Esther Sáez iba en un tren de los atentados del 11-M, le daban 24 horas de vida y se aferró a la cruz de Cristo: «Vivo feliz porque cada cosa tiene sentido a los ojos del Señor»

* «Experimenté una conversión brutal a Nuestro Señor en la unidad de críticos… Ahí sentí que Cristo llenaba todos mis espacios, que estaba dándome sentido a mi posible muerte. Era como: ‘qué lástima, Esther, que hayas tenido que pasar una cosa así para que te des cuenta de Quién soy yo’. Fue brutal. Fue impresionante. Nunca he sentido nada parecido. Fue brutal. Como: ‘Esther, te has tenido que despojar de un montonazo de cosas que estabas poniendo entre tú y Yo’. A pesar de que yo me consideraba muy creyente, me di cuenta de que era una católica convencional, de una fe heredada, gracias a Dios y a mis padres, con su trabajo y ejemplo, pero que no me había molestado en ahonda»

Testimonio de Esther Sáez en el programa “Cambio de Agujas” de H.M. televisión en enero de 2019

Camino Católico.- Esther Sáez trabajaba en proyectos de investigación contra el cáncer, estaba casada y tenía dos hijos todavía pequeños. La mañana del 11 de marzo de 2004, se dirigía hacia su trabajo cuando una bomba estalló en el vagón del tren en el que viajaba. Se trataba del tristemente célebre atentado terrorista de los cuatro trenes de Atocha, en Madrid (España), también llamado «el 11M», en el que fallecieron 193 personas y alrededor de dos mil resultaron heridas. Su tren fue en el que hubo mayor número de víctimas mortales. Solo ella y otra persona sobrevivieron, a pesar de que el primer pronóstico apenas le daba 24 horas de vida. En medio de ese terrible dolor físico, espiritual y psicológico, Esther se aferró a la cruz de Cristo.

Así vive agradecida a Dios 20 años después

Al cumplirse 20 años de los atentados, Esther asegura que «mi vida es muy distinta a la que tenía antes y hoy pienso que mi único objetivo es entregarme. La vida es para darla, nunca tenemos la certeza de cuánto tiempo vamos a pasar aquí. Así que nuestra donación ha de ser día a día, porque mañana igual no existe. Tengo cada vez más claro que somos perecederos, que cada día es un regalo del Señor y puede ser el último, ¡pero no pasa nada!», dice riendo a Alfa y Omega.

«No sé por qué hay ese concepto de que la vida nos debe algo. No es verdad, no nos debe nada. Algunas personas puede que nos deban algo, ¿pero la vida? ¿Dios? Yo no tengo esa sensación. Vivir un solo día más es suficiente regalo. Tenemos todo lo que necesitamos», subraya.

Pese a las secuelas y a que el dolor forma parte de su vida, Esther esta comprometida con la sociedad, la familia y con Dios: «Desde el atentado he pasado por trece cirugías, la última hace dos años. Este verano he tenido una crisis neurológica bastante seria y me tuvieron que llevar a urgencias en ambulancia. Empecé una rehabilitación y gracias a Dios hoy me encuentro bastante bien. Hago una vida normal dentro de mi normalidad. Los dolores forman parte de mí y eso lo tengo aceptado. Es verdad que estoy más limitada que hace unos años y por eso me cuesta un poco darme cuenta de que hay cosas que ya no voy a poder hacer. Desde hace años doy charlas en el programa de prevención de radicalización en las aulas que lleva a cabo el Ministerio del Interior y también hablo y doy mi testimonio en parroquias y otros encuentros. Sigo siendo catequista en mi parroquia y canto en el coro de la catedral de Alcalá de Henares. Tengo dos hijos mayores, y soy esposa e hija muy pendiente de mi padre. Esa es mi vida».

Los delitos del 11M prescriban en unos días y «es algo que vivo con dolor por el revuelo interior que está causando en las víctimas. Los cinco primeros años estuve convencida de que se iba a saber la verdad y se iba a hacer justicia. Con el tiempo he visto que no es así y por eso he decidido no anclarme a la justicia humana. Todo lo que pasó se lo he dejado a Dios. Las cosas que no dependen de mí no quiero que me quiten la paz, pero me da pena por tantos que viven con esta angustia, con desesperanza. Me da mucha pena, es como si su vida girara solo en torno a eso, no tienen otro asidero al que agarrarse. Algunos incluso son creyentes, pero viven con mucha agitación interior, miedo, enfado e ira».

