Guilhem de Sambucy: «Me dicen que fui adoptado y me sentí abandonado, sufrí acoso escolar, consumía mucho alcohol y cannabis, pero en el confinamiento redescubrí a Dios»

«Y en ese momento, escucho a mi madre que sube corriendo las escaleras, lo cual es muy inhabitual porque tiene mucho miedo de caerse, e irrumpe en mi habitación diciendo: ‘Guilhem, hay una escuela que está hecha para ti. No sé cómo lo he sentido, pero creo que hay algo que te está esperando en Lyon. ¡Vas a ir!’ ¡Y así es como llegué a Lyon!. Mi relación con Dios en ese momento era pequeña, pero empecé a interesarme de nuevo en ella, a llevar mi pequeña cruz, al principio con pasos tímidos. Esta escuela me ha ayudado a reconstruir una relación con Dios, aunque Dios siempre había estado ahí. Era yo quien tenía que rehacer el camino hacia Dios. Tras este redescubrimiento de Dios, soy un hombre mucho más estable que antes, más feliz y más capaz de hacer cosas»

Camino Católico.-  Guilhem de Sambucy tiene veinte años y estudia ingeniería de sonido en Lyon. Tuvo una infancia “muy feliz” hasta que descubrió que era adoptado: nació en Colombia, y cuando apenas era un recién nacido fue a Francia con sus nuevos padres. La forma en la que conoció sus orígenes le traumatizó. No fue de una forma tranquila y razonada, sino brutal. Enterarse de este hecho cambió por completo su visión de la vida, con una sensación creciente de abandono: Esta ruptura interior acabó llevándole, cuando tenía 12 o 13 años, a “desafiar a la autoridad”.

A esto se sumó que empezó a sufrir acoso escolar, Lo que influyó también en su fe. Gracias a sus padres que le animan a seguir online las celebraciones de la Pascua, hace un descubrimiento que dará un nuevo impulso a su vida, tendrá su encuentro con Dios. Él mismo explica a Découvrir Dieu su testimonio de transformación en primera persona.

Guilhem de Sambucy contando su testimonio de reencuentro con Dios
“Si esto es vivir, ¿para qué seguir?”: Del confinamiento y la Pascua a una nueva vida en  Dios

Mi nombre es Guilhem de Sambucy. Tengo 20 años de edad. Estoy estudiando ingeniería de sonido en Lyon. Fui adoptado cuando tenía 2-3 meses en Colombia (soy de Colombia). Y, durante 3 o 4 años, tuve una infancia muy, muy feliz.

Llega el día en que me entero que fui adoptado, no necesariamente de la mejor manera: de una manera bastante cruda donde me dijeron que no tengo que obedecer a mis padres, no tengo que respetar a mis padres (al menos los que me cuidan a diario, ahora), porque yo no nací del vientre de mamá. “No saliste del vientre de tu mamá, ¿qué le debes?”

Y de hecho, cuanto más avanzo en mi vida, tengo más esta sensación de abandono, porque, cuando uno se entera de que es adoptado y de que quien le ha traído al mundo no podía o no quería ocuparse de ti… Yo lo viví verdaderamente como un abandono. Fue complicado de digerir, realmente lo vi como un abandono.

Alrededor de los 12-13 años, ya empiezo a entrar en este deseo de desafiar la autoridad. Inconscientemente, yo pensaba, a fin de cuentas, no le debía nada a nadie. Esa reacción la tengo ante ciertos hechos complicados que sucedieron en mi vida, mucho  acoso escolar… incluso con violencia física algunas veces. Yo había oído que Dios era una figura de amor, que te apoyaba, que siempre estaba presente para nosotros. Pero yo no veía correspondencia entre lo que vivía en mi realidad cotidiana y lo que me contaban en la iglesia. Por lo que mi relación con Dios se rompió. Yo tenía la impresión de que Dios me había abandonado, de que me había arrojado al foso de los leones, como diciendo: ‘Arréglatelas como puedas, eres lo bastante fuerte’.

Guilhem de Sambucy

Esto supuso que rezar se me hizo extremadamente complicado, tanto que  abandoné por completo la oración. Y de hecho, poco a poco, fue realmente un descenso a los infiernos. Me sentí realmente así. Entonces, las tardes las paso entre jóvenes y con mucha regularidad bebo mucho alcohol. Es realmente un consumo excesivo para escapar de algo. No quería enfrentar la realidad.

Además empecé a consumir cannabis, mucho, mucho cannabis, que mata la voluntad y, como es sabido, no ayuda precisamente a tener ideas sanas y claras. Cuando no tienes las ideas claras y tu espíritu no está bien, cuando no estás consciente al 100%, es muy fácil caer en los placeres de la carne, en la lujuria. De todo ello hubo mucho en un cierto periodo de mi vida. Inevitablemente aparecen “ideas negras” porque fácilmente te dices a ti mismo: “Si esto es vivir, ¿para qué seguir?”. Seguía el acoso escolar, vivía muchas traiciones, mucha malevolencia, tanto de compañeros como de otras personas.

Llegaron los confinamientos por el Covid-19. Me hizo muy feliz ver que nos confinaban un mes, dos meses, tres meses… Porque yo estaba en un instituto que no me convenía en absoluto. Y de golpe… ¡fantástico! Más tiempo en casa, más tiempo para oír música. Poco a poco también le cogí gusto a eso, porque las cosas comenzaban a aclararse, incluso a nivel familiar.

Y llega el momento en que se acercaba poso a poco la Pascua. Y de repente, para seguir teniendo un poco de ese alimento espiritual, mis padres habían decidido que viéramos  todos juntos los vídeos de oración en vivo en YouTube. Al principio me resistí. Y luego, después de mirarlos todos juntos un tiempo, me dije: «Yo quiero verlos solo, quiero gozarlos solo. Porque realmente, son una bocanada de aire fresco”.

Y de repente, al final de uno de esos vídeos de oración en vivo en YouTube, veo un anuncio de una escuela católica que incluía en su currículum la teología y la música y muchas cosas  relacionadas con los intereses que tenía.  Y entonces pensé: «Podría ser interesante, podría ser agradable…», sin estar muy convencido. Por otra parte, razonaba: “Es el momento de cambiar”, ya has hecho bastantes tonterías en el pasado, ya te has torturado bastante el espíritu.  Ahora, es hora de cambiar”.

Y en ese momento, escucho a mi madre que sube corriendo las escaleras, lo cual es muy inhabitual porque tiene mucho miedo de caerse, e irrumpe en mi habitación diciendo: “Guilhem, hay una escuela que está hecha para ti. No sé cómo lo he sentido, pero creo que hay algo que te está esperando en Lyon. ¡Vas a ir!” Y de hecho, vi en sus ojos una nueva esperanza, algo que había cambiado, una llama, un fuego que llevaba mucho tiempo apagado. Eso me impresionó enormemente y lo entendí de inmediato y me hizo pensar: “¡No te preocupes!”.

¡Y así es como llegué a Lyon!. Mi relación con Dios en ese momento era pequeña, pero empecé a interesarme de nuevo en ella, a llevar mi pequeña cruz, al principio con pasos tímidos. Esta escuela me ha ayudado a reconstruir una relación con Dios, aunque Dios siempre había estado ahí. Era yo quien tenía que rehacer el camino hacia Dios. Tras este redescubrimiento de Dios, soy un hombre mucho más estable que antes, más feliz y más capaz de hacer cosas.

Guilhem de Sambucy

El vídeo del testimonio de Guilhem de Sambucy en francés


Para entrar en el catálogo y en la tienda pincha en la imagen

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad