El Sínodo de la Familia se clausura este domingo con la beatificación del Papa Montini a la que asistirá Benedicto XVI ¿Por qué es Beato Pablo VI?

18 de octubre de 2014.-(Jesús Colina / Alfa y Omega  / Camino Católico)Este domingo, día de la clausura del Sínodo sobre la Familia, el Papa Francisco proclamará Beato a Pablo VI, el Papa que dirigió la aplicación del Concilio Vaticano II a la vida de la Iglesia, el que instituyó los Sínodos de los Obispos y que pasó a la Historia por ser el Papa de la Humanae vitae. A la ceremonia, en la plaza de San Pedro, asistirá el Papa emérito Benedicto XVI.

En un encuentro con los periodistas esta mañana, el jefe de la Sala de Prensa del Vaticano, padre Lombardi ha informado que además del Papa emérito, también participarán en la beatificación otros dos cardenales igualmente creados por el pontífice autor de la ‘’Humanae Vitae’’: Paulo Evaristo Arns (Brasil) y William Wakefield Baum (EEUU).

Pablo VI ha pasado a la Historia como el Papa que dirigió la recta final del Concilio Vaticano II, clausurado en 1965, así como el timón de la Iglesia en el período sucesivo de grandes cambios. Fue el primer Papa que se subió a un avión para emprender grandes peregrinaciones internacionales, visitando los cinco continentes. Pablo VI fue también un gran defensor de la libertad, oponiéndose toda su vida a los totalitarismos violentos y dictaduras; en primer lugar, al fascismo en Italia, siguiendo después al terrorismo de las Brigadas Rojas. Pero, ¿por qué proclama ahora la Iglesia Beato a Pablo VI? Hay tres motivos fundamentales.

El milagro

Ante todo, Pablo VI es elevado a la gloria de los altares (acto con el que el Papa reconoce su íntima unión con Dios tras la muerte) porque así lo ha atestiguado un milagro atribuido a su intercesión, es decir, una curación científicamente inexplicable. El milagro acaeció en Estados Unidos, en el año 2001. Su protagonista es un niño, que entonces todavía no había nacido. Durante el quinto mes de embarazo, entró en condiciones críticas por la ruptura de la vejiga fetal, con ascitis -presencia de líquido en el abdomen-. El diagnóstico médico preveía la muerte del bebé en el vientre materno o, si sobrevivía, graves secuelas. El ginecólogo ofreció a la madre la posibilidad de abortar, pero ella rechazó la propuesta.

Siguiendo el consejo de una religiosa italiana, que había conocido al Papa Pablo VI, la abuela del niño colocó en el vientre de la madre una imagen del obispo de Roma con una reliquia e invocó su intercesión. Después, las oraciones se sucedieron, primero en familia, y luego en la parroquia. En la semana 34 de embarazo, nuevos análisis mostraron que la situación clínica del niño había mejorado mucho. En la semana 39, tras el parto por cesárea, el bebé mostró buenas condiciones físicas. Hoy, es un adolescente risueño. El milagro ha sido analizado por una comisión científica, dirigida por el médico Patrizio Polisca, que ha demostrado con pruebas detalladas cómo el bebé nació en buenas condiciones de una manera científicamente inexplicable.

Compromiso con la vida

«Ha sido un milagro en plena coherencia con la enseñanza del Papa Pablo VI y su defensa de la vida-ha explicado el Postulador de su Causa de beatificación, el sacerdote Antonio Marrazzo-. Este milagro nos dice que Dios nos protege desde el seno materno, desde el momento en que la vida comienza. Para Dios, la vida humana es un valor que no se puede manipular, no se puede desechar».

Éste es, de hecho, el segundo gran motivo por el que el Papa Francisco proclama Beato a Pablo VI, quien defendió la vida humana en todas sus fases y circunstancias. «Esa curación -aclara el padre Marrazzo- va en línea con el magisterio de Giovanni Battista Montini, que escribió la encíclica Humanae vitae, en la que se habla de la defensa de la vida, de la familia, y del amor conyugal». Pablo VI fue duramente criticado por pasajes de esa encíclica, en particular, cuando descarta los métodos anticonceptivos artificiales como sistema de control de los nacimientos. El Postulador de su Causa recuerda que el Pontífice, hasta el final de su vida, dijo: «No me arrepentiré nunca de lo que he hecho, de lo que he escrito».

