Isaac Kreft, luterano, le educaron contra lo católico: desear comulgar con su novia le llevó a profundizar en la fe y leer a los padres de la Iglesia: «Decidí ser Católico»

* «Todo mi paradigma ha cambiado y todas mis relaciones se han transformado. Me veo como parte de una enorme familia espiritual. Y veo que la santificación y conversión son parte de procesos que duran toda la vida. Cuestionad lo que dais por asumido, nunca dejéis de buscar la verdad, no os detengáis ante nada que no sea la verdad que viene de Dios»

Camino Católico.- Isaac Kreft se educó en una familia luterana y devota de Oregón, pensando que los católicos eran cristianos “conducidos al error y la idolatría”. Poco podía pensar él que en 2016 se haría católico después de un largo proceso de estudio e investigación, azuzado por la curiosidad, el amor a una chica y el deseo de unidad entre los cristianos.

Una familia cristiana devota, que aborrecía «lo católico»

“Me educaron como luterano. Mis padres aman a Dios y me enseñaron a amar a Dios y a buscar estar más cerca de Él. Me enseñaron a afianzarme en la Escritura y a buscar respuestas para las preguntas. Mi formación luterana incluía un firme aborrecimiento de todo lo católico. Mi familia no odiaba a los católicos, pero los veíamos como fieles cristianos conducidos al error y la idolatría”, explica Kreft en su testimonio en el Catholic Sentinel de Oregón, que traduce y sintetiza P.J.G. en  Religión en Libertad.

Isaac estudió en la Universidad de Portland, que es cristiana y ofrecía un buen programa de ingeniería, que era lo que le interesaba a él.

Debates en la universidad… postura católica «con sustancia»

Allí se encontró a menudo participando en debates entre católicos y evangélicos y entre católicos y ateos… y en esos casos se daba cuenta de que a menudo terminaba apoyando a los católicos, y muchas veces usando argumentos de la propia doctrina católica. “Me di cuenta de que la fe católica tenía alguna sustancia o consistencia real. Me parecía algo atractivo, aunque también amenazante”.

Conoció a Megan el verano antes de terminar la universidad. Era una chica católica que no pensaba dejar de serlo y que acudía cada domingo a misa. Podría haber sido una relación imposible. “Considero una intervención divina que perseveráramos juntos”. Él le preguntaba sobre aspectos de la enseñanza católica “y ella tenía buenas respuestas haciendo cola esperando mis preguntas”.

Ella lo invitó a acompañarla a misa a la catedral y adquirieron el hábito de ir juntos cada domingo.

Misa en la catedral de Portland, Oregón, dedicada a la Inmaculada Concepción

La comunión en misa… anhelo de unidad

En cada misa, llegaba un momento de separación: ella acudía a  comulgar, y a él, siendo protestante, no se le permitía. “Me sentía como un extranjero. Pensé: ‘yo sí creo que es el cuerpo y la sangre real de Jesús. ¿Por qué no puedo tomarlo?”

Pero pudo comentarlo en profundidad con sacerdotes católicos que le hicieron pensar en la relación entre “tomar la comunión” y “estar en comunión” con la Iglesia.

Era necesaria una unidad real, genuina. ¿Y en qué consistía? “Nunca había pensado realmente que las líneas que separar a las denominaciones cristianas tuvieran tanta relevancia… hasta que viví esa división en mi propia vida”, admite. “Era doloroso ver esa disparidad de comunión entre mi Iglesia y la de Megan”.

Decidió investigar formas de trabajar por una mayor unidad. Vio que el diálogo ecuménico entre luteranos y católicos estaba dando algunos frutos buenos. “Pero también me di cuenta de que son iglesias fundamentalmente distintas. Están en desacuerdo en cosas muy importantes, y están en desacuerdo sobre qué cosas son importantes”.

¿Quién mantiene la fe de los apóstoles y los primeros siglos?

Leer a los Padres de la Iglesia ha llevado a muchos protestantes hacia la plena fe católica

Para tener unidad, entendió, debía haber unidad en la fe, en la doctrina. Cada grupo cristiano tenía su propia doctrina, pensó… “¿estaban todos equivocados? ¿Sólo uno tenía razón? Supuse que tenía que haber una que fuera la verdadera. Yo deseaba ortodoxia. Más que nunca, deseaba encontrar la fe de los apóstoles”.

Y entonces hizo “lo peor que puede hacer alguien que quiere evitar a la Iglesia Católica: leer las fuentes primarias y secundarias de los Padres de la Iglesia para ver qué creían”.

Leer a los grandes autores cristianos de los primeros siglos lo transformó: “eran distintivamente católicos”. Esa Iglesia, la que Cristo fundó, la de los apóstoles y sus sucesores, “aún estaba viva y las puertas del infierno no habían prevalecido sobre ella”.

Por el contrario, notó, en su tradición luterana se habían perdido muchas cosas que tenían los cristianos antiguos: el sacerdocio, los sacramentos, la autoridad apostólica, el magisterio vivo capaz de enseñar… la Iglesia misma.

Seguir haciendo preguntas

“Decidí entrar en la Iglesia Católica”. En el momento de su decisión, no tenía respuestas para todas sus preguntas, pero sí voluntad de seguir investigando. En los cursos de preparación para adultos tuvo oportunidad de plantear sus inquietudes y de recibir respuestas para todas, “con un sólido fundamento catequético”.

En la Vigila Pascual de 2016 entró en plena comunión con la Iglesia Católica, recibió la confirmación y pudo comulgar. Desde entonces, dice, “todo mi paradigma ha cambiado y todas mis relaciones se han transformado. Me veo como parte de una enorme familia espiritual. Y veo que la santificación y conversión son parte de procesos que duran toda la vida”. 

Hoy Megan e Isaac son parroquianos de Nuestra Señora del Lago en Lake Oswego, Oregón. Para todas las personas con inquietudes teológicas y espirituales, tiene un consejo: “cuestionad lo que dais por asumido, nunca dejéis de buscar la verdad, no os detengáis ante nada que no sea la verdad que viene de Dios”.

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