Empresaria y periodista, matrimonio, explican en un libro el combate con el demonio, que irrumpió en su familia por una maldición

“Nunca hubiéramos pensado que la acción demoníaca existiera de verdad”, escriben en su libro testimonial “Cara a Cara con el Demonio”. Tras conocer algunos sacerdotes que apenas les escucharon en lo que padecían y que claramente no  creían en la existencia del demonio, Lucia y Francesco finalmente encontraron apoyo en padre Graciano, Monseñor Andrea Gemma y el recién fallecido padre Gabriele Amorth. Fueron años en oraciones de liberación, exorcismos y otras instancias de encuentro con la Gracia de Dios. Un proceso también de conversión, que ha traído frutos de sanación y liberación gracias a su fidelidad y constancia en la vida de fe

13 de diciembre de 2016.- (PortaLuz / Camino Católico)   Durante años la familia Casadei… Lucía, su esposo Francesco y los pequeños hijos de ambos, Eleonora y Alessio acumularon suficientes experiencias que les llevaron a concluir que “algo muy extraño estaba sucediendo” en ellos y algunos lugares de su casa.

Vivían en una ciudad al norte de Italia. Ella era empresaria y él periodista. Al comienzo no relacionaban los hechos con algo espiritual… “Nunca hubiéramos pensado que la acción demoníaca existiera de verdad”, escriben en su libro testimonial Cara a Cara con el Demonio, en el que también incluyen entrevistas a dos de los exorcistas que les ayudaron a dar batalla: monseñor Andrea Gemma y el recién fallecido sacerdote Gabriele Amorth. “Por evidentes motivos de discreción estos nombres y apellidos (Lucía, Francesco, Eleonora, Alessio,  Casadei) son inventados”, señala el matrimonio en su libro.

Signos del mal

Enfermedades repentinas, ataques físicos con fuertes dolores que llegaban de manera inexplicable y de igual forma se iban. Dolencias reales que los médicos no podían explicar su origen o bien identificar claramente, para poder aplicar un tratamiento efectivo, eran regulares en la familia Casadei. Ningún fármaco o incluso intervención quirúrgica que aplicaron los facultativos, trajeron bienestar.

Asimismo se hicieron habituales los ruidos repentinos en algunos lugares de  la casa, como además “percepción de apariciones, oleadas de aire helado que recorrían las habitaciones aún con las puertas y ventanas cerradas”. Otros signos que padecían eran opresiones súbitas en la garganta o las vías respiratorias internas que les impedían respirar. Con el tiempo descubrirían que ese malestar desaparecía al orar o ser bendecidos…

Todos estaban afectados de forma intermitente y al no encontrar respuestas de la medicina, llegaron a  pensar que padecían algún tipo de histeria colectiva. Pero no era así.

La maldición

Todo comenzó tras su llegada a una nueva casa cuya compra estaba siendo bastante compleja y conflictiva. Estando formalizado el trato por un valor, habiendo entregado una cantidad de dinero como adelanto y ya viviendo en el lugar,  inesperadamente les habían subido el precio, cuestión que Francesco no aceptó… “A esto siguieron amenazas y un día la mujer del propietario profirió maldiciones… eso nos hizo reír y pensamos que no sabía lo que decía”, recuerda Lucía.

Finalmente se concluyó la compraventa y los Casadei olvidaron ese mal momento. Unos días después cuando los faroles de la fachada  aparecieron una mañana embadurnados de una sustancia rojiza tampoco se alarmaron ni lo relacionaron con las amenazas de la mujer…

Caminando entre sombras

Al poco nació Eleonora, quien sería la primera en presentar síntomas casi dos años después, recuerda Lucía. “Comenzó a no dormir de noche debido a terribles pesadillas…”. Ningún fármaco indicado por los médicos trajo mejoría y buscaron entonces ayuda con ciertos especialistas que -por sus prácticas- más se aproximaban a ser chamanes de la Nueva Era. La niña continuó sin sanar. Un año después nació Alessio y desde sus primeros días de vida también comenzó a presentar diversos síntomas de malestar físico y anímico. Antibióticos, cortisona e infinidad de otras medicinas comenzaron a ser parte de la vida de ambos niños. También de sus padres…

En paralelo ambos esposos tenían su propio calvario. Francesco fue diagnosticado de una enfermedad degenerativa que limitaba sus desplazamientos y tras dos cirugías no mejoraba.

