Homilía del Domingo: Haciendo la voluntad de Dios se forma parte de la familia de Jesús / Por P. José María Prats

“En nuestro tiempo se produce a menudo un rechazo parecido hacia los cristianos tal como anunció el Señor: «Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). Se han ido introduciendo en la sociedad principios anticristianos con tal fuerza y eficacia que los discípulos de Jesús son a menudo objeto de sospecha y rechazo porque no se ajustan a los nuevos cánones sociales, a lo “políticamente correcto”, a lo que se espera de una persona “normal”. Se está presentando el cristianismo como una doctrina perversa, al servicio del mal. Se acusa a la antropología cristiana y a la defensa de la ley natural de “discurso del odio” y a la doctrina cristiana en general de intolerante y retrógrada. Poco a poco estas acusaciones van calando en la sociedad y se traducen en leyes de una intolerancia extrema que penalizan fuertemente la defensa de los valores cristianos, como la ley francesa que castiga con hasta dos años de cárcel y 30.000 € de multa a los responsables de páginas web provida que traten de disuadir a las mujeres de abortar”

Domingo X del tiempo ordinario – B:

Génesis 3, 9-15 / Salmo 129 / 2 Corintios 4, 13-5,1 / Marcos 3, 20-35

José María Prats / Camino Católico.com.- Tras su bautismo en el Jordán, Jesús empieza a anunciar la llegada del reino de Dios, se rodea de discípulos con los que comparte su vida, cura a los enfermos y libera a los endemoniados por lo que la gente acude en masa a Él, come con pecadores, se enfrenta con los líderes judíos por curar en sábado… Esta forma de actuar contradecía los cánones sociales y religiosos vigentes y suscitaba en muchos un fuerte rechazo.

El evangelio de hoy dice que al enterarse la familia de lo que Jesús estaba haciendo, «vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí»: las exigencias absolutas del reino de Dios no se ajustaban a las expectativas familiares, que perseguían intereses personales, económicos o de imagen social y deseaban que Jesús se comportara como una persona “normal”.

Pero «los escribas que habían bajado de Jerusalén» van mucho más allá. Viendo a Jesús como una amenaza a su autoridad y privilegios, llegan a negar la evidente bondad de sus acciones presentándolo como un agente del mal, que «tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». A esta actitud que se cierra obstinadamente a la gracia y a la salvación, Jesús la llama «blasfemia contra el Espíritu Santo».

En nuestro tiempo se produce a menudo un rechazo parecido hacia los cristianos tal como anunció el Señor: «Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). Se han ido introduciendo en la sociedad principios anticristianos con tal fuerza y eficacia que los discípulos de Jesús son a menudo objeto de sospecha y rechazo porque no se ajustan a los nuevos cánones sociales, a lo “políticamente correcto”, a lo que se espera de una persona “normal”.

Pero últimamente se está yendo incluso más allá, presentando –como «los escribas que habían bajado de Jerusalén»– el cristianismo como una doctrina perversa, al servicio del mal. Se acusa a la antropología cristiana y a la defensa de la ley natural de “discurso del odio” y a la doctrina cristiana en general de intolerante y retrógrada. Poco a poco estas acusaciones van calando en la sociedad y se traducen en leyes de una intolerancia extrema que penalizan fuertemente la defensa de los valores cristianos, como la ley francesa que castiga con hasta dos años de cárcel y 30.000 € de multa a los responsables de páginas web provida que traten de disuadir a las mujeres de abortar.

Frente a esta persecución, la palabra de Dios que acabamos de escuchar nos proporciona un gran consuelo. Por una parte, Jesús dice a los que queremos permanecer fieles a su palabra que formamos parte de su familia: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». Por otra parte, en la primera lectura se nos recuerda que, a pesar de las apariencias, a esta familia –la descendencia de la Mujer– le corresponde la victoria final sobre las fuerzas del mal: «pongo hostilidad entre ti (la serpiente) y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».  

José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, Jesús volvió a casa y se aglomeró otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de Él, pues decían:

«Está fuera de sí».

Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:

«Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios».

Entonces Jesús, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas:

«¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno».

Es que decían:

«Está poseído por un espíritu inmundo».

Y llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen:

«¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».

Él les responde:

«¿Quién es mi madre y mis hermanos?».

Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice:

«Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

Marcos 3, 20-35

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