «ha perdido la voz» desde el genocidio.
«Escribí este libro para dar voz a tanta gente que murió, que hoy no puede hablar. Esta es mi voz para tantos que se han quedado sin voz. Ayudará a la gente a entender quién es la persona humana y lo que somos capaces de hacer, especialmente cuando se llega al tercer capítulo sobre el dolor de Ruanda, pero también la esperanza que ha surgido, que alguien todavía puede hablar de Dios incluso cuando ha resurgido de las cenizas».
Hoy Ruanda se recupera poco a poco del genocidio, comentó el P. Uwineza, añadiendo que la reconciliación es un proceso, y que lleva bastante tiempo reparar las relaciones rotas y a veces puede que las relaciones nunca se reparen.
«Ruanda ha dado algunos pasos y ha recorrido un camino. Si eso va acompañado de responsabilidad y justicia, tendrá éxito», indica el sacerdote durante el acto.
«Ruanda tiene hoy dos imágenes. Ruanda es un cementerio y una obra en construcción. Un cementerio en el sentido de que en casi todas las colinas hay tumbas. Incluso hay personas que no hemos descubierto dónde las pusieron o quién las mató; algunas familias siguen esperando ver a sus parientes», explica el P. Uwineza.
Y continuó: «Tenemos lugares conmemorativos que nos recuerdan dónde hemos estado. Mantener la memoria de los que han muerto es primordial en el proceso de reconciliación y curación».
Ruanda es también una obra en construcción, comenta el sacerdote afincado en Nairobi, porque el país «tardará mucho tiempo en construir la reconciliación y el perdón en los corazones de la gente».
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