Una gota de agua en el desierto

“Un poco en broma y un poco en serio nos dijimos que, viendo las condiciones generales de salud, sólo nos quedaba hacernos bendecir”,escriben los esposos en su libro. Invitaron dicen, a un cura amigo de Lucía, padre Luigi, quien unos días después se presentó y bendijo a todos, asimismo la casa, con agua bendita. Luego ungió con óleo “para enfermos” las piernas del padre de familia… Entonces ocurrió lo que en su libro los Casadei nombran como un milagro: “¡Misteriosamente y casi de inmediato el mal desapareció completamente y por más o menos una semana Francesco caminó sin muletas! Luego el dolor volvió a atormentarlo, pero aún no éramos capaces de comprender las razones. Ni siquiera el padre Luigi entendió lo extraño de la situación: ¿Cómo habría podido desaparecer una enfermedad degenerativa luego de una unción con óleo de los enfermos?”

Si tuvierais fe…

Tras esa pequeña primavera que no fructificó en sus almas… los ruidos, golpes en las paredes, pasos y malos olores se incrementaron, no sólo en la casa que habitaban a diario sino también cuando iban a su departamento en la playa. Pero, domesticados por la incredulidad del medio, los esposos Casadei suponían que eran sugestiones colectivas causadas por el estrés y cansancio.

Cuando comenzaron a ver montones de hormigas que aparecían por miles en las habitaciones Lucía se quebró y fue a un psicoanalista amigo que le indicó antidepresivos.  Pero los eventos continuaban. Decidieron entonces pedir ayuda a un afamado gurú italiano, conocido por sus habilidades esotéricas y en medicina alternativa. A la par los esposos se daban atracones de lectura que les otorgara alguna pista para enfrentar lo que vivían. Nada dio resultado y cuando la pequeña Eleonora comenzó a narrar las visiones de seres malignos que la atormentaban, curiosamente el propio gurú les sugirió que lo adecuado sería que buscaran un sacerdote exorcista…

Sanación y liberación, un camino de fe

Tras conocer algunos sacerdotes que apenas les escucharon en lo que padecían y que claramente no  creían en la existencia del demonio, Lucia y Francesco finalmente encontraron apoyo en padre Graciano, Monseñor Andrea Gemma y el recién fallecido padre Gabriele Amorth.

Fueron años en oraciones de liberación, exorcismos y otras instancias de encuentro con la Gracia de Dios. Un proceso también de conversión, que ha traído frutos de sanación y liberación gracias a su fidelidad y constancia en la vida de fe, acompañados por los sacerdotes exorcistas mencionados y algunos otros.

En su libro “Cara a Cara con el demonio” Lucía y Francesco definen el perfil del enemigo de Dios según le han conocido…

“…No se necesita pensar en un espíritu individual con una forma extraña y monstruosa, como a menudo se le representa, que viene a tentar y a molestar a los hombres; sino más bien  como un conjunto de terribles fuerzas malignas que actúan con determinación y con un fin preciso tanto al exterior como en el interior de nosotros. Estas fuerzas trabajan siempre, de manera incesante, en cada persona, y representan la llamada ‘tentación ordinaria’ que origina la muy conocida contraposición entre el bien y el mal. Pero las fuerzas malignas pueden ser también ampliadas y desencadenadas contra personas individuales o núcleos familiares; y convertidas en algo más pernicioso, mediante actos premeditados realizados por despreciables individuos, vivientes o difuntos, que utilizan ritos de magia y que mantienen maleficios, maldiciones, etcétera. Cuando esto sucede, la vida de quien fue golpeado cambia de manera radical, a veces gradualmente, otras de repente. Toda referencia  racional deja de existir, porque lo que acontece sobrepasa el campo de la conciencia material y se adentra en los recodos desconocidos de lo inmaterial, de lo invisible, donde nuestra mente vacila y peligra perderse fácilmente, dando lugar también a patologías psiquiátricas. …Cuando el problema es grande se necesita tener la humildad de pedir ayuda a quien esté en capacidad de prestarla, es decir, a los sacerdotes… Que les quede claro a todos que, para decirlo como monseñor Gemma, ‘¡las fuerzas del mal no podrán prevalecer jamás!’” 

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