Fragmentos de lo que dice monseñor Georg Ratzinger en el libro entrevista «Mi hermano, el Papa «

* «De nuestros padres, aprendimos lo que significa tener un apoyo firme en la fe en Dios. Se rezaba cada día, antes y después de cada comida: en el desayuno común, en el almuerzo de mediodía y en la cena… Esta piedad vivida y practicada ha conformado toda nuestra vida»

* «No era tan normal que al mismo tiempo dos hermanos quisieran ser sacerdotes. Conozco algunos ejemplos… Naturalmente, era una cierta carga para nuestros padres. Por eso, nuestra madre fue temporalmente hasta Reit im Winkl para trabajar allí la temporada como cocinera y ganar un dinero complementario»

* «Que en la guerra hubiéramos salido indemnes de muchas situaciones, con alguna dificultad, nos confirmaba a mi hermano y a mí en el convencimiento de que Dios tenía sus planes para nosotros»

16 de septiembre de 2011.- La Visita que Benedicto XVI va a realizar, del 22 al 25 de septiembre, a su tierra natal, Alemania, está precedida por un evento editorial sin precedentes. El hermano del Papa, monseñor Georg, ha concedido un libro entrevista en el que revela facetas íntimas del alma de los dos hermanos Ratzinger que todavía viven. Ofrecemos un anticipo del libro, que se ha publicado en alemán, el pasado 12 de septiembre. Para una edición en español, habrá que esperar todavía algunos meses. Estos son algunos fragmentos adelantados por Alfa y Omega y traducidos por Gerardo del Pozo

La piedad, en la familia

«De nuestros padres, aprendimos lo que significa tener un apoyo firme en la fe en Dios. Se rezaba cada día, antes y después de cada comida: en el desayuno común, en el almuerzo de mediodía y en la cena… Esta piedad vivida y practicada ha conformado toda nuestra vida… Estoy convencido de que la falta de esta piedad tradicional en muchas familias es una causa por la que en la nueva generación hay tan pocos que siguen el camino del sacerdocio. Muchos hombres en nuestro tiempo practican más bien una forma de ateísmo como fe cristiana. Les gusta cultivar de algún modo una especie de religión residual. Probablemente, van aún a Misa en las grandes fiestas de la Iglesia, pero esta fe rudimentaria hace mucho que no impregna ya su vida, no tiene relevancia en su vida diaria. Empieza con que van a la mesa y comienzan a comer, sin pensar siquiera en una oración, y termina en que no van regularmente a misa los domingos… Hablo con frecuencia con hermanos sacerdotes y en casi todos aparece que en la familia se rezaba e iban juntos a misa. Esto ha impregnado después su entera vida y la ha orientado hacia Dios».

La dura vida en el seminario menor

«No era tan normal que al mismo tiempo dos hermanos quisieran ser sacerdotes. Conozco algunos ejemplos… Naturalmente, era una cierta carga para nuestros padres. Por eso, nuestra madre fue temporalmente hasta Reit im Winkl para trabajar allí la temporada como cocinera y ganar un dinero complementario. Atiende bien a Joseph, me decía todavía a mí cuando íbamos de camino, pues para él la situación de internado completo era bastante nueva y desacostumbrada.

A mí no me había costado nada; desde el principio, me sentí en el internado como en casa. Pero Joseph no ha tenido esta satisfacción; dicho más exactamente, no le ha gustado tanto. Pero él mismo dice hoy que le hizo bien, porque hubiera sido pronto un solitario. En la comunidad tuvo que pagar un precio con que no contaba, pero, sin embargo, ha conocido la vida de la comunidad y ha tomado mucho de ella para el camino».

Termina la guerra

 (Al llegar a la casa de mis padres), «yo, más que ir, corría. Por fin en casa, vi a mi madre fuera… Después de abrazarnos, fuimos a casa donde mi padre y mi hermana esperaban solamente a mi madre. Lo que sucedió entonces no se puede describir con palabras… Antes de decir algo, me puse enseguida al piano y toqué el Te Deum: Dios grande, te alabamos. Para mí no fue ninguna casualidad que pudiéramos estar todos juntos, sino una disposición de Dios; entonces éramos todos de esta opinión. Que en la guerra hubiéramos salido indemnes de muchas situaciones, con alguna dificultad, nos confirmaba a mi hermano y a mí en el convencimiento de que Dios tenía sus planes para nosotros. La experiencia de los años de guerra, ciertamente, nos confrontó con sentimientos de temor, que no conocíamos hasta entonces. Estuvimos forzados en un mundo que antes nos era totalmente desconocido, y que no habíamos imaginado nunca con esa brutalidad. Vimos literalmente la muerte en la cara. Esto trajo consigo una cierta nueva orientación y nos hizo valorar de repente muchas cosas que antes nos parecían naturales. Sin embargo, esto nos confirmó tanto más en nuestra idea de querer ser sacerdotes».

