Homilía del Evangelio del Domingo: Purificar nuestro corazón para poder suscitar en todas partes verdaderos frutos de santidad / Por P. José María Prats

* «Como el agricultor, que para obtener unos frutos excelentes, cava, abona, sulfata y riega puntualmente sus árboles, así nosotros, para producir frutos buenos de palabra y de obra necesitamos purificarnos con la oración, el esfuerzo por conocer y permanecer fieles a la Palabra de Dios, la vida sacramental, el examen de conciencia… El evangelio insiste especialmente en la importancia de la purificación para poder evangelizar y guiar a otros hacia Dios: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? … Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano»”

Domingo VIII del tiempo ordinario – C:

Sirácida 27, 4-7 / Salmo 91 / 1 Corintios 15, 54-58  / Lucas 6, 39-45

P. José María Prats / Camino Católico.- Estando ya muy próximo el inicio de la Cuaresma, las lecturas de este domingo nos invitan a reflexionar sobre la necesidad de purificarnos. A ello nos anima aquella promesa del Señor: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.» (Mt 5,8). Como dice San Gregorio de Nisa, cuando con nuestro esfuerzo y la ayuda de la gracia expulsamos de nuestro corazón la deformidad del pecado, restauramos en nosotros la belleza de la imagen de Dios según la cual fuimos creados y podemos contemplar a Dios en ella como quien contempla el sol reflejado en un espejo.

Pero las lecturas de hoy nos presentan más bien las consecuencias de esta purificación en la relación con los demás y con el mundo a través de nuestras palabras y obras: «El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.» Como el agricultor, que para obtener unos frutos excelentes, cava, abona, sulfata y riega puntualmente sus árboles, así nosotros, para producir frutos buenos de palabra y de obra necesitamos purificarnos con la oración, el esfuerzo por conocer y permanecer fieles a la Palabra de Dios, la vida sacramental, el examen de conciencia, etc.

El evangelio insiste especialmente en la importancia de la purificación para poder evangelizar y guiar a otros hacia Dios: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? … Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.»

El papa Francisco ha insistido mucho en que la Iglesia tiene que superar la tentación de encerrarse en sí misma y debe ponerse en actitud de salida hacia las periferias de todo tipo, que necesitan ser iluminadas y sanadas por la Palabra y la presencia del Señor. Las lecturas de hoy nos advierten, sin embargo, que esta salida solamente será fecunda si primero hemos purificado nuestro corazón y hemos sacado de nuestros ojos la viga que nos convierte en guías ciegos.

Vale la pena recordar aquel reproche de Jesús a los líderes religiosos judíos: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno del infierno el doble que vosotros!» (Mt 23,15). Está claro que esos líderes religiosos estaban en actitud de “salida”, pero Jesús les dice que más valdría que se hubieran quedado en casa, pues no habían purificado su corazón y salieron a esparcir sus frutos envenenados.

Que la Cuaresma que muy pronto iniciaremos nos ayude a purificar nuestro corazón para poder hacer realidad una “iglesia en salida” que suscite en todas partes verdaderos frutos de santidad.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

«¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano.

Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca».

Lucas 6, 39-45


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