La mayoría de los jóvenes a los que da charlas no habrían nacido cuando ocurrió el atentado y «cuando empiezo a hablar se quedan alucinados y hasta lloran. Lo que más les impacta es que les hable de perdón; con eso se quedan desarmados. No estamos en la vida para juzgar a los demás, sino para vivir de Dios y tender la mano a los que Él pone en nuestro camino. Yo me siento tan perdonada que no puedo vivir pensando en lo que me han hecho los demás».

Esther Sáez contando su testimonio de conversión en enero de 2019

La conversión brutal a Nuestro Señor en la unidad de críticos contada en 2019

Esther Sáez explicaba en enero 2019 su testimonio de conversión en el programa “Cambio de Agujas” de H.M. televisión, que se visualiza y escucha en el video superior:

«Había una bomba en el vagón donde iba yo en el 11 M. En ese vagón, de dos pisos, solo sobrevivimos otra chica y yo. Los demás murieron todos. Es el tren en el que más fallecidos hubo… A mi esposo, en el hospital, le dijeron que como mucho me quedaban 24 horas de vida. Me hicieron una cirugía, un coágulo epidural a las 48 horas, brutal, y le dijeron que sí o sí yo ya no salía. Después, le dijeron que me quedaría tetrapléjica, dependiente de otras personas para toda la vida. A mi esposo y a mis padres se les caía el mundo encima al escuchar esto. Uno de nuestros hijos tenía 3 años, el otro tenía año y medio.

Experimenté una conversión brutal a Nuestro Señor en la unidad de críticos. Estaba convencida de que me moría. Ya ni siquiera sentía mi cuerpo. Es una sensación extraña, como que parece que te abandona tu cuerpo, una sensación difícil de explicar. Ahí sentí que Cristo llenaba todos mis espacios, que estaba dándome sentido a mi posible muerte. Era como: ‘qué lástima, Esther, que hayas tenido que pasar una cosa así para que te des cuenta de Quién soy yo’. Fue brutal. Fue impresionante. Impresionante. Nunca he sentido nada parecido. Fue brutal. Como: ‘Esther, te has tenido que despojar de un montonazo de cosas que estabas poniendo entre tú y Yo’. A pesar de que yo me consideraba muy creyente, me di cuenta de que era una católica convencional, de una fe heredada, gracias a Dios y a mis padres, con su trabajo y ejemplo, pero que no me había molestado en ahondar».

Esther Sáez después del atentado con su familia

Esther afrontó sus múltiples cirugías con una actitud emanada de su conversión:

«En la cama del quirófano siempre decía: ‘Vale, Señor, que sea para un bien mayor’. A veces por intenciones concretas, otras veces ‘a fondo perdido’, por lo que haga falta en cada momento. Creo en la unidad de los santos, creo que todos estamos muy conectados. Lo de ‘en tus llagas escóndeme’, así era mi cirugía: una forma de lavar mi espíritu.

Hay gente que estaría enfadada, pero vivo una vida muy feliz, superfeliz, porque cada cosa pequeña de mi vida tiene sentido a los ojos del Señor. Si me pasan cosas malas, el Señor sabrá lo que hará con ellas. Empecé a dar catequesis, como hacía antes de casarme. Llevo un grupo de adolescentes en la parroquia, los quiero mucho, me encantan. Son como corazones con patas, un corazón sin domar, pero bien guiado es el futuro de nuestra Iglesia. Y vivo de lo que el Señor pone en mi camino y a su ritmo…

Después del atentado, sentía muchísimo al Señor pero a la Virgen no, nada, y me daba tristeza. Fue así durante algo más de un año. Pero el 15 de agosto de 2005, en misa, en la consagración, la sentí. Fui a comulgar y lloré como una niña y entendí eso que me decían en la Legión de María, de que la Virgen va en zapatillas, que camina de puntillas en nuestra vida. Ella me estaba presentando a Cristo y abrazando desde el anonimato…

No podemos perder el tiempo, el Señor espera algo muy concreto de nosotros, nos ha capacitado para amar en situaciones muy concretas, no podemos ser niños en la fe constantemente».

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