Homilía del Evangelio del Domingo: La resurrección de Cristo nos da nueva vida que es la participación en la vida del Dios trinitario que «es amor» / Por P. José María Prats

* “La vida en el amor era ya el designio de Dios para el hombre desde la creación del mundo, pero el pecado lo había sometido todo al poder del egoísmo. La vida nueva y victoriosa que hemos recibido tras la resurrección del Señor ha roto el yugo del pecado haciendo que el mandamiento del amor se pueda vivir de una forma nueva como tan elocuentemente mostraron las primeras comunidades cristianas. Esta nueva vida debe ser ofrecida a todos los hombres para que, como dice Jesús, «todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna»”

Domingo V de Pascua – C:

Hechos 14, 21b-27 / Salmo 144 / Apocalipsis 21, 1-5a / Juan 13, 31-33a.34-35

P. José María Prats / Camino Católico. Las lecturas de este domingo, situado en el corazón del tiempo pascual, nos invitan a reflexionar sobre las consecuencias de la resurrección de Jesús y el dinamismo que ha generado.

Por su encarnación, el Hijo de Dios ha asumido la naturaleza humana y, por ello, la resurrección de Jesús supone la victoria del ser humano sobre el poder del mal y de la muerte, y su integración en la vida divina alcanzando así su plenitud.

Y esta vida glorificada que el ser humano ha alcanzado ya en Jesucristo, se comunica por la efusión del Espíritu Santo a los que creen en Él. La resurrección del Señor ha supuesto, por tanto, la irrupción en el mundo de una vida nueva, que es participación en la vida de Dios y en su victoria sobre el poder del mal y de la muerte. La consciencia de haber recibido esta vida sobrenatural y su efecto en nosotros, es la fuente de la alegría cristiana, que se manifiesta muy especialmente en este tiempo pascual.

Las lecturas de hoy nos muestran tres aspectos clave de esta nueva vida:

Esta vida es participación en la vida del Dios trinitario que –como dice San Juan– «es amor». Por ello, en el evangelio, Jesús, al anunciar que va ser glorificado, hace saber a sus discípulos que la esencia de la nueva vida que van a recibir es el amor: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros». La vida en el amor era ya el designio de Dios para el hombre desde la creación del mundo, pero el pecado lo había sometido todo al poder del egoísmo. La vida nueva y victoriosa que hemos recibido tras la resurrección del Señor ha roto el yugo del pecado haciendo que el mandamiento del amor se pueda vivir de una forma nueva como tan elocuentemente mostraron las primeras comunidades cristianas.

Esta nueva vida debe ser ofrecida a todos los hombres para que, como dice Jesús, «todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). La primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, nos muestra el fortísimo impulso misionero que el Espíritu Santo suscitó en la primitiva Iglesia para que el anuncio del evangelio llegara «hasta los confines de la tierra». De hecho, un efecto importante de la acción de la gracia en nosotros es el deseo de que esta nueva vida, que experimentamos como nuestro mayor tesoro, llegue a todos los hombres.

La nueva vida, que establece el reino de Dios en la tierra, ha irrumpido en un mundo sometido al poder del Maligno y, por ello, se vive inevitablemente como conflicto y lucha permanente con este poder. Sin embargo, la segunda lectura nos anuncia que al final de la historia, el mal –que parecerá haber vencido– será definitivamente derrotado y Dios recreará todas las cosas para que los justos vivan eternamente con Él en un mundo nuevo del que habrá desaparecido toda amenaza y toda negatividad. Son palabras emocionantes, llenas de esperanza y de consuelo: «Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado. Y el que estaba sentado en el trono dijo: “Todo lo hago nuevo”.»

Que por la fe, la obediencia y los sacramentos podamos recibir en abundancia esta nueva vida que nos regenera y nos salva.

P.  José María Prats

Evangelio

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:

«Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en Él. Si Dios es glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.

Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros».

Juan 13, 31-33a.34-35


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