Florian Aubonnet quería ser chef, a los 15 años «le pregunté a Dios: ‘¿Qué esperas de mí?’ Y me respondió: ‘¡Sígueme!’ Guiado por el Espíritu Santo decidí ser sacerdote»

* «Me gusta estudiar los textos bíblicos en profundidad, para conocer mejor la Palabra. Veo que arroja luz no sólo sobre quién es Dios, sino también sobre quién es el hombre. Sí, creo que la Biblia es una fuente inagotable de conocimiento.  Quiero darle mi vida a Dios asumiendo los tres compromisos de celibato, oración y obediencia!»

Camino Católico.-  De niño Florian Aubonnet, oriundo de Saint-Prix (Francia), tenía un sueño: ser chef. “Es una pasión que viene de mi madre y me acompañó durante toda mi infancia y juventud”, dice en su testimonio en Catholique95. De hecho, añade, tanto su familia como sus amigos de la infancia sabían que un día sería chef y nadie se sorprendió de que al finalizar el bachillerato viajase a Paris para ingresar en una afamada escuela de cocina. Sin embargo, aunque Florian encontró allí su lugar, poco a poco sintió que quizá la gastronomía no era para él. “Descubrí que no quería pasar mi vida en la cocina”.

En paralelo a formarse como chef, Florian cultivaba la amistad con jóvenes cristianos, especialmente de los scouts y el grupo de oración «Duk’n Altum» que el mismo dirigía en Eaubonne. “Estas amistades fueron y siguen siendo muy importantes para mí pues rezamos unos por otros”, comenta.

Descubrir la presencia de Dios y decir: “No quiero seguir viviendo así”

La fuerza de lo espiritual no era algo ajeno en su vida, pues ya había experimentado esta realidad unos años antes. Tenía 15 años y -durante el retiro final antes de recibir el sacramento de la Confirmación- su corazón se estremeció al participar por primera vez “en una Adoración Eucarística. Sentí que Dios estaba realmente allí. Hasta entonces no había sido consciente de que podía existir una relación personal entre Dios y yo…”

Luego, estando más alerta a estos posibles encuentros con Dios, tuvo otras experiencias significativas de “escucha”. A los 18 años, por ejemplo, junto a un amigo apoyaban un proyecto humanitario en Madagascar. Ser testigo de cómo esos niños y niñas tenían logros a pesar de sus limitados recursos lo interpeló. Florian no sólo comprendió que era un joven ocioso, sino que también descubrió la pobreza. En contraste, su propia vida le parecía un poco inútil, especialmente porque estaba marcada por el entretenimiento. “No quiero seguir viviendo así”, se dijo a sí mismo.

La llamada de Dios

Y surgieron en su conciencia preguntas candentes que planteó directamente a Dios: “¿Cuál es mi lugar?, ¿Qué debo hacer?, ¿Qué esperas de mí?”. La respuesta, dice Florian, no se hizo esperar: «¡Sígueme!», escuchó. Se sintió entusiasmado y asustado a la vez. Sabía que esta llamada de Dios cambiaría por completo su vida: “Con mis estudios de cocina -explica sonriendo- estaba por las nubes. Todo el mundo sabía que Florian sería un chef”.

De vuelta a Francia, para gran sorpresa de sus padres, decidió “tomarse un respiro” y participar en la “Escuela de Evangelización” ofrecida por la Comunidad del Emmanuel en Paray-le-Monial. Se formó durante un año, con otros jóvenes, experimentando la vida fraterna y una intensa vida de oración. “Es un muy buen recuerdo. Al final de este «Año para Dios», una cosa estuvo clara para mí: ¡De alguna forma, quiero entregarle mi vida a Dios!, me dije».

El “sígueme” que escuchó a los 15 años seguía marcando su rumbo. “Si Dios me ha llamado de verdad ¡lo hará de nuevo! Esperaré su confirmación”. Durante los tres años siguientes dejó los estudios de cocina por unos de contabilidad y gestión. Y su pasión se volcó a esforzarse por ser un joven cristiano fiel. “Tomé medidas para escuchar al Señor: me involucré más en el grupo Duk’n Altum, cuidé mi vida de oración y decidí tener un guía espiritual. Así, en todas mis relaciones, en la escuela, en la iglesia, en la familia, me sentía en paz”, dice.

El discernimiento para ser sacerdote

Llegado a este punto Florian comprendió que debía tomar una decisión: considerar casarse o ser sacerdote. “Sí, estas dos opciones me parecían igual de buenas. Era el fruto de un libre discernimiento”. Pidió entonces al Espíritu Santo que le guiara y así en septiembre de 2016 ingresó al seminario de Issy-les-Moulineaux para ser sacerdote de la diócesis de Pontoise.

Sus años en el seminario han sido muy fructíferos. Marcado por la muy buena acogida de las parroquias a las que fue enviado como formando de pastoral, constató que la familia del sacerdote es toda la comunidad cristiana. Ya sea en Cormeilles, Cergy, Domont o la misión en Brasil, pudo palpar lo que es la vida cotidiana de un sacerdote, aunque también le apasiona la teología y la lectura diaria de la Biblia. “Me gusta estudiar los textos bíblicos en profundidad, para conocer mejor la Palabra. Veo que arroja luz no sólo sobre quién es Dios, sino también sobre quién es el hombre. Sí, creo que la Biblia es una fuente inagotable de conocimiento”.

El domingo 3 de octubre de 2021 será ordenado diácono en Ecouen. A pocas semanas de su ordenación dice estar sereno: “¡Quiero darle mi vida a Dios asumiendo los tres compromisos de celibato, oración y obediencia!”, afirma.

El testimonio de Florian Aubonnet en Francés


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