Homilía del evangelio del Domingo: Perseverar en la fidelidad al Señor en medio del ambiente hostil guiados y fortalecidos por el Espíritu Santo / Por P. José María Prats

* «Las palabras durísimas de Jesús que hemos escuchado en el evangelio de hoy son una invitación a tomarnos muy seriamente esta lucha que nos conduce a la vida eterna: «Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”. La vida en este mundo supone una elección fundamental entre la carne y el espíritu, tal como hemos escuchado en la primera lectura: «Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras. Ante los hombres está la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera». Vemos como, en general, la cultura emergente está optando por la carne y la muerte, promoviendo el hedonismo y la satisfacción inmediata de instintos y deseos contrarios a la ley de Dios, y persiguiendo incluso a los que trabajan por promover la vida según el espíritu»

Domingo VI del tiempo ordinario – Ciclo A:

Eclesiástico 15, 16-21 / Sal 118 / 1 Corimtios  2, 6-10  /  Mateo 5, 17-37

P. José María Prats / Camino Católico.- El evangelio de hoy forma parte del llamado sermón del monte y nos presenta a Jesús como al nuevo Moisés que ha venido a dar plenitud a la ley: «Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado (…) Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón». Se trata de una ley mucho más exigente, que no se queda meramente en los actos externos, sino que llega hasta las actitudes más íntimas de la persona.

Pero, ¿por qué Dios viene a exigirnos con Jesús esta plenitud de la ley?, ¿por qué no lo hizo ya con Moisés? Pues porque en Jesús nos ha dado también al Espíritu Santo que nos capacita para cumplirla. La ley de Moisés se nos dio cuando todavía éramos esclavos del pecado. Era una ley escrita en tablas de piedra, exterior a nosotros, que servía para poner de manifiesto el pecado sin otorgarnos ningún poder sobre él. Pero el sacrificio de Cristo nos ha devuelto a la comunión con Dios por el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones, que ha grabado en ellos una ley interior, profunda y perfecta, con la que podemos identificarnos existencialmente y que podemos cumplir.

Pero aunque el Espíritu nos da el poder para vencer sobre el pecado, esta victoria se realiza en el contexto de una lucha constante contra las inclinaciones del hombre viejo, carnal, que todavía habita en nosotros. De hecho, como dice San Pablo, la vida aquí en la tierra es un combate permanente por ir dando muerte a este hombre viejo con el poder del Espíritu Santo: «Pues si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis» (Rm 8,13). Las palabras durísimas de Jesús que hemos escuchado en el evangelio de hoy son una invitación a tomarnos muy seriamente esta lucha que nos conduce a la vida eterna: «Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.»

La vida en este mundo supone una elección fundamental entre la carne y el espíritu, tal como hemos escuchado en la primera lectura: «Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras. Ante los hombres está la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera». Vemos como, en general, la cultura emergente está optando por la carne y la muerte, promoviendo el hedonismo y la satisfacción inmediata de instintos y deseos contrarios a la ley de Dios, y persiguiendo incluso a los que trabajan por promover la vida según el espíritu.

Las lecturas de hoy nos animan a perseverar en la fidelidad al Señor en medio de este ambiente tan hostil guiados y fortalecidos por el Espíritu Santo, recorriendo el camino que conduce a un gozo inefable, tal como nos ha dicho San Pablo en la segunda lectura: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu».

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la gehenna. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la gehenna.

Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer –no hablo de unión ilegítima–  y se casa con otra, comete adulterio.

También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “cumplirás tus juramentos al Señor”. Pero yo os digo que no juréis en absoluto. Que vuestro hablar sea ‘sí, sí, no, no’. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

Mateo 5, 17-37


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