«La encíclica-añade Marrazzo- fue leída de manera reduccionista. Quería ser la encíclica sobre el amor conyugal. El argumento, por tanto, es mucho más amplio. Pero después se hizo una interpretación algo unilateral. Creo que la idea de Montini consistía, por un lado, en conservar la continuidad de lo que era el patrimonio doctrinal de la Iglesia; y, por otro lado, tratar de salir al paso de lo que es el valor de la realidad conyugal de la familia, de las urgencias que se presentaban en el mundo moderno. A Pablo VI le disgustó, más que nada, la violencia de algunas de las respuestas contra la encíclica. Pero no quedó turbado. Él sabía que estaba siguiendo la voluntad de Dios en aquel momento histórico».

Compromiso con la verdad

El otro motivo por el que Pablo VI es proclamado Beato se explica con su compromiso con la verdad. Fue uno de los grandes oponentes al fascismo de Benito Mussolini, cuando no era más que un joven sacerdote, asistente eclesiástico de la Federación Universitaria Católica Italiana. Como solía escribir en sus cartas, «el fascismo morirá de indigestión y será vencido por su propia prepotencia». Después, durante la Segunda Guerra Mundial, a petición del Papa Pío XII, Montini, que trabajaba en la Secretaría de Estado, creó una Oficina de información para los prisioneros de guerra y los refugiados, que en los años de su existencia, desde 1939 hasta 1947, recibió cerca de diez millones (9.891.497) de solicitudes de información y produjo más de once millones (11.293.511) de respuestas sobre las personas desaparecidas.

En esa época, monseñor Montini fue atacado varias veces por el Gobierno de Mussolini por meterse en política, encontrando siempre el apoyo del Papa. Con la misma determinación, siendo ya Papa, Pablo VI se enfrentó a otro tipo de totalitarismo, el terrorismo de extrema izquierda, que en Italia llevaba, entre otros, el nombre de Brigadas Rojas.

El 16 de marzo de 1978, su amigo de juventud Aldo Moro, político demócrata cristiano, fue secuestrado por las Brigadas Rojas, que mantuvieron al Papa en vilo durante 55 días. El 20 de abril, Moro pidió directamente la intervención del Papa. El Papa escribió una carta desgarradora para pedir su liberación. Entre otras cosas, decía: «Os lo pido, de rodillas, liberad a Aldo Moro, sencillamente, sin condiciones, y no a causa de mi humilde y afectuosa intercesión, sino en virtud de su dignidad de hermano común». El 9 de mayo, el cuerpo acribillado a balas del secuestrado fue encontrado en un coche en Roma. Visiblemente afectado y conmovido, el Papa presidió su funeral en San Juan de Letrán.

Su defensa de la verdad le llevó también a afrontar los difíciles momentos que vivió la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, con protestas dentro de los mismos ambientes eclesiales. Ese período quedó caracterizado por la brusca caída de vocaciones al sacerdocio (muchos seminarios se vaciaron) y el gran número de sacerdotes que abandonaron su ministerio.

El padre Marrazzo explica que Pablo VI trató de vivir este desafío «con el máximo equilibrio. No traicionó el patrimonio de la Iglesia, tanto en el campo dogmático, como en la moral, o la pastoral. A veces, pudo dar la impresión, según algunos, de ser un Papa afligido, un Papa dudoso, con conflictos internos. No es verdad. De la documentación que hemos analizado, aparece una persona que vivía todo eso con esperanza. Trató de equilibrar la situación: ser el punto firme, la palabra firme que recordaba los valores absolutos: Dios y el hombre, la verdad sobre Dios y sobre el hombre», concluye el Postulador.

 

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