Los últimos años en la Universidad

«Tubinga no fue en modo alguno un giro en el pensamiento de mi hermano, sino más bien un tiempo en el que algunas cosas se aclararon y sistematizaron en su búsqueda teológica. Aquí culminó, en cierto modo, lo que él había hecho y enseñado antes.
Lo que había cambiado radicalmente era el contexto en el que él actuaba. 1968 fue como un ataque de fiebre que sacudió a Alemania y al mundo. Este contexto del 68 estaba dictado más bien políticamente e influido por la política. Se quería politizar todo, también la teología. Curiosamente, muchos teólogos eran propensos a ello, los luteranos más que nosotros… Realmente, llegó una ola espiritual sobre nosotros que era irracional. Mi hermano sufrió ya de algún modo por ello. Entonces se publicó su libro Introducción al cristianismo, que dio a leer a sus estudiantes. Esto recondujo muchas cosas al camino correcto…

Pero, después, resultó que Ratisbona consiguió una universidad y Joseph tuvo que volver a Baviera. Al principio, perteneció a la comisión gestora, cuando se estaba construyendo la Facultad de Teología. Entonces recomendó al Profesor Johannes Auer, de Bonn, para la cátedra de Dogmática. Sólo cuando se creó una segunda cátedra de Dogmática, estuvo definitivamente dispuesto a venir también a Ratisbona, y aceptó…

Mi hermano se sintió en Ratisbona como en casa desde el principio. En la Facultad dominaba un clima bastante familiar… Quería construir allí la casa, que debía convertirse definitivamente en el centro de nuestra familia. Se sentía muy alegre por ello…
Entonces creímos realmente que Ratisbona era la última estación del camino de mi hermano. Así que nos dijimos un día: la tumba de nuestros padres está muy solitaria en Traunstein, la traemos ahora a Ratisbona. En 1974, mandamos trasladar la lápida y sus restos mortales y sepultarlos en el cementerio de Ziegetsdorfer. Sin embargo, nuevamente todo sucedió de otra manera».

Juan Pablo II le llama a Roma

«Yo sentí mucho, tengo que decirlo sinceramente, que mi hermano tuviera que marcharse nuevamente lejos. Pensaba entonces también si el cardenal Höffner habría podido frenar a mi hermano. Sin embargo, él también veía con buenos ojos que fuese ahora a Roma. Para mí esto era, en principio, negativo. Sencillamente estaba triste, pues la gran cercanía que había habido entre nosotros hasta entonces, ya no era posible…

Pero creo que tampoco él quería tan directamente marcharse a Roma. Él quería convencer al Papa para que le dejase en Munich, y le presentaba siempre buenos argumentos para ello. Sin embargo, Juan Pablo II pensaba que Munich era importante, pero Roma era todavía más importante, y con ello el asunto quedaba zanjado. Mi hermano tenía allí una tarea nueva, grande y muy importante… El lema que había elegido como arzobispo de Munich, Cooperatores veritatis, era en cierto modo programático, y se correspondía directamente con este punto y con su nueva tarea en Roma».

Sueños para la jubilación

«Yo llegué a los setenta años, y era normal que un sacerdote con setenta años se jubilara… A Roma no quería trasladarme, y tampoco hoy pienso en ello. Los alquileres son allí altos… Además, hablo sólo un par de frases en italiano. Propiamente, había tenido esperanza en que mi hermano viniera regularmente, y esto me hubiera bastado.

Ése era su plan. Él no quería volver ya a Alemania, tampoco después de su jubilación, que él esperaba para 2002. Cruzar otra vez los Alpes con la enorme cantidad de libros que poseía, esto sencillamente no lo quería… En lugar de eso, quería permanecer en Roma, pero venir a Alemania más frecuentemente y durante temporadas más largas… Además, tenía previsto escribir todavía un par de libros y dejar listos otros trabajos, que no tenía acabados. Pero sencillamente Juan Pablo II no le ha dejado irse… Y luego vino el Cónclave que hizo definitivamente trizas todos sus planes de futuro».

Joseph, elegido Papa

«Vino el nombre Ratzinger. Tengo que decirle con total sinceridad que, en ese momento, me sentí bastante hundido. Esto era un gran desafío, una enorme tarea para él, pensaba para mí, y me preocupaba seriamente… Esa noche me acosté bastante abatido. Durante toda la noche, y hasta el mediodía del día siguiente, no dejó de sonar el teléfono, pero para mí todo esto era indiferente. Sencillamente no acudía a cogerlo…

Él me llamó la mañana siguiente, mejor dicho: quería llamarme. Sin embargo, como el teléfono sonaba continuamente y me ponía de los nervios, no lo cogí… En todo caso, pasó algún tiempo hasta que pudimos hablar entre nosotros. Ahora tengo, gracias a Dios, un segundo teléfono en el dormitorio… El número para la segunda conexión lo conoce sólo él. Si suena este teléfono, entonces sé que mi hermano, el Papa, me llama.

Desde entonces, me llama varias veces a la semana. Yo a él no le llamo nunca. Resulta más sencillo ponerse en contacto conmigo por teléfono…

Le visito varias veces al año. Naturalmente, viajo en Navidad a Roma, pero sólo el 28 de diciembre, cuando han pasado las fiestas navideñas de la Iglesia, para quedarme hasta el 10 de enero. De este modo, pasamos juntos la fiesta de Reyes…

Le visito una segunda vez en primavera, entre abril y junio. En 2009 estuve en Roma en torno a Pentecostés…

Luego paso siempre agosto o, al menos, gran parte de este mes con mi hermano en su residencia veraniega de Castelgandolfo. Y luego estoy en Roma algunas veces más en octubre o noviembre, cuando tiene lugar algún gran concierto al que soy invitado».

 

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